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@SERGIO

23/01/2003#N1291

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Cierta personalidad de relieve continental un día subió a un transporte público y quedó extrañado de la exquisita cortesía que demostró tener el conductor del vehículo al venderle el boleto. Y su asombro fue todavía mayor cuando vio que todos los pasajeros se comportaban de la misma manera.



Por fin, queriendo conocer el motivo que lo impulsaba a ser tan atento, se dirigió al hombre y le dijo: "Dispense mi curiosidad, pero me gustaría saber la causa por la cual Ud. Emplea maneras tan gentiles con el público".



Y el conductor le contestó: "Pues, verá Ud. Hace unos cinco años leí en un periódico que alguien había legado una fortuna a un extraño por el único hecho de ser cortés. Desde entonces comencé a tratar a los pasajeros de la mejor forma posible. Y lo curioso es que ello me produce tanta satisfacción que ya no me importa heredar o no una fortuna".



La gracia de la cortesía es tan rara en nuestros días, que pocos son los que están experimentando en carne propia la gran satisfacción que produce cuando se la cultiva desinteresadamente. Muchos olvidan cuánto distingue a una persona la posesión de esta virtud. Aun entre los que hablan de amor y de bondad, esta fina cualidad del espíritu está escaseando más y más.



La cortesía no es simplemente cultivar buenos modales o respetar las reglas de urbanidad. En este terreno alguien podría pasar por un verdadero caballero, pero interiormente seguir careciendo de la sincera consideración hacia los demás.



Porque eso es cortesía: tener una consideración tan auténtica hacia todos que fluya espontáneamente, no importa dónde y con quién estemos. Es cortesía ayudar a un ciego a cruzar una calle, o llevarle un bolso a una débil anciana. Será cortesía ser amable con la dama primorosa que nos presente un amigo, pero será una cortesía aún más valiosa la que tengamos con nuestra esposa (esposo), con nuestra madre (padre) o nuestros hermanos dentro del hogar. Con el compañero(a) de trabajo. Con los vecinos.



La cortesía ayuda a vivir. Es añadirle un poco de poesía a la vida. Es revelar que todavía conservamos la disposición de agradecer y hacer felices a los demás. Es un fruto delicioso de aquel que lleva la esencia pura del judaismo en su corazón.

 

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