Rescatar la palabra.


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@MARIAMSEXI

11/01/2009#N24924

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Angel Gabilondo

 

 

Rector de la Universidad Autónoma de Madrid

 

 

 

Para este Catedrático de Metafísica, los pensamientos son mares en los que bucear y también el barro con el que moldear nuestra vida cotidiana. Pero las palabras son el modo que tenemos de acercarnos a los demás, de aprender, de conocernos. Entre todas ellas es necesario dar voz a todas las palabras acalladas que ocultamos cada uno. Descubrámoslas.

Texto: Marta Iglesias / Foto: UAM

 Rescatar la palabra

 

"La curiosidad es un factor determinante del pensamiento y de la vida"

-"Alguien con quien hablar", ¿es la contraposición a este mundo que nos hemos creado, donde se valora el ser autosuficiente?
-Sí, y además vivimos con la sensación de que uno tiene que salir adelante por sí solo. Es verdad que hay un esfuerzo personal, singular e irrepetible que nadie puede hacer por uno, pero sí creo que es indispensable la palabra del otro, la proximidad del otro, el calor del otro.

-Algunos han dicho que la historia de la filosofía es la historia del silenciamiento de la palabra de mujer. Yo añadiría que esa palabra de mujer es una palabra también irreductible, diferente, una palabra que en cierto modo nos desafía a no ser convencionales. En su contra ni siquiera está el machismo, sino un discurso entronizado y poderoso que ha silenciado el discurso de la diferencia. Y además ha silenciado el discurso de los afectos, de la sensibilidad, de la sensualidad, y el discurso también de la fortaleza. Porque no comparto ese tópico que afirma que el discurso de mujer es frágil, mientras que el discurso viril es muy fuerte. No, yo creo que esta palabra de mujer silenciada es también el silenciamiento de una fortaleza enorme. Y creo que social, política y culturalmente, está silenciada esa palabra de mujer. Pero en todos y cada uno de nosotros, en las mujeres y en los hombres.

 Palabras mayores

-¿Por qué diría que la Metafísica sigue de plena actualidad, pese a que su mención nos remonta a los filósofos griegos de la antigüedad?
 

-¿Cuáles son sus "legítimas rarezas", que se empeña en cultivar?
 

-¿Qué le aportan sus estudiantes y qué desafío le suponen?
 

"En la medida que en el mundo hay injusticia hay una palabra acallada"

-Usted se renueva en la juventud que le rodea. ¿Cómo mantener el espíritu joven, ese que impulsa nuevas posibilidades?
 

-"No se puede educar sólo para el mundo existente, hay que educar para la creación de nuevos mundos". ¿Cómo imagina el mundo futuro?
 

-"No seremos libres hasta serlo todos. La libertad está unida a la justicia, y yo soy partidario de que ambos conceptos se conjuguen juntos". ¿Es esta la verdadera globalización, en la que nadie consigue un paso adelante si no lo logra toda la humanidad?
 

-¿Cuáles diría que son los valores que guían su vida?
 

-No sé, pero supongo que puedo decir cuáles son los que me gustaría que fueran. Yo creo en la laboriosidad, que no consiste en el trabajo sino en la palabra labor, que es una idea un poco campestre, agrícola o rural, que tiene que ver con la idea de cultura, que también es cultivo. Tenemos que labrar, como uno labra un futuro, cultivar, como uno cultiva la tierra. Y luego supongo que hago las cosas como todos las hacemos: para que nos quieran mucho. Nos cuesta decir esto, pero en el fondo es la verdad. Uno de los valores es la búsqueda del otro, la búsqueda del afecto del otro, de la complicidad del otro, de la compañía del otro. La búsqueda del otro también para encontrar fuerzas y razones para luchar.
-La verdadera globalización ha de ser la de la verdad y la justicia. O si se quiere políticamente, la de la democracia extrema, en toda su plenitud. Mientras un hombre sufra, no seremos del todo dichosos y felices. Mientras haya un hombre esclavo no seremos todos libres, nadie lo será del todo. Y, por tanto, esta es una tarea común. Deberíamos emplear la palabra humanidad con su doble dimensión: por un lado el sentir al otro y también la idea de comunidad que incluye la palabra.
-Si imaginar tiene que ver con el horizonte hacia el que vamos a mí me gustaría imaginar un mundo en el que la justicia y la libertad no fueran privilegio sólo de unos pocos. Que hubiera más ocio. Y si a ese mundo futuro hay que ponerle una palabra revolucionaria, diría fraternidad. Un mundo fraternal, libre y justo.
-Yo tengo menos espíritu joven del que me gustaría, pero lo cultivo con permanente voluntad de aprender y esta percepción de que no has llegado, de que ser es siempre ir, devenir, perseguir y buscar, desear. Esta voluntad permanente de luchar, de no dar ya algo por concluido. Esta apertura desde luego se ve desafiada por las palabras de los otros, que te requieren una y otra vez, que te cuestionan una y otra vez y te problematizan una y otra vez. Yo creo que trabajar con gente joven es un privilegio extraordinario y un gran regalo.
-Los estudiantes en cierto modo te hacen hablar y pensar de una manera, y también vincular la idea del pensamiento con la comunicación. Por último me vinculan con el presente, cuando uno ya tiene una edad y una forma de entender las cosas que se ven provocadas por su búsqueda de verdad y de saber.
-No lo sé, supongo que la singularidad de cada uno, que es la relación que uno tiene con su propia palabra, la relación que uno tiene con su propia muerte, la relación que uno en definitiva tiene también con los otros. Nadie vivirá nuestra vida, nadie morirá nuestra muerte, nadie dirá nuestra palabra. Esa rareza, que no es ser rarito, sino la singularidad irrepetible e insustituible, es la que a mí me importa.
-Parece que le insultan a uno cuando le dicen ‘metafísico’ (risas). Siempre parece que se emplea la palabra para mostrar que uno está alejado de la realidad. Pero la metafísica también nos invita a pensar no sólo lo que decimos, sino a pensar qué es lo que hace que digamos lo que decimos, y además a pensar cómo podemos hacerlo de otra manera. En cierto modo es un pensamiento que vincula el lenguaje con la realidad y que sabe que los conceptos se van creando y configurando, dando lugar a un lenguaje concreto que crea una realidad determinada. Por eso yo creo que la metafísica sirve para no ser dogmático, para ponerse en la tarea del pensar y para problematizar la realidad ya dada o dicha.

 

-Usted es de los que creen que las relaciones personales actuales están muy estandarizadas. ¿Es porque no nos atrevemos a abrir otras puertas?
 

-No queremos ponernos en evidencia...
 

"La palabra de mujer es irreductible, diferente.
Es esa que nos desafía a no ser convencionales"

-¿Diría usted que la conversación con uno mismo es un paso posterior o anterior a saber conversar con los demás?
 

-¿Por qué, en cambio, interesa cultivar las cosas iguales, los estándares y no lo diferente, las diversidades que nos caracterizan?
 

-Nos identificamos con una definición, con una denominación, porque ello nos da seguridad, ya tenemos un código de barras. Lo que cuesta es aceptar la diferencia en uno mismo, aceptar que uno es extraño y extranjero también para sí mismo. Quien no acepta esa extranjeridad en sí mismo luego no puede aceptar la extrañeza del otro. El primer rastro de xenofobia consiste en no aceptar lo extranjeros que somos para nosotros mismos. Y tenemos una cierta tendencia a no correr el riesgo de vernos diferentes.
-Esta idea de sacar de dentro de uno lo mejor es una idea un poco confusa. Creo que lo mejor es lo que nos viene de los otros y tenemos que incorporarlo, interiorizarlo, hacerlo nuestro. El cuidado de uno mismo y el cuidado de los demás van conjuntamente.
-Sí, no queremos mostrarnos como somos ni correr el riesgo de ser otros. Pero yo creo que la curiosidad es un factor determinante del pensamiento y de la vida. La curiosidad no sólo de saber cómo es esto o lo otro, sino la curiosidad de ver si nosotros podemos ser otros diferentes a quienes somos, pensar de otro modo a como pensamos. Es decir, de apertura, de generosidad, andamos todos regular.
-Sí, yo creo que tenemos miedo a los encuentros y además todo está sostenido en la idea de ser inmunes, de ser personas aisladas. Tenemos un poco de temor a enfrentarnos, no digo con el otro, sino con nosotros mismos. Y en general lo que hacemos es comportarnos muy estereotipadamente para no vérnoslas con lo que de verdad somos. Así que en general las conversaciones están muy acartonadas, decimos tópicos, pero corremos pocos riesgos y yo creo que si no hay este contacto, este contagio con los otros pues no crecemos. Se trata de toparse con alguien de verdad que es diferente a ti mismo que te desafía y te hace ser otro. Lo cual sería un estímulo para ti.

 

 

-Afirma que en cada uno "Hay una palabra de mujer diferenciada, singular, a veces acallada"... ¿Cómo distinguir esas palabras en cada uno y por qué es importante darle voz?

-¿Cómo la reconoce usted?
 

-Relaciono lo que me dice con una de sus declaraciones: "Hay un sistema de eliminación de la palabra previo a su silenciamiento; no es que se prohíban algunas palabras, es que no se dejan brotar".

"El primer rastro de xenofobia consiste en no aceptar lo extranjeros que somos para nosotros mismos"

-¿Cómo hemos llegado a esta autocensura? ¿Por condicionamiento social, personal?
 

-Usted valora mucho la mediación a través de la palabra. ¿Cree que hemos olvidado que el diálogo es un intercambio a partir del cual sale una verdad nueva?
 

-La conversación es también una forma de aprender, pero ¿cómo hemos llegado a considerar aprendizaje sólo el adquirir conocimientos?
 

-El aprender no es sólo un instrumento cuya finalidad es saber. El aprender tiene sentido en sí mismo y no hemos revalorizado eso. Lo hemos convertido simplemente en un lugar de paso y no somos capaces de vivir en un permanente aprender, que es un permanente madurar, germinar, fecundar, crecer. Hemos olvidado la idea de que uno no deja nunca de aprender, algo que es constitutivo del ser vivo y no sólo pertenece a un momento de su vida.
-Sí, y esto es así porque hay que ser muy valiente para propiciar acuerdos. Hegel llama terroristas de la voluntad a aquellos que vinculan la decisión a la ejecución sin mediación alguna. Para mí la mediación por excelencia es la palabra, que combate ese terrorismo y genera espacios de diálogo donde es posible el acuerdo.
-Un poco por todo. Comparto con Aristóteles la idea de que la palabra está siempre vinculada a una idea de justicia. Por eso, en la medida que en el mundo hay injusticia, miseria, ignorancia, pobreza, dolor, hambre, en esa misma medida hay una palabra acallada. Esa palabra, en última instancia, es la palabra justicia. Es decir, la justicia está silenciada. Y a esa justicia le podemos dar muchos nombres -libertad, igualdad, fraternidad, solidaridad-, pero si hemos de decir algo es que la palabra sólo es palabra si es una palabra justa.

-Así es. Por un lado existe un sistema muy rudimentario que es el que excluye los discursos, los silencia y los prohíbe. De esto hay mucho en el mundo. Ha habido represión, silenciamiento y persecución de los discursos. Pero hay otras formas más sofisticadas, que consisten no tanto en silenciar un discurso sino en no dejarle que cuaje como discurso. No es tanto silenciar una palabra, sino impedir que sea palabra, impedir que algo acceda a la palabra.
-En el corazón del silenciamiento y del arrinconamiento de los discursos está latiendo esa palabra de mujer, necesitando salir para todos nosotros. Hay que dejar hablar, crear condiciones de posibilidad para la palabra de todos y cada uno. No hay tantos espacios para la conversación, en general nosotros lo que hacemos es impedir que la palabra se diga. Lo ponemos todo perdido de voces. Hablamos mucho, pero decimos poco. Crear espacios para que sea posible que la palabra brille y se diga, es una tarea cultural, educativa y política de primera magnitud.
 

 

 

 

 

 

 

 

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