Un día complicado (cuento)


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Escrito por
@EDGARDO20008

01/04/2013#N43082

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Un día complicado (cuento)

Marzo de 1996 – Lobos – Pcia. de Buenos Aires

En esos tiempos, ya con 47 años había comenzado a pegar la vuelta de determinadas exigencias físicas así que solo me dedicaba como deporte a saltar en paracaídas al mismo tiempo que filmaba y tomaba fotos a los que realizaban su salto de bautismo.

Esto se llevaba a cabo con un sistema que se utiliza en la actualidad y que consiste en un paracaídas de mayor tamaño en el que puede viajar cómodamente el paracaidista piloto y sujeto a él, un pasajero, el salto se efectúa desde normalmente 3000 metros y la apertura se realiza a los 1500 metros a fin de que el pasajero disfrute algo más del paseo con el paracaídas abierto y el proceso completo dure más tiempo, además, 1500 metros de caída libre, alcanza para cualquiera que lo haga por primera vez.

El “cámara” debe de saltar al mismo tiempo que el paracaidista que lleva el pasajero y así poder realizar las filmaciones y fotos de todo el proceso de caída libre hasta la apertura, luego, abrir más abajo para lograr así llegar antes al suelo a fin de filmar también el aterrizaje del pasajero.

En aquellos tiempos aún no se habían inventado las cámaras pequeñas y digitales de ahora, así que llevaba una Nikon de 35mm con disparador electrónico como cámara de fotos y una filmadora Panasonic con objetivo gran angular, ambas instaladas en el casco que me colocaba ajustándolo con algunas correas extra, también llevaba una suerte de “mira” que me permitía apuntar hacia donde deseaba filmar o tomar fotos.

Ese domingo de Marzo el Comando de Aviación de Ejército nos había gentilmente cedido un avión De Havilland Twin Otter, biturbo hélice con capacidad hasta 18 paracaidistas.

El piloto era el teniente primero Jorge Pérez Carmona, un teniente de copiloto y un sargento primero de mecánico de abordo

El avión vendría desde Campo de Mayo a nuestro Club de Paracaidismo en Lobos y nos elevaría a través del día tres o cuatro veces hasta los 3000 metros, luego regresaría a Campo de Mayo por el tema del combustible, ya que en Lobos no hay combustible para turbinas.

Saltos gratis con un avión grande, no es algo que se dé muy seguido, así que había que aprovecharlo.

La meteorología se presentaba con el cielo cubierto a unos 1800 metros de manera tal que nos impedía visualizar el lugar de lanzamiento más allá de esa altura.

El piloto, se nos acercó y nos dijo que solo podía subir hasta la altura de las nubes por el problema de falta de visibilidad pero, que si nosotros queríamos él, como contaba con “GPS recién instalado”, nos podría llevar hasta el punto de lanzamiento a 3000 metros pero por sobre las nubes.

Los muchachos me miraron y me preguntaron:

- que es un GPS?

Basándome en que los utilizaba a diario en mi trabajo de piloto les respondí confiado: “no se hagan problemas, por más que estemos arriba de las nubes y no veamos nada, ese aparatito nos deja pipi cucú aquí arriba”.

Los aparatos de GPS en esos tiempos eran rudimentarios y sin la información gráfica que presentan ahora, en realidad solo entregaban una colección de números que interpretados por un usuario entrenado, le ofrecían la información necesaria para llegar a destino, no obstante para aquellos que navegaban o volaban y debido a la falta de ayudas a la navegación de nuestro país, eso era “maná del cielo”.

Así que obviamente aceptamos, (un paracaidista deportivo “de raza” jamás dice que no a subir unos metros más)

Mi amigo Guillermo y yo nos ocuparíamos ese día de los saltos de bautismo, el llevaba el pasajero y yo, como mencioné antes, jugaba de “cámara”.

Con Guille hacíamos un buen equipo, ya que al contrario de él, a mí me gustaba más filmar el salto que llevar pasajeros, además yo solo había llevado un par de compañeros como para probar, pero no había hecho el curso correspondiente, de manera tal que no estaba oficialmente habilitado para esa actividad.

Ya habíamos completado cerca de medio centenar de saltos juntos llevando “bautismos” y nos entendíamos muy bien, él además se encargaba de todo el tema de la logística del salto, mientras que yo solo debía filmar los mismos, luego le entregaba el casete con el video y él se encargaba de editarlo, musicalizarlo y entregárselo al interesado, lo mismo que las fotos, que como no eran digitales se entregaban o se enviaban a domicilio en la semana.

El primero que llevaríamos era a Juan Carlos, un muchacho de unos 20 años al que los padres le habían regalado el costo del salto de bautismo por haber aprobado el ingreso a medicina.

Los padres, allí presentes, eran un Señor con look de persona “del campo”, al menos así lo denostaba su boina, su saco, sus zapatos lustrados y su poncho de vicuña sobre los hombros y la señora, más menudita, que calzaba zapatos y cartera negra, señales indiscutibles que al menos no se trataba de una pareja muy afín con manifestaciones deportivas y menos de esta clase pero, aparentemente, el costearle el salto era una promesa que le habían hecho al hijo y allí estaban estoicamente esforzándose por sonreír ante tamaña “tragedia” que significaba ver a su hijo “tirándose” de un avión.

Después de las instrucciones de rigor y ponernos de acuerdo con todos los demás paracaidistas, (briefing que se le llama) abordamos el avión, este arrancó sus motores e iniciamos el carreteo hacia la cabecera de la pista en uso.

Despegamos y luego de una decena de minutos y al llegar a los 1700 metros de altura nos metimos dentro de la capa de nubes, la misma tenía un espesor aproximado de unos 1000 metros, así que pasados los 2700 estábamos volando a pleno sol, nos terminamos de equipar y organizar dentro de la cabina. Como éramos muchos, primero saltarían los que lo hacían individualmente o en pequeños equipos y luego Guillermo con el pasajero al mismo tiempo que yo, aunque nosotros nos manteníamos al fondo del avión pegados a la puerta para no tener que caminar desde adelante del avión con el pasajero enganchado.

Llegamos a los tres mil metros y miramos las luces instaladas sobre la puerta de la cabina de pilotos, una verde y una roja, la roja se encendería cuando faltaran dos minutos para saltar y luego cambiaría a la verde habilitando la salida.

Normalmente en paracaidismo deportivo, en contraposición con el paracaidismo militar, las luces están de más, ya que el momento para saltar lo selecciona el paracaidista, el piloto solo debe de hacer una corrida con el avión a la altura prevista, en contra del viento y pasando por la vertical de la zona de lanzamiento pero, dado este especial caso en el que el piloto debía “seleccionarnos el lugar de lanzamiento” mediante su GPS, las luces verde y roja pasaban a ser válidas.

Se comienza a complicar.

La luz roja no se encendía y mientras tanto seguíamos tomando altura, ya llegábamos a los 3400 metros y sin noticias de la “lucecita”, nos comenzamos a mirar entre todos y todos, a su vez, me miraban a mí, por muchas causas, pero la principal supongo que era por ser el más “anciano”, yo no tenía ni idea de que estaba pasando ni donde estábamos, abajo solo se veía un manto blanco de nubes de manera tal que quedamos solo en manos de que el piloto y su GPS nos guiaran al punto de lanzamiento.

El mecánico, que estaba asomado en la cabina giró, nos miró y nos señaló con dos dedos como si intentara decir “dos minutos para saltar”, alcancé a señalarle la luz roja que justamente estaba apagada, la golpeó un poquito con los nudillos y me señaló con el pulgar hacia abajo como que no funcionaba, así que para que todos estuvieran atentos grité: “DOS MINUTOS!!!!”,

Los primeros que iban a saltar se fueron apretando contra la puerta, yo quede al fondo mirando hacia la cabina como para retrasmitirles la orden de salto cuando viera la luz verde, paso un minuto, luego otro… y dos más, seguíamos en vuelo ya llegábamos a los 3800 metros y …no pasaba nada, en ese momento se asomó nuevamente el mecánico y me repitió la seña de DOS minutos, ahí pensé que algo andaba mal, o me estaba diciendo que quería fumar, haciendo la V de la victoria o que Perón Vuelve, inmediatamente el avión giro con mucha inclinación hacia la izquierda, luego se niveló, todos me miraban mientras yo miraba en dirección a la apagada luz verde, en ese momento se asoma el mecánico y nos hace señas de que saltemos, más bien una seña que se podía interpretar como:

“…que carajo hacen que no saltan!!!!?”

La luz verde seguía apagada, yo seguía sin saber lo que estaba pasando pero me pareció más prudente pensarlo desde afuera del avión, así que pegué el grito y todos los que saltaban individualmente lo hicieron, luego salí al exterior agarrándome del marco de la puerta, esperé que se asomara Guille con el pasajero, nos miramos y saltamos.

Filmé la caída con algunos buenos planos ya que al atravesar la capa de nubes, la iluminación se convierte en perfecta por la ausencia total de sombras, en materia de luz, es como estar cayendo dentro de un gigantesco tubo fluorescente y es por demás magnifico el momento en el que se termina de atravesar la capa de nubes y sorpresivamente aparece “el planeta” en todo su esplendor.

Llegando ya a los 1500 metros Guille me hizo la seña convenida y abrió su paracaídas, yo seguí para abajo para abrir a los 800 metros de forma de aterrizar con tiempo para filmar el aterrizaje de Guille con el pasajero.

Luego de abrir y controlar el velamen inflado, solté los frenos, el paracaídas se disparó hacia adelante y mire para abajo por primera vez, traté de localizar el Aero club pero…..oh sorpresa!!….no estaba!!!.

Bastante desplazado se veía una laguna más chica que la de Lobos y una ciudad muy pequeña en un costado, en la vertical solo había campo y una ruta pavimentada sin aparentemente mucho tráfico, localicé a los que habían saltado antes y que ya se dirigían hacia la ruta, ya que el aeroclub estaba “ausente”, obvio, yo también hice lo mismo y no me quedaban dudas de que de igual forma Guille nos seguiría.

Nunca hubo nada escrito al respecto pero siempre se convino en casos extraños como este, tratar de mantenernos juntos a fin de ayudarnos

mutuamente si fuera necesario.

Aterrizamos todos en la banquina y en una franja de césped que había a continuación de esta, del lado de afuera de un alambrado perimetral como para ganado.

Algunos ya se habían quitado los equipos y corrieron para asistirlo a Guille con el pasajero, yo mientras tanto lo filmaba, aterrizó bien y con el pasajero extremadamente contento.

La pregunta era “dónde estamos?”

Sin duda una muy buena pregunta pero la respuesta al menos yo no la tenía, así que les sugerí que junten los equipos y los agrupen a fin de evitar extraviar algo y estar atentos por si pasaba alguien por la ruta para preguntarle.

Unos minutos después de haber aterrizado y aun quitándonos los equipos, noté que un par de muchachos, para ahorrar tiempo como para un futuro próximo salto, se habían puesto a plegar sus paracaídas, yo recorrí el terreno con la vista y solo observé a unos 300 metros lateralmente a nuestra posición, un arco de entrada con una arboleda añosa y muy tupida, que probablemente indicaba el acceso al casco de alguna estancia de la zona, por un momento pensé en ir a pedir información a ese lugar pero, me pareció muy lejos y decidí quedarme y aguardar que pasara alguien por la ruta y preguntarle.

En ese momento hizo su entrada en escena el Comisario Abelardo Núñez, quien apareció haciendo chirriar los frenos de una camioneta ocupada por dos policías más, seguida de un auto patrullero (Ford Fálcon) con otros dos efectivos, ambos móviles se detuvieron a una prudente distancia en el medio de la ruta y apuntando su vehículos hacia nosotros, hasta allí sin problema, el problema surgió cuando también apuntaron sus armas contra nosotros, mientras que el comisario comenzaba con el interrogatorio a los gritos y que, a esa distancia, no se entendía casi nada lo que intentaba decir.

A todo esto yo observaba una de las puertas de la camioneta abierta con un individuo parapetado detrás, con chaleco antibalas, una escopeta en la mano camisa celeste, gorro azul, pero con los pantalones remangados y en sandalias hawaianas.

La situación de por si se tornó muy difícil de entender, así que en principio les dije a los muchachos que se quedaran quietos sin moverse.

El comisario gritó desde lejos y sin dejar de apuntarnos

-Quienes son ustedes?

Me adelante lentamente unos pasos con las manos a la vista y quedando al frente como interlocutor respondí:

-Vea oficial, saltamos de un avión del ejército y…

-De que ejército? me interrumpió

-Y…. del nuestro!! ,….pero dónde estamos??? , esto es Argentina…no?

-Si…como se llama usted?

-Le dije mi nombre

-Tiene documentos o alguna identificación?

-Y no, vea… , saltamos siempre sin documentos porque siempre caemos en el Aero Club de Lobos…

-Están armados?

-Armados??? Nooooooo!!!.... como vamos a estar armados???!!!

-Y que hacen aquí?

-Bueno es difícil de explicar pero en principio le erramos el salto y vinimos a caer aquí…. porque no nos dice dónde estamos y cómo podemos hacer para regresar a Lobos?

-Están en jurisdicción de Navarro y Lobos queda a más de 20 kilómetros de aquí…

-Ah bueno, entonces cual es el problema?....le repito, aterrizamos por error y…

-Si, si!!!, me interrumpió, lo que pasa es que ahí atrás, en la estancia, está el Embajador de los Estados Unidos comiendo un asado y la gente de su custodia personal empezó a los gritos que “aterrizaba un comando de paracaidistas!!!” y nos hicieron venir para aquí a identificarlos y que si se acercaban iban a tener que abrir fuego, así que nos vinimos de raje para aquí y los encontramos a ustedes armando una carpa en el medio de la banquina.

-No, no, nadie está armando una carpa comisario, están plegando el paracaídas, bueno vea jefe, le juro que somos de los “buenos” y esto es solo una casualidad, dígame como podemos hacer para regresar al Aero club de Lobos y no los molestamos más.

Ya más flojo y caminando hacia nosotros me respondió

-Y no sé, salvo que esté el Fernández que tiene un micro escolar y los acerque… pero le van a tener que pagar…

-No hay problema y de donde lo sacamos al Fernández ese?

-A ver Méndez!, dirigiéndose al policía que estaba cerca del Falcon, se me va con el patrullero al pueblo y me lo busca a Fernández, el del micro anaranjado, que se me venga para aquí a la disparada que tiene una changuita para llevar una gente a Lobos, yo mientras tanto me voy con la chata a tranquilizar a los de la estancia y ustedes, refiriéndose a nosotros, se me quedan por aquí hasta que venga el micro, estamos?

-Si comisario, aquí estaremos sin duda y muchas gracias!!!

A todo esto Juan Carlos, el que hacia el salto de bautismo y que había escuchado todo el diálogo con el comisario me decía:

-Che, todos los saltos de ustedes son así?

El micro de don Javier Fernández era un micro en el que probablemente haya llevado al mismísimo Sarmiento a la escuela, ya no lo usaba como transporte escolar, le habían retirado los asientos y su color naranja era solo un recuerdo tapado de óxido, nos comentó que pensaba hacerlo “casa rodante” y que el proyecto lo había comenzado hace cinco años pero estaba “algo demorado”, si nos podíamos arreglar sentándonos en el piso, él nos llevaría sin problemas.

Subimos, iniciamos la marcha y a poco de andar notamos un fuerte olor a gases de escape, le advertimos del particular y nos dijo que ya lo sabía, que el caño de escape en realidad no estaba, pero que “esta semana sin falta lo iba a volver a colocar reparado” y que mientras tanto, manteniendo las ventanillas abiertas no había problemas, no solamente mantuvimos las ventanillas abiertas, sino también las cabezas afuera ya que dentro de la cabina el monóxido de carbono era de una pureza del 99%.

Guillermo me preguntó de ventanilla a ventanilla contigua: che este micro era para llevar chicos a la escuela o para matarlos?

Al mismo tiempo de estos sucesos, aterrizaba en Lobos el Twin, se dirigía a la plataforma y detenía los motores, Julio, uno de los pilotos habituales del club, se acercó al Twin y se asomó por la puerta, cuando no vio a nadie, preguntó:

-Y los muchachos?

El teniente primero empalideció y preguntó tembloroso

-como?……no cayeron aquí?

-No, aquí ni los vimos, pensamos que no habían saltado por el tema de las nubes…

-…y….y dónde están? preguntó el teniente primero

-Y vea, si Usted no los tiene y aquí no cayeron, es fácil deducir que perdió 18 paracaidistas…

-No puede ser!!!!, me quiero morir!!!!…

-Quédese tranquilo que si no se muere, se me hace que lo van a querer matar…

En ese mismo momento y como para confirmar que “nada es tan malo que no pueda ponerse peor”, se comenzó a escuchar el clásico chop chop chop de un helicóptero Bell UH1H del Ejército en descenso sobre el Aero club.

Una vez aterrizado, descendió del lado del copiloto el Mayor Carlos Ramírez, instructor de vuelo, mientras del otro lado, un subteniente que aparentemente venia volando como alumno piloto.

El Mayor se acercó al Twin, se presentó y comentó que, aburrido de dar vueltas sobre el aeródromo de Campo de Mayo decidió hacer una “tiradita” hasta aquí, ya que sabía que estaba el Twin lanzando paracaidistas y de paso, practicaba un poco de navegación aérea con el subteniente alumno.

Dicho esto, el Mayor preguntó….y van a saltar nuevamente??

El teniente primero tragó saliva y respondió:…y vea mi mayor, en principio si…pero siempre y cuando los encontremos…

Así que ya sin escape optó por ponerlo al tanto del “problemita” que había tenido.

El Mayor guardó unos segundos de silencio y luego con voz de tanque de guerra empantanado expresó:

-Pérez Carmona, me quiere Usted decir que tiró 18 paracaidistas y que no tiene la más puta idea de donde cayeron?!!!!

-Si mi Mayor, respondió tímidamente el teniente primero

-O sea que pueden haber caído en el medio de la laguna y haberse ahogado o lo que es peor, pueden haber caído en el mismísimo jardín de la casa del Coronel????

-Sí, mi Mayor.

-Si, un carajo!!! ,traiga los mapas y vamos a organizar la búsqueda ya mismo!!!

Todo esto estaba siendo presenciado a lo lejos por los padres de Juan Carlos que sin acercarse veían y notaban la tensión reinante, así que decidieron tímidamente preguntar al primero que pasara que era lo que estaba sucediendo, el primero que pasó como no sabía que decirles les dijo que el avión donde iba su hijo “todavía estaba volando”…

El padre de Juan Carlos le preguntó entonces: pero como?, ese no es el avión?, señalando al Twin…

-”noooooo, ese es otro igual, en el que va su hijo está tomando altura todavía,”

-Pero hace más de una hora que salieron….de donde van a saltar? …de la luna? comentó por lo bajo mientras el interrogado continuaba su marcha.

El padre de Juan Carlos quedó sumido en la más completa desorientación mientras que la madre sacaba sigilosamente un rosario de su cartera y comenzaba a hacerlo circular entre sus dedos.

Para nada convencido con la primer respuesta, se encaminó hacia la barraca del club y al primero que vio le preguntó por la suerte de su hijo, a lo que le respondieron que “en realidad como había muchas nubes aquí habían saltado en el Aero club de San Miguel del Monte, distante 40 km y que ya los estaban trayendo en micro y que todo estaba bien…”

Aún más confundido, el Señor se acercó para darle la nueva información a la madre y se pudo observar que la señora aumentó notablemente la velocidad con la que pasaba las cuentas del rosario.

En esos momentos hacía su entrada en el Aero club la “cámara de gases rodante” de Don Javier Fernández con 18 paracaidistas a bordo con las cabezas asomadas por las ventanillas, así que todos nos saludaron pensando que estábamos de festejos, mientras que en realidad estábamos luchando por respirar.

Mientras que todos bajaban los equipos del micro contentos por haber llegado vivos, yo me dirigí hacia donde estaba el piloto del Twin para tranquilizarlo pero, sorpresivamente me crucé con el Mayor Ramírez, nos saludamos muy afectuosamente ya que yo había sido su primer instructor de vuelo de helicópteros hace muchos años y no le veía desde Malvinas.

Nos alejamos caminando y comenzó a despotricar contra el teniente primero por haber perdido a los paracaidistas (entre ellos yo mismo) y las represalias que iba a tomar cuando regresaran a Campo de Mayo.

Le hice recordar entonces a “cierto subteniente” que hace muchos años, un domingo, llevó a pasear en helicóptero a una señorita (no autorizada por cierto) y no tuvo mejor idea que hacer una pasada rasante sobre la montaña rusa del desaparecido Italpark, en aquel entonces instalado en la zona de Retiro, con tan mala suerte que se encontraba el Comandante de Aviación de Ejército con sus dos nietitos, ya de por si asustado de estar dentro del carrito y a punto de zambullirse en picada, cuando le pasó un helicóptero Bell UH1H a 200 kph y escasos par de metros sobre la cabeza.

Le recordé que en esa oportunidad querían hacer con él “un felpudo de piel de subteniente” y todo lo que tuvimos que inventar para que eso no sucediera, así que finalmente lo convencí, nos reímos del recuerdo y acordamos en que la pérdida de los paracaidistas, “oficialmente”, nunca había sucedido.

Finalizado el episodio, todo en su lugar y armoniosamente, miramos el cielo y se podía ver el sol y el celeste hasta el infinito, así que dejamos nuestros equipos en manos del plegador y bueno…. Guillermo me miró y me imaginé lo que iba a decir, le adelanté que por mí no había problema, así que se fue a invitarlo a Juan Carlos a un segundo saltito a cargo “de la casa”, como para compensar el primero tan “desprolijo”, por llamarlo de alguna forma.

Se escucharon unos gritos de alegría y observé que el padre elevaba lentamente la vista al cielo, mientras que la madre sacaba nuevamente el rosario de la cartera.

Esa noche ya tarde y mientras que regresaba en mi moto para la capital, repasaba las vivencias del día, lo que sumado a los tres saltos que finalmente hicimos me generó la duda de si “ya estaba bien”.

El paracaidismo es y será siempre el deporte de mi vida pero, también, cuando uno está un poco cansado o cuando el entusiasmo decrece, hay que saber decir basta antes de cometer algún error que lleve a que todo el castillo de naipes construido a través de los años se caiga en un par de segundos.

Ya habían pasado 29 años desde mi primer salto y como no soy devoto del sistema decimal como para “tratar de llegar” a los treinta y como “hay una gran diferencia entre renunciar y saber que ya tuviste suficiente”, creería que ya ha llegado el momento de dejarlo aquí.

Fin

PD: Como de costumbre le pasé todos estos recuerdos a un amigo para que arme un cuento y lo publique en el foro de Encontrarse.com.

Esto es un cuento, por consiguiente los hechos, lugares y protagonistas son imaginarios, cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia.

 

Comentarios

@MAGALI7702

02/04/2013



 Buenísimo el cuento!!! No  me pude distraer ni un segundo hasta terminar de leer!!!

Saludos.
Magalí