Manifiesto sobre el machismo.


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@SUSU_68

18/01/2010#N30288

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Manifiesto sobre el machismo.




 


A veces recuerdo con cierta nostalgia ese modo de vivir de nuestros padres, vigente aún en las generaciones mayores de nuestro país y de muchos pueblos de habla hispana, donde el hombre era “dueño y señor” en su casa.

Con la industrialización, la igualdad de oportunidades y la consiguiente emancipación de la mujer, los hombres, a regañadientes, hemos tenido que aceptar la “igualdad” entre los sexos. Por lo tanto, cuando pienso que en un gran sector del mundo donde predomina el idioma de Cervantes la autoridad masculina aún puede verse y para los mayores no tiene discusión, me siento indirectamente reivindicado.



El culto al varón está ya implícito en la sentencia bíblica: “...buscarás con ardor a tu marido que te dominará”. El machismo es una combinación en la que predominan la sensualidad, la vanidad ostentosa, la bravata y un amor propio rayano en el narcisismo. Pero el machismo no implica la búsqueda de un objetivo concreto, como persigue el feminismo, con  su bien definido ideal de lograr para la mujer los derechos que en el pasado sólo ejercía el hombre. En mi opinión, el hombre “de verdad” es el que se gana el respeto de los otros hombres y el afecto de las mujeres; y, desde luego, debe ser un caballero.



Aunque el término “macho” lo atribuyo al hombre físicamente completo y sano, no necesariamente tiene que ser un caballero, e incluso puede ser un tipo grosero.

El machismo proclamado es, al menos para mí, la actitud de un hombre incompleto, o inseguro, o inmaduro.



Desde Méjico, uno de los bastiones del culto a la hombría, escribió Octavio Paz: “El ideal de la hombría consiste en no rajarse [achicarse] nunca”. En “El laberinto de la soledad”, el poeta mejicano dice: “Una palabra resume la agresividad, impasibilidad, invulnerabilidad, uso descarado de la violencia y demás atributos del ‘macho’: poder. La fuerza, pero desligada de toda noción de orden: el poder arbitrario, la voluntad sin freno y sin cauce”. Se puede deducir de esto que el “machismo” es la insensata hipertrofia de la hombría.



El arraigo aún del culto al varón en los matrimonios mayores de algunas partes de América latina viene por herencia de España, quienes, a no dudar, lo heredaron de los moros, que eran –y son– sus exponentes máximos, con sus harenes y el total dominio masculino.



Ya los caballeros andantes medievales se jugaban la vida rompiendo lanzas en defensa de su honor o bregando por los favores de una hermosa doncella.

Hace más de cuatrocientos años, con las andanzas de un loco sublime, Cervantes dio a entender que el machismo es la exaltación de la hombría.

Aunque no es fácil definir la personalidad de don Quijote –combinación de nobleza, caballerosidad y audacia–, puede decirse que no le temía a nada y que en su imaginación escalaba las cumbres.

Sancho, en cambio, era el hombre práctico que, cuando algo había que temer, sentía temor. Era el hombre rústico de esos días; paradójicamente, el tipo corriente –aunque con presencia urbana- que vemos en las grandes ciudades de hoy, donde difícilmente se encuentra un Quijote.



En su obra Tres ensayos sobre la vida sexual”, el gran pensador español Gregorio Marañón escribe sobre don Juan Tenorio y rompe el mito de considerarlo un arquetipo de virilidad,  simbolizando ese modelo de varón en Otelo: “De ahí mi encono –dice–, no contra don Juan, que ello sería pueril, sino contra el mito que sustenta. Este mito es dañino, primero, por ser mito; es decir, por ser mentira; pero, además, es la justificación de una poligamia estéril y con detrimento del trabajo creador. Que sea así quien quiera o quien pueda; pero que no se pretenda hacer de ello el modelo de la virilidad, que es todo lo contrario...”



Alejandro Dumas escribió que el hombre es por naturaleza polígamo. Y la poligamia se practica como cosa normal en ciertas partes del mundo, donde nadie la condena.

Los cónyuges de las damas poliandrias deben ser “muy machos”, aunque, también en mi opinión, no necesariamente “muy hombres”.



En mi opinión, el ser meramente un macho, si muestra cobardía ante ciertas circunstancias, no lo hace un genuino representante de su género.-

 

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