Dime con quién te acuestas y te diré quién eres


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11/07/2007#N16339

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Dime con quién te acuestas y te diré quién eres
por Sandra Lustgarten / Julio 05 de 2007


Es común que las personas se acerquen a la consulta con varias críticas acerca del desenvolvimiento sexual de su pareja. Sin embargo, estas cuestiones dicen más de uno mismo que lo que uno piensa

Suelo escuchar a diario en el consultorio la queja de pacientes que intiman con personas a las que juzgan de "pésimas amantes sexuales". Se pasan parte de su vida sosteniendo relaciones con compañeros que no les retribuyen, en el área sexual, lo que desean recibir; acusan al otro de ausencia de información y de falta de ingenio para evitar la rutina sexual; y en muchas ocasiones se sienten molestos por tener que seguir a modo disciplinario la misma conducta y el modelo de siempre sin alternar comportamientos ni experimentar otros modos de satisfacción.

Trato de indagar acerca de cuáles son los motivos que los hacen continuar con relaciones que no sólo no los hacen evolucionar en el área sexual sino que tampoco han tenido nunca química: aunque lo han intentado una y otra vez, algo impide que se sientan atraídos. Las explicaciones que encuentro son diversas, desde motivos económicos que suelen ser justificativos para ellos hasta temores de perder la familia que han construido o la pareja que sostienen a duras penas. Incluso algunos tienen cierta esperanza de que en algún momento las cosas cambiarán, o que mejorarán en aspectos que hacen a la intimidad sexual.

Otros casos llamativos son aquellos que narran sus experiencias de tipo perversas y me preguntan si son normales o si se puede considerar que tienen alguna patología. En realidad, saben bien cuáles son los parámetros de normalidad y cuáles las que se pueden considerar conductas desviadas según la cultura en la que habitan.

Lo importante es que comprendan que todos aquellos comportamientos que para otros son desviados o no están establecidos dentro de los parámetros de normalidad son entendidos y aceptados en la medida que no vayan en contra de la propia voluntad ni de los principios y valores de su compañera/o sexual. Algunas suelen parecer aberraciones, pero otras para mí son tan comprensibles en el ámbito de una pareja que lo que me parece extraño es que después de cierto tiempo de estabilidad no se hayan experimentado a modo de variantes sexuales.

Muchas parejas se quejan del desenvolvimiento sexual de su compañero, de la frecuencia y la calidad. Yo entiendo que algo los une a ese tipo de relación: si a pesar de la queja insisten en permanecer en un vínculo que no los satisface sexualmente, aunque frente a la excusa quedan bien parados, en realidad todo lo que puedan decir confirma algún tipo de dificultad propia que los lleva a sostener una pareja que no los conforma en la intimidad.

También están aquellos que suelen contar que, sexualmente, coinciden y se satisfacen con su pareja, pero que en las experiencias cotidianas y en el compartir diario se llevan mal por incompatibilidad de caracteres. Por lo tanto, no renuncian a la relación porque temen no tener tanta empatía en la cama con otra pareja.

A mi parecer, los vínculos se van fortaleciendo día a día, y puedo comprobar en la clínica que muchas parejas que tienen desavenencias logran mejorar su actividad sexual cuando dan otro valor al conocimiento de sí mismos y del compañero/a: cuanto más uno puede descubrirse en cuanto a todo lo que despierta en su cuerpo sensaciones, mejor será su crecimiento en el área sexual. Por eso, no siempre los más experimentados o quienes han tenido más oportunidades son los mejores. A veces, ser un Don Juan no significa lucirse en el terreno del amor. Y es más: la mayoría de las veces, quienes ponen obstáculos para enamorarse suelen tener dificultades en el terreno sexual, puesto que el sexo con amor suele ser muy diferente al sexo realizado con un objetivo meramente carnal o de descarga.

Las mujeres que han tenido varias relaciones y no quieren establecer un compromiso genuino muchas veces delatan su alta necesidad de conocer para elegir a la persona adecuada, no con la intención de ser liberal o parecerlo sino, muy por el contrario, en un intento casi frenético de encontrar a un hombre que las acerque al placer. Pero la mujer no sólo busca dicho atributo, sino que necesita también de otras conductas que la hagan sentirse mujer, en relación a las demostraciones afectivas para con ellas.

Dime con quién te acuestas y te diré quién eres es una manera de entender que las elecciones se realizan de acuerdo a lo que uno necesita, aunque sea de forma inconsciente, o según las faltas que uno experimenta o los vacíos que tiene. Pero, sin duda, "siempre hay un roto para un descosido". Por eso, en la medida que uno pueda ir resolviendo las cuestiones psicológicas que los llevan a hacer determinadas elecciones en su vida o las experiencias y frustraciones que no les permiten cambiar, entonces habrá una esperanza para elegir mejor.

Para que esto suceda, el individuo debe entender que tener un yo fuerte que aumente la autoestima le permitirá quererse a sí mismo de manera que pueda recibir lo que merece tener sin sentir culpa ni creer que uno no está a la altura de merecer algo mejor. Esta es la causa por la cual muchas personas se quedan fijadas en una situación que lo único que les produce es un tremendo dolor.




 

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