El mandala (cuento)


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Escrito por
@EDGARDO20008

24/07/2014#N47722

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No recuerdo cual era exactamente el título de la salida aunque me suena parecido a “La rutina o la aventura”, lo que haya sido consiguió interesarme, además, la foto del aviso era de una formación de paracaidistas en caída libre sobre los cayos de la Florida en USA, así que los recuerdos de aquel paradisiaco lugar más la foto se confabularon para que decidiera movilizarme hasta el barrio de Belgrano en auto.

Como era de esperarse, conseguir donde estacionar ya de por si me creó la duda de continuar adelante con el ataque de curiosidad, no obstante y mediante chiquicientas maniobras conseguí colocar el auto a un par de cuadras del objetivo.

Llegué temprano a la puerta de lo que parecía ser un “instituto de ramos generales espirituales” reiki, yoga, meditación de diversos tipos, tarot, cursos de superación y autoayuda, etc.. Ingresé entonces subiendo una escalera inundada de olor a sahumerios donde encontré a una amable señora que me preguntó cuál era el motivo de mi presencia, a lo que respondí que venía al curso de “nomeacuerdocomosellamaba”, enseguida se percató de cual se trataba por el horario y me indicó que estaría todo correcto a partir del momento en que abonara el arancel del mismo. Así lo hice y pasé a una sala donde ya habían ingresado algunas señoras, las más simpáticas y osadas respondieron a mí:

– buenas noches señoras, con su permiso…

con un casi imperceptible movimiento de cabeza mientras que las otras prefirieron mirar para otro lado. Gratamente noté un afiche del “curso” pegado sobre la blanca pizarra que estaba en la pared, donde se repetía la foto de los paracaidistas, de hecho estimé que el paracaidismo deportivo no sería el tema principal ni secundario siquiera, no obstante siempre es mejor que alguna foto de un atardecer con algún individuo calvo por lo general, en posición de meditación, a contraluz y con algunos pajaritos volando, un clásico en este tipo de ambientes “sahumerizádos”.

A los pocos minutos se colmó la capacidad cómoda del recinto, absolutamente todas eran mujeres, lo que me hizo pensar un poco si estaba en el lugar equivocado, pero aun así y seguro de que no sería una situación riesgosa decidí quedarme, así que me configuré en modo “silencio ON”, sentarme con la espalda contra la pared y estar atento a lo que sucediera, la primer escoba que observara volar, me persignaba y me arrojaba por la ventana.

Seguidamente ingresó a la sala una señora envuelta en una túnica, colmada de pulseras y colgantes que pretendían acentuar su imagen de paz, al menos eso era lo que uno se imaginaba al observar cómo se desplazaba y en especial que cuando hablaba lo hacía en un tono seguido y aflautado como estiraaaaando las palabras:

-– hooooolaaaaaa  buuuueeennnaaaaassssss nooooocheeeeesssss y bienvenidaaaaaaaas

era algo realmente notable, creo que ella se imaginaba ser una especie de reencarnación de una deidad india y nos recibía a todos como maestra de ceremonias de alguna suerte de paraíso terrenal. En su alargado lenguaje nos indicó que para “conocernos mejor” nos invitaba a pintar un “mandala” (?), para lo cual repartió unas hojas con un dibujo circular en el medio, cuando me llegó el turno  estiré la mano para tomar la hoja que me alcanzaba pero a mitad de la acción, me dijo con una tenue sonrisa

– vooooos meeeejooor piiiiiinttaaaaaa esteeee

y me cambio de dibujo, yo lo miré y me pareció igual al anterior, ambos tenían en común que no sabía que eran ni para que servían. Era la primera vez que los escuchaba nombrar y no sospechaba siquiera que era lo que tenía que hacer con lo que llamaban “mandala”, creo entonces que la “deidad” notó mi cara mirando desesperado para todos lados como buscando algún indicio, así que se me acercó y me indicó una caja con “pinturitas” en el suelo donde todas las señoras hurgaban al mismo tiempo buscando los colores de su preferencia y, apoyando una mano sobre mi hombro me susurró,

– piiiintaaaaalo cooomooo maaaaaás te agradeeeeee…

En el momento que se disipó la nube de damas que se habían abalanzado sobre la cajita de pinturitas, tomé lo que quedaba que era un trozo duro como de cera de un color que se asemejaba al amarillo. Buscar donde apoyar el papel fue otro intento tonto, así que opté por apoyarlo en el suelo de madera, ya a esta altura supuse que el pintar el mandala era como una prueba de ingenio o una sesión de elongación previa,  si lo pintaba me podría quedar y me hablarían, sino, me ignorarían…o peor aún, me convertirían en sapo. A todo esto percibí que mi luz cerebral de “alarma de lugar equivocado” parpadeó por lo menos una vez, decidí no hacerle caso y continué con la misión de pintar el mandala. De la cera que había tomado de la cajita nada podía esperar, así que con la birome que había oportunamente llevado comencé a pintar el mandala con puntitos y rayitas, en fin, como pude, observado al mismo tiempo que mi piel no se fuera tornando verde.

Al cabo de unos interminables minutos la deidad dijo por fin

– bueeeeeennnnnnooooo, liiiisssssttttoooo vayaaaamooooos cooomeeenzaaaandoooo cooon laaaa chaaaarlaaaaa de hoooooyyyyy

entregué el mandala con mi nombre como me habían solicitado y me dispuse a escuchar lo que venía a continuación.

Mencionar que el tema tomó para cualquier lado menos para el que hubiera deseado es más que obvio, lo mismo que decir que me sentía como un extraterrestre entre todas mujeres “pintadoras” de mandalas, en especial por la cantidad de tonterías que hablaban, eran literalmente imposibles de describir. Mis luces mentales de alarma de “embole”, de “lugar equivocado” y de “que pelotudo que soy” ya no solo parpadeaban sino que pegaban saltos. Para colmo de males y por un mal cálculo de mi parte, la única puerta de escape había quedado bloqueada por un par de gigantescas señoras, así que pensé que si estallaba un incendio estaríamos literalmente en el mismísimo horno antes de que las señoras consiguieran liberar la única salida e imaginé que los bomberos encontrarían mi cadáver carbonizado y aún llorando por estúpido.

Con el correr del tiempo el clima fue empeorando ya que algunas señoras se “soltaron” (sospeché que en el fondo a eso habían concurrido) y comenzaron a contar personales, intrascendentes e inentendibles anécdotas domésticas convirtiendo la “charla” en una especie de competencia de quien cuenta el suceso más trillado que al mismo tiempo consiga sorprender y asombrar a las demás, una especie de terapia de grupo sin control que llegó a su paroxismo cuando una señora relató que su caniche aún busca por la casa a su marido fallecido hace 22 años, me sentí tentado de preguntar entonces cuantos años tenía el caniche? o si alguna vez había sido el caniche del Conde Drácula? pero preferí toser para ocultar la risa y justificar las lágrimas. Sin embargo el momento más crítico para mí llegó cuando la deidad me apuntó y dijo

– yyyyy voooooosssss nnnnooooo deciiiiiiiiisssss naaaaaadaaaaa????

mi lengua quería responder rápidamente muchas cosas, pero mi criterio me decía que no lo hiciera ya que hubiera sido muy hiriente y hasta ofensivo, así que respondí con un neutral

– nop, muchas gracias, prefiero no interrumpir las interesantes cosas que cuentan las señoras.

entremezclando mí frase con una sonrisita, que solo esbocé debido a que estimaba la finalización de la charla en los próximos minutos. En este último tramo y ya totalmente ausente de lo que se hablaba en la reunión, me puse a pensar en que es lo que me había motivado a asistir a semejante lugar, razoné si acaso era buscando algo que no esté escrito, alguna respuesta trascendental que me acercara a la “verdad verdadera”, pero no, en el fondo sé que aunque uno intente engañarse con que “siempre es bueno conocer otras cosas que incluso difieran diametralmente de la forma cotidiana de vivir de cada uno” en el fondo sé con seguridad que por más que me deformen a garrotazos nunca me voy a aficionar a pintar mandalas, ni a opinar sobre pichichos que buscan a sus finaditos dueños, ni a enterarme como deporte de la vida de los demás que es algo a lo que nunca me voy a dedicar aunque viva 400 años, mejor que no lo intente siquiera ante el temor de terminar como esta noche perdiendo valioso tiempo de ese que no se recupera jamás.

Llegué a casa con el síndrome de la noche derrapada entre charcos de pavadas, así que aún con ganas de salvarla guardé el auto, tomé un casco y una campera, saqué una moto y me fui a dar una vuelta, la noche estaba cálida y tranquila, tomé por la Gral. Paz y me alejé luego por la Panamericana mientras que recordaba  una YPF en Zárate que tenía una pizzería abierta hasta muy tarde, estimé que cambiar la redondez del mandala por la redondez de una grande de muzzarella, sería sin duda el toque perfecto para salvar la noche.

Que si recordé la reunión?, no!!, ni por un segundo, haberlo hecho durante la ruteada nocturna hubiera sido hasta ofensivo para con la noche, así que me concentré en lo que dijo el sabio faraón Motorutek III : “La mente se aclara después de los doscientos”, aceleré y sentí que todas las cosas volvían a estar en su lugar. Si no sufría la desgracia de patinar en una "cáscara de mandala", la noche no estaba aún perdida.

 

Comentarios

@LILIBET

25/07/2014



Edgardo...qué mal momento que pasaste y cuanto lo siento!!!....pero que lindo texto que subiste...te felicito!!!

Saludoss..Lili  
@JONES

25/07/2014



A mi Caperucita se me perdio en una Guiada.... 

Alf es una maravilla leerte, sos un encanto.... besos ani  
@LILIBET

25/07/2014



Estimado Alf...se lo que es un c-u-e-n-t-o- y de que está en la sección "cuentos". Lo mío fué una irónica expresión.  Con lo poco que te conozco (apesar de haber compartido algunas salidas al campo)...no te imagino participando en una "sesión"...como al protagonista del c-u-e-n-t-o...jaja...además ...ya hemos leído otros escritos tuyos!!

Edgardo!!!...qué lindo cuento que escribiste!!!....seguí así... que me encanta leerte!!!....

Beso...Lili  
@SERGIO

17/09/2014



Para mi los cuentos de Alf son reales .... inclusive el del biplano ... disfruto imaginandomelos así. 

 

abrazo