LA MOCHILA BORDÓ

Acomoda la mochila bordó sobre sus hombros robustos y camina con pasos vacilantes.
Nadie sabe su nombre, nadie conoce su historia. Suele pasar por la zona, los días de lluvia copiosa o los de sol intenso.
Cuarenta metros, dobla la esquina, cien metros, otros cien metros, dobla la esquina, los últimos veinte. Allí está, esperando impaciente, girando sus ojos de izquierda a derecha.  Apenas saludó, al encargado de un edificio, parado en la puerta como estatua, a toda hora. ¿Cuándo trabaja? se preguntó. Al verdulero retacón, con tonada de Bolivia cuando se expone en la vereda organizando los tomates y ... a nadie más. Nadie sabe su nombre nadie conoce sobre su vida. En soledad con la compañía de su mochila bordó casi vacía de vida.
Esperando, la misma mesa, la del extremo, casi Dellepiane. Arriba, sigue observando, espera un tiempo, también en aparente soledad. Planea, se acerca, simula una búsqueda hasta que llueven trocitos de maíz o migas de pan tostado remamente de un desayuno tardío. Otra, otra y otra. Ya son diez, once...la nueva sede de la Univerdidad del Salvador sobre la avda Córdoba mira con desdén y envidia. Envuelta en silencio durante los  últimos ocho meses de cuarentena ... no entiende. Otros en grupos infinitos y ella nada, esperando...Se levanta, camina con pasos vacilantes. ¿A dónde va, hoy un día soleado, la mochila bordó con pasos vacilantes?.

 

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