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Escrito por
@RAULOX

11/02/2010#N30516

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El racimo de sensaciones que poblaron sus vidas durante tres meses construyeron un castillo cubierto de abrigo, cubierto de placer, aquellas luces de verano que salían de sus ojos al mirarse, iluminaban sus almas, fue una luz tan intensa que encandiló sus esperanzas y se creyeron tan plenos, tan apasionados tan intensamente encantados que olvidaros sus vacíos que inertes ensombrecían sus vidas.

Ese amor que nació de repente y que a veces se esconde entre discusiones, temeroso de ser sorprendido, que en ausencia los separa por algunos instantes. Pero el eterno desconsuelo que ese amor siente al estar oculto en la oscuridad de su refugio, lo obliga a volver a salir. Y valiente se impone volviéndolos locos. Hundiendo sus corazones hasta que por fin el orgullo sede y vuelven a abrazarse para sentirlo presente otra vez en sus vidas.

Será que por haber perdido a un viejo amor, ella contamina el que siente por él. Que es nuevo, limpio y sincero. A pesar de ser tan inoportuno.
Será que sus enojos, sus cambios de ánimo, su desconfianza injusta destruye su seguridad la suya propia, la de él que opaca su amor que es tan cierto, tierno, sensible y que arde al estar cerca de ella. A pesar de sus corazas.

Aquella tarde de febrero en que sintieron como el cálido beso en su mejilla acariciaba su libido. Como él se iba emborrachando con su piel tan suave y cálida. Tarde en que no dejaron de mirarse. De quererse. De desearse. Y de amarse como si fuera la eternidad la que los protegía.

Un mensaje que recordaba un libro y su pensamiento, logro que se dejara poseer por sus besos. Y sentir como el tiempo, enemigo de la belleza, comenzaba a desaparecer. Bebieron sus labios y sus cuerpos, esa noche. Cuando todavía nada más que sentirse juntos importaba.

Aquel día existe, perdura y vivirá para siempre en sus cuerpos. Sus almas. Su vida.

Pero a veces, ella busca en él a otra persona. Busca un hombre diferente. Un Dios obediente y consecuente. Un león domesticado que respire solo su aliento y se quede encadenado un rato a su lado. Hasta que decide alejarlo fuera, cuando entonces pretende que sea todo lo contrario. Cuando entonces nada la complace. Y lastima su alma, oprime su pecho como si la soledad fuera su coraza.

Hoy es otra tarde, la de esa gota de rocío que se fue deshaciendo entre las hojas del sauce, la que así cayendo, fue a dar a su mentón. Él siguió mirando el lago y los patos sobrevivientes. La mirada que se había metido en su memoria hizo una pausa para parpadear. Mientras el sol perdía la batalla que a junio, esta vez, le había costado bastante ganar.

Ella llevaba de su mano a su niña que insistía en pedirlo todo. Atendía sus movimientos y en permanente alerta respondía las llamadas celosas de su pasado. Ella es toda ternura y debilidad, simpatía y dulzura como tan áspera y fuerte cuando la amarga la repulsión.

La culpa del sauce no existe. Como la de él mismo a pesar de la congoja en el pecho. Sacudiendo la cabeza y ansioso, no dejaba de llamarla. Ansiedad y ardor que desaparecían al escuchar su voz.

Como aquella ropa planchada hace tiempo quedó abandonada en los cajones, por no poder seducir su postura, esa ropa que se va quedando escondida y debajo de todo hasta que un día alguien decide que ya no merece siquiera un lugar. Pero en otro día alguien que necesitado espera, la encuentra y la abraza como a la mejor prenda que haya nunca visto. Y este nuevo dueño se viste con ella, se siente encantado, pleno y hasta se da humos de gran ganador. Lucha y se desangra por conservarla. Hasta pierde cosas que creía obtenidas. Pero es esa prenda que hasta hace tan poco y la vez tanto, todavía sentía el desprecio de un dueño ya ausente que ha desaparecido.

Por eso lo confunde. Por eso se confunde. Porque no cree en su presente. Sigue aferrada a un pasado que la absorbe, la confunde e insiste en negar que quien la ama es suyo. Que no importan los demás. Que no importa la envidia de los que se quedaron solos. Ni el grito desesperado de los abandonados. Importa los ojos de quien la ve tan bella. De quien se siente pleno, apasionado y tan deslumbrado. Celoso y ausente cuando lo desprecia.

La gota ya al fin se seca en la tierra. Gota que una nube abandono al rocío y en esa caída se creyó perdida. Gota que se vuelve dueña de nuevas raíces. Gota que ya es sabia de una flor que nace. Flor que ahora se sabe tan bella y pretendida que siente ya ganas de cambiar sus dueños, que incluso ya piensa en volver con ese que la había dejado perdida y sin vida.

-No vuelvas… Repite mirando el reflejo del lago de patos. –Quedate conmigo. Se dice perdido.

Sin mirar las gotas que siguen cayendo porque no le importa más que su propio destino. Pero ella sigue tan atenta a otras gotas y a su pasado que abandona una vez más el amor que la ha resucitado. Se aleja lo engaña. Le miente y lo va abandonando. Su desprecio es infinito. Como la tristeza que cae sobre los hombros del hombre que se ha quedado ya sin lágrimas.

 

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