Historia del Corazón


Registrate en Encontrarse y empezá a conocer gente ya

Escrito por
@GASTONMUSICAL

12/06/2009#N26949

0 Actividad semanal
657 Visitas totales


Registrate en Encontrarse y empezá a conocer gente ya

Historia del Corazón        

 Prólogo

Después de muchos años, Ignacio (Nacho) retorna a los lugares que vivió intensamente su primer amor. Sus pensamientos vuelan en felicidad infinita cuando recuerda el comienzo de aquella  relación de amor que lo tiene por protagonista junto a  Ana,  una colegiala que recién está entrando en la edad de la adolescencia.

 

 Siente tocar el cielo con las manos. Vive el amor. Cada acto es un sublime acontecimiento apasionado. Vive para ella, sueña con ella. Es un amor puro y sano. Amor de juventud.

 

 Un día debe enfrentar un suceso inesperado. Propio de la vida cotidiana. El padre de Ana, empleado de banco,  es ascendido y  trasladado a una ciudad que está a cientos de kilómetros y viaja con toda su familia. Nacho percibe que se le termina el mundo.

 

 La tristeza lo invade. Siente que los sueños acabaron chocando contra una pared. Siente que la magia murió. Pablo, su mejor amigo, hace ingentes esfuerzos para ayudarlo pero pocas veces lo consigue.

 

 Después de dos años, Nacho le pide a su amigo que llame por teléfono a Ana. Del otro lado del receptor recibe la peor de las noticias. Una enfermedad terminal jaquea su salud y tiene días de vida. En una carta, que a la vez sirve de despedida,  ella le revela todos sus sentimientos.

 

 Me encuentro en el mismo bar de hace tantos años, aunque ahora luce totalmente renovado. El cielo está teñido de celeste bien a tono con la primavera. Las palomas se posan en las mesas buscando las miguitas,  su banquete más preciado. Un amigo pasa cerca mío y me saluda,  chau Nacho (sobrenombre por  el que todos me conocen) aunque mi nombre verdadero es Ignacio.

   Mientras bebo el segundo café me pregunto ¿Qué edad tendría yo? ¿Catorce o quince? Más bien serían dieciséis, porque antes es demasiado temprano para enamorarse ; pero no me atrevo a asegurar nada, considerando que tratándose del amor  el corazón madruga muy temprano, Si no recuerdo bien el «cuándo», por lo menos puedo decir con completa exactitud el «cómo» empezó mi sentimiento a manifestarse. Y mis pensamientos vuelan, miran los cientos de rostros de los transeúntes que caminan por la peatonal o recuerdan que a cinco cuadras y exactamente a esta hora, la una de la tarde, caminaba con paso decidido a esperar que sonara el timbre de la escuela y apareciera entre cientos de colegialas.

 

 No me era difícil ubicarla, aunque todas vistieran el mismo uniforme; pollera escocesa, suéter azul y medias del mismo color hasta debajo de las rodillas.  Para mí era toda una mujer pese a sus 13 años. La primera vez que la vi quedé como embelesado al mirarla. Un rayo de sol se filtraba y hería la seductora imagen que parecía querer desprenderse  y venir hacia mí. Se llamaba Ana. Era bella, muy bella,  sola imaginada en mis sueños de adolescente cuando los primeros estremecimientos de la pubertad me causaban, al caer la tarde, vagas tristezas y anhelos indefinibles.

 

Tenía...el pelo castaño oscuro, lacio y muy largo. Sus ojos color esmeralda y enorme me miraban constantemente lo que me producía una rara sensación; la recuerdo como ayer a mi lado y creo que nunca la olvidaré. Sensación de cuatro letras...el amor. Tan simple de leer y tan difícil de pronunciar. Y me parecía alcanzar el cielo con las manos.

 

Del color  de su mirada, mis ojos estaban llenos. Caminábamos sin rumbo, tomados de las manos húmedas y alborozadas. De vez en cuando una sonrisa, nada más. Sin embargo, en el transcurso de aquellos silencios, tuvieron que cruzarse entre nosotros muchas frases porque después nuestras primeras palabras tendrían un sello íntimo ligado a un amor  infinito. Así eran nuestros días, de noche imaginaba cómo iba a pedirle el primer beso. Practicaba pero mi timidez resistía, y no lograba ponerlo en práctica.

 

Pero por fin llegó el momento. Recuerdo que nos habíamos refugiado en una casa a medio terminar porque la lluvia ya no tenía piedad con nosotros. El cielo era una masa gris multiforme. Alzo la mano. Me descubre, ladea la cabeza. Sus labios finos y  sin pintar, despliegan una sonrisa que subyuga por completo mis ideas, mi raciocinio, mi carácter. ¿Dónde estoy? Me cuesta encontrarme a mí mismo replegado bajo el paraguas   que forma su primer beso cálido, directo, sin rubor; pero más me inquieta preguntarme. ¿Por qué no antes? ¿Perdí el tiempo retozando entre miedos mientras mi clarividencia me negaba la existencia de tan sublime paraíso? .

 

 En un instante ella está sentada a mi lado y habla sin cesar. Yo, por el contrario, apenas soy capaz de articular escuetos movimientos, siempre afirmativos, con la cabeza. Porque, tras recibir su primer beso, todo mi cuerpo tiembla. Al cabo de indescifrables momentos, dejamos el lugar y avanzamos por la calle de siempre. ¿La tomo de la mano o es ella quien lo hace? Sí, ella está segura. Se conduce en el camino del amor con innato placer y sabiduría,  aquella tarde nuestras mentes, nuestras palabras, nuestros actos, por una vez se aproximan.

 No está mal lo que a veces pueden lograr dos personas dos espíritus, que no tienen nada que ver en la vida. Ella es en todo diferente. Según vamos hablando, lo averiguo. Pero no le doy importancia. Las diferencias no existen en el amor.

 

 Entramos en un sitio donde la música suena suavemente, llevábamos caminando largo rato; dio igual de qué habláramos. Abajo hay un apartado. Allí nos reencontramos, tratamos de atravesarnos. Olvidamos las preguntas, las dejamos atrás. En el fondo sabemos que no son preguntas lo que uno busca en la vida sino respuestas. El primer beso es sensual y apasionado, lo más parecido a hacer el amor con la boca. Después nos abrazamos. ¿Cuánto tiempo estamos así? Me hubiera gustado cronometrarlo. Hoy me pongo científico. En el fondo me da cierta envidia pensar lo que fui y era capaz de hacer a tumba abierta. Una felicidad tan sana y pura sin tener nada más que ofrecer amor por amor a cambio de mucho más amor.

 

  Un suceso inesperado

.  Un suceso inesperado, impensado diría no deseado, arrebató súbitamente el sueño de nuestros corazones y los hizo prisionero de un insomnio perpetuo.   

Su padre era tesorero de un banco, y por esos días había recibido la noticia que lo ascendía a gerente. Para eso debía trasladarse a 800 kilómetros . Una nueva ciudad, una nueva vida.

 La madre, intentó  convencerlo  para que le permitiese a Ana terminar de cursar el año escolar en el mismo colegio, no resultó y de nada  valió el empeño que puso para hacerlo cambiar de parecer, ni siquiera el llanto suplicante de Ana. Con su carácter dominante impuso su convicción de que la familia no debía separarse.

Pareció que el mundo se me venía abajo. Nunca esperé un final así. Mis ojos, mi mirada, mi tensión, no se apartan un instante de la tristeza que me embarga. Origen de mi angustia y a la vez perentoria ansiedad que se mantiene hasta que las últimas esperanzas se desploman cuando, escondido detrás de un árbol los vi emprender el viaje. Una pena enorme, indescriipt ible, ganó mi corazón. Se iba un pedazo de mí. Sentí el cuerpo cansado, el  alma dormida, las manos vacías.

  Siento un infierno dentro. Algo pasa. Me revuelvo incómodo, mientras mi mente sin detenerse comienza a caer, a retroceder, se precipita perdida entre las manecillas del tiempo. De pronto, se detiene. Ante mí se abren unas cortinas y es como penetrar en un escenario del pasado..  Todo está quieto. Ni un sonido perturba el silencio salvo el piar melancólico del pájaro parado en mi ventana.

 

 La ausencia se hizo eterna, caminaba por los mismos lugares que frecuentábamos. Por las mismas calles, donde el espacio de su compañía está vacío, en cualquier lugar, en los lugares donde mi voz se acostumbraba a su oído y mis manos a sus manos. Casi a diario me paraba  frente al colegio y escuchaba sonar el timbre. Las cientos de chiquilinas salían casi en tropel, luciendo la misma pollera escocesa. La buscaba pero ella no estaba, en mi imaginación y como un fantasma volvía a sentir el aliento de su eterna belleza, el brillo de sus ojos, la dulzura de su voz.

 La desesperación me ganaba día a día y decidí contarle a mamá lo que me estaba pasando. Me escuchó con mucha atención tras lo cual intentó aconsejarme sabiamente.

  - Ay Nachito, me dice, mientras acaricia mi cabeza, a estas cosas del corazón hay que tomarlas con mucha calma. Se que duelen y mucho, máxime a tu edad la sensación de amor es un  sueño. Creo que todos en todas las etapas de la vida estamos capacitados para soñar y estamos capacitados para amar. Hoy sientes mucho dolor pero  la clave está en aprender a olvidar y en usar lo aprendido a través de los años para seleccionar a la persona adecuada ya  que el amor nos hace vulnerables, nos expone débiles frente a los demás.

  Sus palabras me llegaron profundamente, pero duró un instante. Nada ni nadie podía cambiar mi estado de ánimo. Era tan fuerte el dolor que sentía en el alma que había perdido  interés por todo. La alegría de mis viejos amigos había dejado de divertirme, comencé a tener problemas en el cole, abandoné la academia de ingles. Perdí el apetito y sólo a Pablo, mi mejor amigo, recibía  en casa.

 Para tratar de olvidar

 Con mi amigo, nos quedamos conversando hasta bien entrada la madrugada y resolvió quedarse a dormir. A la mañana siguiente me levanté más temprano que de costumbre. Prácticamente no había dormido como venía ocurriendo desde hacía bastante tiempo, una idea fija daba  vueltas en mi cabeza y decidí compartirla. 

 Corrí las cortinas del dormitorio y a través de la ventana, lo que se veía era un paisaje desolador y gris, apenas iluminado por los pocos focos parpadeantes que aún colgaban de las columnas del alumbrado. No  fue necesario despertarlo,  abrió los ojos y con su eterna cara de bonachón preguntó que ocurría.

 Aún en la cama, se acomodó los anteojos y se dispuso a escucharme.  Relato lo que mi almohada y yo habíamos planificado. Le aclaro que no es un intento de faltarle o esquivarle a la memoria, sino de alejarla como pueda y hasta dónde pueda, máxime cuando las esperanzas se están acabando.

 Le digo que cuento las horas desde que se fue, los minutos y los segundos también. Todo lo que me dio y tomé de ella. Que aún siento en mi alma ese amor que llenó mi vida, pero que es hora de pensar un poco en mí de lo contrario voy a enloquecer. Responde que estoy en lo correcto. 

 

 Y sigo…Evelín, la hija del contador que lleva las cuentas de papá, me llama todos los días al celular y Andrea, tu compañera de quinto,  me bombardea con e-mail. Serían una buena opción para comenzar a olvidar. Ver otros ojos, sentir otros besos.

 Pablo me dice que me estoy engañando. Que estoy eligiendo la peor opción, la forma más cruel de lastimarme. Que es una mentira que me estoy regalando, que esa no es la manera de olvidar.

 

 Lo escucho y se que tiene razón. Mis palabras están cargadas de nostalgia. No se puede borrar y enterrar todo de un plumazo bajo una montaña de rencores, angustia y rabia contenida que aún hoy, dos años después, sigo sintiendo en el pecho.

 

Me abraza y me invita a caminar. Durante gran parte del trayecto no levanto la vista del suelo. El me llama a reflexionar, habla constantemente, yo casi   no lo escucho. Mi cabeza está en otro parte “Hoy quisiera volver a ti,  si  me esperas; porque en tu Historia hay un trozo de mi historia, porque en tu Vida hay un trozo de mi vida”.

 

El final menos deseado

 Después de la conversación con mi amigo, todo siguió igual. “Una lágrima, un  amanecer de estrellas que va cantando una pena; en mi caudal llevo tristezas, amores con sabor a recuerdos, atardeceres en los que el sol se esconde silencioso. Versos que quizás escribí llorando, porque en el llanto naufragan muchas penas”.

 

Un día impulsado por no se qué cosa, tomé la determinación y llamé por teléfono, a decir verdad fue Pablo quien lo hizo. A medida que hablaba su rostro se iba desencajando y adquiría una palidez que metía miedo. Fueron segundos porque enseguida cortó. Se desparramó en un sillón y antes que preguntara me dijo con voz entrecortada…Ana…Ana. ¿Qué pasa con Ana? inquirí casi fuera de si. Le diagnosticaron cáncer, está internada en una clínica de Buenos Aires, y tiene pocos días de vida.

 

  Fue como si una enorme roca acabara de golpear  mi cabeza y todos los nervios de mi cuerpo se tensaron ante la  terrible noticia. Abrí la puerta de calle y comencé a correr.  Hacia dónde no se, pero corría. Caía, me incorporaba y seguía corriendo, hasta que quedé exhausto en el piso. A los pocos minutos oí el motor de un auto, era el de papá que junto a Pablo y mamá me levantaron y llevaron a casa.

 

  Estaba enmudecido por la noticia. De inmediato llamaron al médico de la familia, dijo que se trataba de una conmoción que debía tratar de tranquilizarme. Me inyectó un sedante y poco a poco me fui normalizando. Las tres o cuatro primeras palabras que hilvané estuvieron dirigidas a papá pidiéndole que me llevara  a Buenos Aires. Lo pensó un instante y asintió.

 

  De inmediato iniciamos la partida, nos acompañaron mamá y el inseparable amigo. El viaje fue eterno, a cada momento escuchaba su voz alegre y juguetona, su espíritu audaz y aventurero,  sus ojos brillantes y curiosos,  sus labios secretos que guardaron silencio de esta realidad que oscureció su mundo y mi mundo.  Y ese dolor me impulso a pensarla de otro modo, si una vez intenté un viaje por la piel de una mujer, mi locura que no tiene límites, y no sabe a dónde llegara, tal vez me lleve a la locura plena.
 

Y arribamos, estábamos frente a la puerta de la clínica y comencé a sentir una pesadez que no había sentido en mucho tiempo. Caminamos por un largo pasillo que nos conduzco a la habitación. Al entrar, pese a que no había demasiada luz, rápidamente identifique la figura de Ana, pero mi alma se estremeció. En su rostro se dibujaba angustiante, doloroso e irreparablemente el final. 

  - Amor aquí estoy- dije sin obtener respuesta alguna.

  -Ha perdido la memoria por eso no lo reconoce, hoy es su último día. Ha librado con coraje una lucha desigual con su impiadosa enfermedad - afirmó  una enfermera. Usted debe ser Ignacio o Nacho,  cómo siempre lo recordaba. Si le dije. Bueno ella me dio esta carta para que se la entregara. Suspirando,  abrí el sobre. Efectivamente era una  carta dirigida a mí.

 

Mi adorable Nacho:

 

 Estoy seguro que leerás esta carta antes de mi partida.

Ha llegado la última aurora: tengo al frente  tu imagen, agitada como mi alma,; coronada de recuerdos sin manchas como nuestras ilusiones; por sobre mí tu construiste el cielo más bello , la más hermosa sinfonía de amor, el más grandioso derroche de luz...

 Se que estás conmigo en los postreros latidos de la vida, en los últimos destellos de mi conciencia.

 Esta carta la escribe la misma mano que estrechó la tuya en las horas de amor, de  esperanza de  fe. Te dejo mis recuerdos, mis tristezas y las últimas lágrimas que vierten mis ojos antes de cerrarse Tuyos son mis últimos pensamientos. Tuyos son también los últimos latidos de mi corazón que tanto te amó.

 

  Quisiera que mi cuerpo quedara escrito para siempre en tu memoria. Siempre le aposté a nuestro amor. . Recuerdo cada caricia, cada beso, cada mirada. Esas noches que nos amanecía, sin sentir como pasaba el tiempo, ¿recuerdas? Horas llenas de risas, de juegos, de bromas, de música y canciones. ¡Cómo me hacías reír! . Siempre dijiste que para ti era importante verme feliz. Me gustaba cuando te sorprendía observándome y me decías que te encantaba el tono y la textura de mi piel.

 

  Se también que te dolió esta larga ausencia. Pensaste que me  habías perdido, quiero que sepas que siempre te esperé. Con el corazón en la mano, quiero agradecerle al cielo por haberte conocido y por seguir amándote. Juro que volvería a recorrer el mismo camino una y mil veces. No me lo perdería por nada ni por nadie

 A la hora de las íntimas congojas, aparecen antes mis ojos moribundos los hechizos de este amor de juventud. Imagino que me miras y en tus pupilas arde el fuego de los volcanes, Sueño que me hablas y en tu voz oigo los cientos de “te quiero” que me dedicaste... Eres la envidia del bosque, los demás árboles no tienen una mariposa de colores, como la que me regalaste.

 

 No dejes que mi partida te quite la ilusión de vivir, sino al contrario que  te den ganas de vivir, de hacer cosas nuevas y por más difíciles que sean, alcanzar tus metas., sigue con tu vida enamórate, ama, escribe, goza, vive!,

                                                                                           

 Sólo tienes una vida! Disfrútala!!

 

 No te digo adiós, simplemente hasta luego con un roce de mis labios a ese bello sueño que tuve tan cerca.

                                                                                                                       Ana

 

 

Mis pensamientos parecen aletargados, sólo esa especie de alarma, o algo así, que anuncia su falta de pulso, me hacen reaccionar. Instantáneamente médicos y enfermeras acuden a la sala y me piden que me retire, La observo por última vez y siento como si me hundiera  en el mar de la desesperanza. Los pájaros lo saben, se solidarizan y no cantan. Ella ya no está y la puerta entreabierta, a la espera de su regreso, quedará sin que nadie transponga sus umbrales. 

 

Con estas palabras, me fui despidiendo oyendo en mis adentros su llanto tenue, su sabor. Nada es eterno, pero jamás podré dejar de recordar a mi primer amor, aunque haya sido el más triste.

 

“Sobre el escritorio de mi oficina  tengo un portarretratos con su foto, justo delante de mi agenda diaria, para verla sin apenas levantar la mirada. Y no imaginan lo que me relaja esa sola imagen”. Algunos me preguntan. ¿De qué valen los recuerdos? . ¿De qué sirve un instante congelado en el tiempo ?. Respondo que no retraté la tristeza sino la felicidad “.

 

 

 

 

 

 

 

Comentarios

Aún no hay comentarios. Iniciá una conversación acerca de este tema.