¿Realmente eres lIbre?


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28/06/2016#N60195

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¿Realmente eres libre?

Por Jade Díaz Pimentel, Fecha: 19/06/2016. —1 comentario


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“Quien no quiere pensar es un fanático;
 quien no puede pensar, es un idiota;
 quien no osa pensar es un cobarde”.
Sir Francis Bacon

-¿Trajiste los globos? (Pregunta la esposa con tono de angustia)

-Sí, mi amor, los traje color rosa, tal como me dijiste. (Contesta el padre aliviado mientras se quita la corbata que le ha oprimido el cuello durante 15 horas).

-¡Maravilloso! ¡Mañana es el gran día, Amalia cumple su primer año! Quiero que todo salga perfecto, ya todos los invitados confirmaron. Incluí a los hijos de tu jefe, no vaya a ser que se entere que hicimos la fiesta y no lo invitamos, eso podría traerte graves problemas. También llamé a Rosa, la gerente del banco, es bueno tenerla de buenas, uno nunca sabe cuándo puede necesitar otro préstamo.

Brindaremos pastel de frambuesa y coctel de frutas. Amalia prefiere el pastel de ciruela, pero el de frambuesa se veía más elegante y algunos niños eran alérgicos a la ciruela. Ya confirmó el payaso y la fotógrafa profesional me dijo que llega a las nueve de la mañana. Quiero que empiece a grabar desde que Amalia se despierte, el video debe quedar igual o mejor que el de Claudia.

-Es verdad. Recibió miles de comentarios en Facebook cuando lo publicó. Aunque Marquitos salió dormido en casi todas las tomas. (Responde el marido con tono burlón)

-Ya la acosté para que mañana amanezca fresca y dispuesta a aguantar el largo día que nos espera ¡Todo lo que hay que hacer para quedar bien con la gente! (La madre se pone las manos en la cabeza y frunce el ceño).

La escena anterior dibuja la manera en que desde que somos bebés nos van trazando la vida. Amalia tendría una fiesta, un pastel, unos invitados, un video, etc., pero a nadie se le ocurrió preguntarse qué le gustaba a ella.

¿Por qué nadie pensó que los invitados debían ser sus amiguitos de la guardería y no treinta niños que ni conoce? ¿Por qué el pastel tenía que ser el que luciera más elegante, aunque no fuera su favorito? ¿Por qué hacer un video, cual película romántica de Hollywood, para una criatura que apenas aprendió a caminar? ¡Claro!, solo por el hecho de subirlo a una red social y que todos alaben la grandeza de sus padres.

Así, seguimos creciendo y la sociedad parece saber perfectamente lo que nos conviene. Es como si nos instalaran un dispositivo en nuestro cerebro que nos indicará qué sentir, cuándo sentirlo, cómo expresarlo, hacia quién… ¿Y será que nacemos impedidos de ser únicamente quienes somos? ¿Será que entre nuestros deberes principales no está el de ser uno mismo?

¿Amalia no gozaría más yendo al parque de la esquina a correr bicicleta, mientras su perrita Lola la persigue y le mueve la cola? Y ni hablar del bautizo pautado para dentro de un mes, cuyo significado la niña desconoce por completo. Eso sin mencionar que Amelia no tendrá capacidad de acoger la religión que le impondrán mientras no sea adulta porque ahora sencillamente no la entiende.

¿Quién eres?, ¿por qué te atan tantas cadenas?, ¿realmente eres libre?, ¿quién está escribiendo tu historia? Son preguntas cuya respuesta no parece descubrirse con claridad. La diferencia entre lo que debes ser y lo que quieres ser resulta confusa en estos tiempos.

-¡Papá, pero yo no quiero ser médico!, ¡yo quiero ser escritor!

-¡Déjate de tonterías, Martín!, ¿de dónde sacaste semejante barbaridad?, ¿acaso piensas vivir de escribir cuentecitos? Eso no es una carrera. Mírame a mí, soy un cirujano exitoso. Lo que yo me gano en una semana a ti te tomaría varios años ganarlo trabajando como escritor.

-Pero eso es lo que quiero, papá. Eso es lo que me gusta. ¿Acaso no merezco opinar acerca de lo que haré el resto de mi vida?

Ahora resulta que otros deben decidir lo que debemos hacer para ganarnos el sustento. Parece no importar lo que el individuo desea, sino lo que según la sociedad le conviene con tal de ganar prestigio y reconocimiento social. Pero, ¿no será que cuando hacemos lo que amamos hay más posibilidades de lograr el éxito? O mejor aún, ¿no será que el éxito radica precisamente en hacer lo que te gusta y que aparte te paguen por ello? El escritor y poeta uruguayo Mario Benedetti lo expresó a la perfección: “Uno no siempre hace lo que quiere, pero tiene el derecho de no hacer lo que no quiere”.

Así mismo sucede con lo que antes fuiste y lo que eres ahora. Existe la creencia de que estamos condenados a ser lo que algún día fuimos. Como si no tuviéramos derecho de cambiar de opinión y de sentir.

-¡Conseguí el contrato! No puedo creerlo, al fin haré lo que me gusta.

-Pero, ¿este no era el año en que tendrías el bebé? Ya se te está pasando el tren. Tu obligación principal es ser una madre, una buena madre. ¡Qué va a ser de ese niño criándose con la niñera!

-Espera, mamá. Una cosa no impide la otra. Yo quiero ser madre, sí, pero también quiero ser una profesional exitosa.

-Oh, ¿y no te da pena que tu hijo te reclame en el futuro por preferir ese trabajo que a él?

-No, no me vas a hacer sentir culpable por querer progresar. Mi hijo en el futuro también hará lo mismo. No puedo brindarle una vida ideal, tendrá frustraciones y sufrimientos como todo el mundo y lo que no me perdonaría sería renunciar a todas las otras facetas de mi vida para dedicarme únicamente a una de ellas.

Las mujeres somos mucho más que madres, mamá. ¿Sabes lo triste que es cuando los hijos vuelan del nido y tú te quedas en blanco, sin nada más que hacer, sin ningún proyecto que realizar, solo añorando que algún día regresen, maldiciendo el instante en que se marcharon para siempre o simplemente sobreviviendo de los recuerdos de un tiempo que ya pasó?

Si nuestros hijos son los que escriben nuestra historia, ¿en el momento en que se van ya nos quedamos sin autor? Entonces, ¿qué más nos queda: vivir sin vivir, morir en vida o buscar otro autor con tal de no tomar las riendas nosotros mismos de nuestro proyecto de vida?

Las personas están acostumbradas a tratar a toda costa de imprimirte sus creencias. Pareciera ser que ya todo está escrito, que en algún momento de la vida alguien en cierto lugar dictó pautas sobre cómo debemos actuar, sin dejar lugar a la crítica ni a la reflexión. Pero tal como lo dijo el escritor británico George Orwell: “Pueden forzarte a decir cualquier cosa, pero no hay manera de que te lo hagan creer. Dentro de ti no pueden entrar nunca”.

La vida está en constante cambio. Es nuestro deber reescribirla las veces que consideremos necesarias. Pensar y repensar nuestras creencias es nuestra obligación. Escuchar opiniones será inevitable, pero acogerlas y tomarlas por ciertas es el grado máximo de irresponsabilidad al que podemos llegar. Cambia, reconstruye, defiende tu opinión, cuestiona TODO y como dijo el escritor español Juan Ramón Jiménez: “Si te dan un papel pautado, escribe por detrás”.

Resulta fácil acomodarnos al papel que los demás nos han asignado abusivamente, hacer lo que el otro dice que es mejor para nosotros, vivir una vida “tranquila”, pero segura. Todo con tal de evitar el sentimiento de culpa por salirnos de la norma. Sin embargo, esa vida puede que sea tranquila, pero también te hará miserable. Como lo dijo Heywood, “nadie puede amar sus cadenas, aunque sean de oro puro”.

La invitación es entrar en lo más recóndito de tu ser y averiguar quién eres y quién quieres ser. Descubrir cuáles son tus verdaderos anhelos en la vida, sin importar si van en contradicción con lo que los demás quieren para ti. Ser libres, física, intelectual y emocionalmente.

La pregunta clave sería: ¿qué significa ser libres? Platón decía: “La libertad está en ser dueños de la propia vida”. Es una definición clara, concisa y contundente. Seremos libres cuando empecemos a tomar control de lo que somos y sepamos distinguir lo que soñamos ser de lo que la sociedad aspira que seamos. Únicamente cuando seamos auténticos arquitectos de nuestro propio destino podremos declararnos en plena libertad

 

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