Benedetti-Subiela-Grandinetti- Sandra- Ballesteros-Ramirez


Registrate en Encontrarse y empezá a conocer gente ya

Publicado por
@SERGGIO

18/06/2010#N32185

0 Actividad semanal
920 Visitas totales


Registrate en Encontrarse y empezá a conocer gente ya




























 

"Rostro de vos" Poema de Mario Benedetti. Película El lado oscuro del corazón. Director Eliseo Subiela.



.

Tengo una soledad

tan concurrida

tan llena de nostalgias

y de rostros de vos

de adioses hace tiempo

y besos bienvenidos

de primeras de cambio

y de último vagón.

.

Tengo una soledad

tan concurrida

que puedo organizarla

como una procesión

por colores

tamaños

y promesas

por época

por tacto y por sabor.

.

sin un temblor de más,

me abrazo a tus ausencias

que asisten y me asisten

con mi rostro de vos.

.

Estoy lleno de sombras

de noches y deseos

de risas y de alguna maldición

.

Mis huéspedes concurren,

concurren como sueños

con sus rencores nuevos

su falta de candor.

yo les pongo una escoba

tras la puerta

porque quiero estar solo

con mi rostro de vos.

.

Pero el rostro de vos

mira a otra parte

con sus ojos de amor

que ya no aman

como víveres

que buscan a su hambre

miran y miran

y apagan la jornada.

.

Las paredes se van

queda la noche

las nostalgias se van,

no queda nada.

.

Ya mi rostro de vos

cierra los ojos.

.

Y es una soledad

tan desolada.


 

Caricatura de Mario Benedetti, por Rolando Ramírez 

 


 

 

Comentarios

@SERGGIO

19/07/2010



Tutifruti repasando lo subido recién leo tu comentario ,gracias , viste la cara de la cajera cuando Grandinetti ( Oliverio Girondo en la ficción ) comienza a recitarle la poesía y la molestia de los que están haciendo la cola?!! es que pocas cosas deben romper más lo establecido que una poesía en un Banco , en la cola de la ventanilla de un Banco jaja !!! ,es que la poesía es así , hecha está para derribar estructuras... y si no lean una del Oliverio Girondo real , acá dibujado por Carlos Alonso en 1970...

 

 
 
 
 
 
 
 

"No se me importa un pito que las mujeres
tengan los senos como magnolias o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero,
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de sorportarles
una nariz que sacaría el primer premio
en una exposición de zanahorias;
¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono,
bajo ningún pretexto, que no sepan volar.
Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
Ésta fue -y no otra- la razón de que me enamorase,
tan locamente, de María Luisa.
¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos?
¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo
y sus miradas de pronóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina,
volaba del comedor a la despensa.
Volando me preparaba el baño, la camisa.
Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando,
de algún paseo por los alrededores!
Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado.
"¡María Luisa! ¡María Luisa!"... y a los pocos segundos,
ya me abrazaba con sus piernas de pluma,
para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia
que nos aproximaba al paraíso;
durante horas enteras nos anidábamos en una nube,
como dos ángeles, y de repente,
en tirabuzón, en hoja muerta,
el aterrizaje forzoso de un espasmo.
¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera...,
aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas!
¡Que voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes...
la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer una mujer etérea,
¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre?
¿Verdad que no hay diferencia sustancial
entre vivir con una vaca o con una mujer
que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender
la seducción de una mujer pedestre,
y por más empeño que ponga en concebirlo,
no me es posible ni tan siquiera imaginar
que pueda hacerse el amor más que volando."