CRECER

Crecer no es fácil. Implica trabajar constantemente con uno mismo. Si se pretende seguir en el camino de la superación constante. Si se desea ser cada vez mejor.

Todos cometemos errores. Es imposible andar por los senderos de la vida sin equivocarse. Es inevitable experimentar decepciones por ciertas actitudes que nos lastiman. Aunque provengan de un ser querido, sea familiar o amigo.

Crecer es imposible sin sufrir quebrantos de salud y sin padecer desilusiones amorosas. Tampoco podemos evitar que se nos desgarre el alma cuando fallece un ser querido.

Éstos son los costos que pagamos por crecer. A veces son demasiado onerosos. Pero lo importante no son las adversidades, sino nuestra reacción frente a ellas. Si optamos por coleccionar heridas sangrantes, viviremos como aves con las alas quebradas. Jamás podremos emprender nuevos vuelos.

Visto desde este punto de vista, parecería que sólo se crece sufriendo. Nada más alejado de la realidad. También por los goces. Y el crecimiento es independiente del transcurso del tiempo vivido, y del modo de enfrentar la vida. Es decir, es una opción personal. Del modo de ser de cada persona, de su modo de comprender... y aplicar lo aprendido.

Podría decir que se crece cuando la esperanza está intacta. Cuando la voluntad no se debilita ni se pierde la fe. En realidad, se crece cuando se aprende a enfrentar la realidad y se tiene el suficiente aplomo como para vivirla. Comprendiendo las causas. Aceptando las consecuencias.

Crecer implica aceptar que no tenemos un destino predeterminado, sino que podemos cambiar lo que creemos inmutable. Cualquier persona crece cuando se supera de continuo, se valora, se atreve a, y cuando aprendió a dejar frutos de sus acciones, sin egoísmos.

Crecer consiste en abrir caminos dejando huellas, asimilando experiencias y sembrando raíces.

Crecer es confiar en uno mismo, en el propio criterio, que es tan válido como el ajeno. Por eso, poco importan los comentarios negativos que se escuchen si uno está íntimamente convencido de que el camino que sigue es el correcto. Esas afirmaciones siempre surgirán, porque mientras unos prefieren sentarse a mirar el río, otros construyen puentes y diques.

Para crecer hay que haber fortalecido el carácter sin perder la sensibilidad. Es el juego de un extraño y fructífero equilibrio.

Se ha crecido cuando es posible enfrentar el otoño aunque se caigan las hojas, cuando se pueden recoger rosas aunque tengan espinas y cuando se ha recorrido mucho camino, pese a que se haya levantado mucho polvo.

Uno creció cuando pudo ayudar a sus semejantes partiendo del conocimiento de sí mismo. Cuando pudo dar más de lo que recibió.

Se crece cuando uno defiende una posición sin intención de retroceder, sabiendo que es la que está de acuerdo con su escala de valores éticos y morales. La que puede sostener y debatir sin temor a equivocarse, con argumentos convincentes. Sin necesidad de alterarse por el disenso.

Uno crece cuando se defiende como un águila para no dejar de volar alto, por sobre las nubes de tormenta. Aún cuando se clave como ancla en el fondo del mar mientras se proyecta hacia el horizonte con la luminosidad de una estrella, aunque no atraiga las miradas como lo hace la cola del cometa.

Se crece, en definitiva, cuando se asimila lo que pasó, se construye lo que se desea que ocurra y se proyecta hacia el futuro.

Uno sabe, intuitivamente, que ha crecido cuando pudo afianzarse con retazos de ilusiones, cuando pudo perfumarse con residuos de flores, y cuando pudo encenderse con cenizas de amor.

 

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