TEMBLANDO EN LA NIEBLA - UNA CHICA DURA Y UNA IMAGINACION...


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Escrito por
@MAXIMILIANO30

06/01/2009#N24891

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TEMBLANDO EN LA NIEBLA
una chica dura y una imaginación equivocada.
(VERSION COMPLETA)
Cuento

Marzo 2002 - Ed. Dunken - Buenos Aires- Argentina.
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Mauge, reina y ombligo de este mundo de papel es una chiquilina escurridiza que busca el vértigo para vivir con pasión. ¿Lo busca? Pareciera que sin buscarlo, siempre lo encuentra.

No, no...ella era mi compañerita de primario que, con tono puntano, un día se cansó de que la molestara...
¡Ay! Casi no la recuerdo pero sí,...sí... Era esa preciosa adolescente que bailaba al ritmo techno de los noventa con sus adorables 18 años...Adoraba las canciones de Bronski Beat.

Estoy profundamente equivocado. Mauge es esa mamá que tiernamente y en soledad crió a Nico. Ese chico que siento amar.

“No, no, no...¿no te acordás de esa chica rara del trabajo, que un día se levantó de la silla y fue corriendo a romper unas fotos, llorar y querer mandar todo al infierno? - me apuntan y quedo perplejo, perplejo por su polémica valentía...
¡¿Cómo olvidarla?!... Parece la cabrita frente a la luna de una vieja canción.

Mauge se escapaba y reía (eran los nervios traicioneros). Ella es una cosa por dentro y lo opuesto por fuera. No hay otra canción para ella que la que le he regalado. No hay Concordia suficiente para contener sus miedos y Baradero posible sin su presencia.
Muchas entrevistas le hacen mal. No soporta los interrogatorios policiales.

No pude saber quién era y a dónde se dirigía. Nunca pude ayudarla con algo. No pude ser algo importante para ella...
Yo tenía miedo y ella también. Nos abrazamos, cerrando un ciclo en el hall de un departamento y sentí perecer mi alma cuando supe que ya nada más la conmovería, la alborotaría...

Tomando otro whisky y ya bien en soledad, con unos pocos grados de sensación térmica en el cuerpo, la recuerdo un lunes de junio y siento que no la conozco. Por cierto que no he llegado a conocerla jamás...y para colmo, me he alejado de ella para siempre...


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“A mí me gustan las pasiones imposibles; son las más productivas.
Te hacen vivir conmocionado todo el tiempo...
Uno quiere darlo todo y el otro no quiere aceptarlo...”

Carlos Fuentes
Escritor y ex-diplomático mexicano


TEMBLANDO EN LA NIEBLA

El día que la ví en el aula de esa escuela, con su tímido guardapolvo blanco, supe que jamás la olvidaría...

Por un lado, quien les habla, un chico pendencioso y pelirrojo. En el otro, Mauge radiante, de ojos grandes y bien redondeados; quejumbrosa, como todos, por la obligación de sentarse cuatro horas en un salón.

Cuántas otras chicas rememoro y sin embargo, a la única que recuerdo mirándome fijo a los ojos, ya saben...es a ella. A veces era Heidi, con un hermoso vestido verde con volados, dos colitas en el pelo y pequeñas florecillas en su remera. Otras, un susto escapando de un toro, buscando saltar una alhambrada.

Los luceros de Mauge me molestaban. A decir verdad, la forma de observar era lo peor... ya me tenía cansado y esta inquieta mirada no me dejaba ser libre y jugar. Su imagen ridiculizaba mi idilio infantil de entretenerme con mis figuritas Match a la tapadita, al 25 o cualquier otro entretenimiento. Era pesado su silencio tras esa mirada. Siempre se la veía seria, adulta junto a otras, con su cara diciendo “¡qué inmaduro!, estos pibes no crecen más...”.
Empecé por agredirla todas las mañanas con mis típicas cargadas y no lograba inmutarla; la tocaba y tiraba de sus cabellos. En esa época lo toleraba…
Mucho tiempo después me contaron que no podías tocarle las orejas...

En la ciudad y en el campo que ya no recuerdo bien, nos divertíamos durante la tarde tirándonos con el culo en tierra, desde una especie de médano, en jeans, hacia el vacío del pie de estos “cerros”.
Ella, verdaderamente ya muy madura, regaba y cuidaba las plantas de su jardín y limpiaba el frente de su casa con mucho esmero y una repetición casi mecánica. Vivía en una casa con un pórtico muy particular, una flor en el barrio progresista.
En una de mis últimas incursiones, volví ya de grande a ver ese barrio y esa casa. Una hermosa balada de The Doors de 1968 que en mi juventud descubrí, le dio un toque de nostalgia a mi regreso turístico por aquellos pagos...
La canción dice:
“She lives on Love Street / Ella vive en la calle del Amor
Lingers long on Love Street / Pasa mucho tiempo en la calle del Amor
She has a house and garden / Tiene una casa y un jardín
I would like to see what happens / Me gustaría ver qué sucede
La la la, la ra la la...
la la la, la ra la la...”
Cada vez que recuerdo nuestra infancia me surge esa canción...

Con mi bici y mis amigos, le ensuciaba la vereda con las ruedas embarradas cuando estaba a punto de terminar la labor. Pese a mis maldades, con paciencia taurina, seguía sin inmutarse.
Días después, colmé su paciencia y habiendo tomado sólo la menor precaución, me bañó con agua fría, como en algunas de esas duchas de invierno donde tu calefón no funciona.
Mi bicicleta limpia, más tarde, comenzó a acumular óxido y no podía detenerlo.

Tras esto, comencé a odiarla ya definitivamente y sobre todo por ser una escorpiana incansable, detestable...porque esperaba con paciencia el momento para sacar su aguijón...y picar.
Ese odio me llevó al extremo de incrementar mis agresiones poco antes de terminar el colegio. Me sentaba tras ella y veía como sus pechos crecían y dejaba de parecer una tabla de planchar. Era incomprensible preguntar qué estaba pasando con ella y otras compañeras. Mamá se sonrojaba y no me contestaba. ¿Qué sucedía, que poco tiempo antes, andábamos todos sin protuberancias en el pecho y ahora ellas sentían vergüenza?
Ella era Eva, avergonzándose por su cuerpo, antes de la manzana.

Mientras peleábamos y vivía en mi boca como un insoportable caramelo ácido, el amor se fue colando entre esas disputas y más de una vez con mi mano en sus cabellos sedosos, comenzaba a tartamudear intentando en vano sostener mi tono amenazador en un enfrentamiento cuando ella me miraba. Me enamoraba sin querer...

Lo del pelo pronto se extinguió, cuando mostró su enojo nuevamente y me dijo “¡Mirá que te voy a hacer cagar!” en el más puro lunfardo provinciano. Y ciertamente lo cumplió. Siempre fue un poco mal hablada y extravagante al contestar y eso me encantaba...

Me emboscó ese mediodía en mi bici a la vuelta de su casa y recibí lo que merecía.
Todavía recuerdo el porrazo contra el asfalto.
Mauge, regocijada, reía como lo hizo siempre, sabiamente.


Una relación primaria y de primaria con acentuado odio de niño, sentimientos cruzados e inentendibles y con la anestesiada adolescencia que venía sin dudar hacia nosotros.

Tiempo después la perdí de vista en el pueblo.
Me enteré que había decidido posponer el secundario con el objetivo de hacer más incapié en un trabajo.
Esa chica de Noviembre, sin fama y sin libro, se fue de nuestro mundo de pueblo cuando una palabra llamada hiperinflación, conmocionó a todos los habitantes. Se fue a San Luis, por un mundo mejor. Nunca comprendí qué era eso.

Por supuesto que la olvidé cuando era una flor saliendo por primera vez de su capullo y papá y mamá me llevaron junto a mi hermano Mariano, a otro país. Viví unos años en Amsterdam, buscando imitar a mi ídolo a través de una pelota Adidas, un señor retirado de las canchas llamado Johann Cruyff, un tipo al que llamaban “el bailarín holandés” del mundial de 1974 o el “14” titular de un equipo de ese país llamado Ajax F. C.

Mis días en Europa fueron de descubrimiento y rápido crecimiento. Mientras Mauge descubría las canciones de Charly García y Fito Páez, yo comenzaba a beber las pesadas cervezas holandesas.
Mauge crecía y se rebelaba a cualquier autoridad, yo me sometía a los libros y las tardes en familia. Mauge se estaba convirtiendo en una mujer, yo vivía atrapado en mi adolescencia que no dejaba escapar.
Me perdí gran parte de sus sensaciones y sus pensamientos a miles de kilómetros del lugar de los hechos, mientras la dulzura de su rostro enamoraba flores y jardines en la ciudad.
Mientras ella encendía los primeros corazones varoniles, yo perfeccionaba un idioma díficil y enclaustraba mis sentimientos...
Los años de exilio fueron buenos en parte, buscando un bienestar, anhelando una nueva vida fuera de nuestra raíz territorial.

Pero una tarde, de esas inolvidables y mágicas, viendo unas cajitas con unas películas de fútbol, ví al bailarín más enojado que triste, tras un partido con Alemania, donde el número 5 de esa selección festejaba con sobriedad la obtención de una copa de oro, tras un 2-1 en Munich.
Johann no lo creía y yo tampoco. Las sensaciones que sentí ese día me acercaron a ella.

Curiosa forma de comparación: un partido y Mauge.
Primer minuto de juego, saca Holanda. El fútbol de la “naranja mecánica ” se despliega por el medio del campo.
Pienso en Mauge y mis ataques infantiles buscando llamar su atención.
Haan, Krol, Rep, Rensenbrink y Jansen se lucen “bailando” con elegancia. Alemania todavía no tocó una pelota....
Rememoro mis andanzas y mis intentos de conquista haciéndome el chico rudo.
De pronto, el ballet holandés avanza de la mano de Cruyff, que va por el medio encarando el área, deja a dos rivales en el camino e ingresa. Penal. Sólo habían transcurrido cincuenta y cinco segundos del sueño.
Sus bellos luceros ya no me miran con crueldad y me invitan a una fantasía.
Neeskens ejecuta. El arquero y la pelota van hacia el mismo lateral pero es gol. Diecinueve pases sólo holandeses desde que comenzó el partido. Alemania aún no sabe dónde está la pelota, cuánto pesa o si está inflada. No la ha tocado siquiera. En un minuto, setenta mil almas entran en colapso. Alemania, el local, pierde y es la final de la copa del mundo.
Cerraba mis ojos imaginando su primer beso para mí, en medio de la confusión de los ajenos, de su propia confusión, en un arrebato, en un patio cualquiera frente a nuestros maestros y a las burlas.
Sin darnos cuenta la magia parecía haber comenzado... pero a miles de millas de mí y siendo sólo un pasado no logrado, sólo podía imaginarlo.

Ese día, la recordé.
La rememoré como algo que se pierde al final y por un descuido, después de tanto luchar.
La victoria que esperaba al igual que Cruyff, la perdimos a manos de extraños y en contados minutos...
Mauge y su familia se fueron de mi y nada pude hacer.

En las noches europeas, mientras veía a tipos más grandes que yo fumando hierba en los subtes, me acordaba de su pelo, sus orejas intocables y de las reprimendas que me dió por portarme mal años atrás. ¿Cómo estará su cuerpo? Me preguntaba, teniendo plena consciencia de que toda curva femenina ya no me desagradaba. Al contrario.
Por esos días yo ya medía 1,90 metros y calzaba 45 2/3 de pie. Era un pitufo fortachón de entonces.

Fue muy emocionante volver a nuestra tierra y fue decepcionante perder la brújula para encontrar a Mauge. Me juré localizarla y nunca más dejar que se me vaya.

En la tierra de San Luis, Mauge, tierna adolescente, iba y venía con planes personales y discusiones familiares por una religión que no aceptaba. Sus hermanos crecían y se afincaban en otros lugares y ella, tras su huella, seguía ensimismada.
Su primer novio fue Roberto. A los 14 años, besó por primera vez a aquel chico y noviaba a escondidas, contagiándose de una sensación nueva: el amor adolescente.
Un año después, regresó a la gran ciudad, trayendo a Soda Stereo , Los Pericos y Virus en su mochila, trayendo anécdotas de amoríos puros en su haber joven, descubriendo que deseaba estudiar y formarse un porvenir frente a la indiferencia familiar.
Su vuelta a nuestra ciudad fue una aventura que dejaría huellas pronto y la haría madurar tempranamente.

Tardé un tiempo considerable en encontrarla. Fue una tarde de verano en Palermo. Yo trabajaba como cadete en un negocio de electrónica del Sr. Bastianelli sobre la calle Ruggieri, cerca de la esquina de Cabello, frente a un lateral del Hospital Fernández.
Fui a comprar facturas a una panadería de la zona y la ví...
Embelesado como nunca estuve por una mujer, quedé paralizado frente a su imagen.
Cantó el número del turno, pero como es costumbre en mi vida, no era el mío y otra chica rápidamente me atendió y en ese momento, con una pronunciada angustia volví a despedirme de ella en un nervioso silencio, que jamás registró en su memoria. Mi figura en su mente estaba ausente.
Sentí plenamente como mi corazón se fue al demonio y quedé en la nada. No podía ir a comprar facturas todos los días y además quedé vacío en aquel reencuentro.

Mauge tenía muchos pretendientes y era encantadora con todos. Iba al secundario vespertino y la espiaba, caída la noche, para ver cómo besaba a Carlos que la venía a buscar. Lo mataba a besos, aunque se fastidiaba cuando él se ponía denso. Más de una vez ponía cara de culo cuando el “carcelero” la aguardaba, porque tenía una rutina agotadora y se levantaba muy temprano para trabajar. No podía apretar mucho tiempo luego del colegio, porque la mamá la interrogaba y sus versos se terminaban. Nunca fue una gran poetisa, pero cómo besaba...
Mauge ya había tenido con Miguel, su primer noviazgo y su primera experiencia. Un muchacho de futuro prometedor que quería todo para ella. Miguel era, desde la adolescencia, una parte de ella. Muchos años de compartir cosas, los habían colocado a ambos, en una marcha hacia los votos presumibles del matrimonio, pero Mauge temía convertirse en “algo” de él y no en “alguien” para él.
Tiempo después, tras un largo periplo de escondidas, peleas, enfrentamientos por problemas de un mandato familiar y confesiones deliberadas frente a su papá, Mauge conoció a Carlos, su compañero de labores y en breve, pudo empezar a comparar algo distinto. A sus 19 años, todavía no tenía demasiadas referencias para efectuar este tipo de acciones...

No obstante ello, Miguel volvería a su vida.

Mauge era de pocas palabras pero de mucha acción física, emocional y mental. Tenía instinto, una propiedad sensitiva e intuitiva. No hablaba, pero lo observaba todo, reflexionaba todo en un hondo silencio y luego actuaba. Siempre que podía era contundente y feroz, porque ella no se permite una marcha atrás. La vida para ella siempre es un inmenso drama y bajo su apariencia seria y hasta si se quiere frívola, se esconde un interior contradictorio.
Era extremista, lo es; todo era serio para ella y necesitaba controlarlo, todo lo que la merodeaba debía estar bajo su observación. Altamente voluntariosa, la suerte no existe para ella. Como se dice por ahí, “la suerte es para los mediocres”
Destaco de ese encuentro, el refinado arte del disimulo. Ella podía morir por un hombre, pero nadie se daría cuenta, lo disimulaba todo, mágicamente.
Aunque parecía cerebral y materialista, ví que era lo contrario.
Mi descripción sale en un breve segundo, al recordarla en una foto junto a mí.

Físicamente, tenía pechos lindos y curvas prominentes. Armoniosa. Diría luego unas medidas de 88-58-90 y una altura de 1,65 metros, más o menos. Su sonrisa tímida, se había convertido en un divino rostro de chinita algo despistada. Algo como bastante.
Aunque era experta en las artes de la simulación, su genio radicaba en ese radar inexplicable que la guíaba en la niebla, la noche, un día de cielo plomizo y en la vida.

Mi amigo, en cierta ocasión, la observó en los restos que dejaban algunas noches primaverales. Estuvo en su ventana mientras dormía. Tareas de madrugada.
Cuando esto ocurrió, la emoción lo desandaba: “no lo vas a poder comprender, es sublime...” - me decía fervoroso.

Celos, celos y celos por ella. Pero con qué sanidad vivía, disfrutando imaginarla conmigo. No sabía de crisis de pareja ni disputas familiares. No lo sabía ni tampoco me importaba. Sólo quería escapar de la rutina y espiarla.
Ella, en su trajín colegial, aprendió inglés mediante discusiones y apreciaciones directas con profesores, se llevó alguna materia por vaga y divisó que su camino estaba a la salida del nocturno.
Su novio era un compañero de trabajo, mucho más grande que ella y que yo. No podía competir con gente mayor. Las chicas de entonces deliraban por un señor “mayor” (experimentado).
Nosotros, los pendejos de similar edad y bobos estudiantes, estábamos fuera de competencia por la sencilla razón de que había un mito circulante de que estos tipos hacían el amor con asiduidad.
Aquella chiquilla de escasos atributos, era hoy una deidad. Suave, perfecta, de voz extremadamente dulce y aguda, sin raspones, producto de una alimentación prolija, el cuidado estético y la total falta de vicios aparentes.
Mauge era un sueño real. Lo único que uno podía sentir por su novio era envidia. Mauge, una chica curiosa por naturaleza, misteriosa, mostraba que su espíritu siempre estaba en lucha, entre su corazón y su mente.
De hecho, ella vive permanentemente así.
A veces me enojaba que tuviera ese poder de observación para con los demás y no para ella. Las complicaciones que vinieron con los años, me dan la razón. Las cosas que se hubiera evitado...
La imaginación de Mauge era descarada...tan descarada que la hacía (y hace hoy) inventar tantas y tantas... y locas y locas... y convincentes excusas para justificar faltas y errores, que a todos solía espantar !!!
Si ella lo quisiera, podrías creer lo imposible. Tenía la condición del poder.
Para mal o para bien, lo único que podría preocuparla era la dispersión. Ella podía ser un ejemplo de vida y conducta o una inadaptada viviendo en la locura más atroz.

Segundos después de evocarla, me alejé del sueño para que no fuera pesadilla y otra vez marché, buscando un rumbo. Dejé los fierros y tomé los libros, me hice periodista, cumplí con los milicos y me hice grande para todo.
Probé algunas drogas y me tomé el alcohol que pude pagar. Hice una inmensa fortuna con mis ojos y mi mente sin haber visitado Las Vegas. También hice dinero y terminé mis estudios superiores. Viajé por el mundo. Tuve grandiosas novias y me acosté con toda mujer que perseguí por calentura...
Tuve lo que quise y hasta la casa de mis sueños.
Casi llegué a casarme y escribí los libros que deseaba.
Me sumergí en una depresión sin antecedentes y me compré un departamento...

Y no obstante todo ello, no pude olvidarla y jamás salió de mi vida.

En los tragos, en los pubs, en la calle, en la furia de vivir el día como si fuera el último, en mi casa, con mis amigos, en los parciales y en el mate cansado de todos los fines de semana, estaría su imagen por siempre.

Lindas piernas, ombligo amenazante y sus manos de ángel eran aperitivos de un veneno que quería probar.
Ella vivía a la medida de sus circunstancias. La polémica con la que viviría a partir de este tiempo, sería su sello extraordinario y la sencilllez escondida, su marca de toda la vida.

Al bailar en los boliches, al insinuarlo todo sin dejar algo en pie, medio mundo moría en sus extremidades inferiores. Su mundo y su vida se relacionaban muchas veces con furia y otras con solemne claridad y comprensión.

La veía pelearse con sus hermanas y siendo muy determinante en sus apreciaciones. Le gustaban mucho las polleras y las blusas negras. Era muy coqueta y de poco maquillaje cuando las ojeras no la acechaban. Tenía mucho cuidado con la ropa y era bastante discreta por aquel entonces. Cordial y simpática como siempre, saludaba hasta quienes no soportaba, dejándoles a todos la estela del ensueño, como perfume en las mejillas. Un perfume que no ibas a olvidar fácilmente.
Siempre tenía algo que insinuar antes que decir y con el tiempo prefirió callar para no sentirse mal frente a gente que parecía tener una cultura desbordante. Durante muchos años, se cuestionó su falta de vocabulario coloquial y se preocupó amargamente, en momentos donde no sabía cómo comportarse. Aprendió a cocinar sin mí (¿?) pero con ayuda de su mamá, lo hizo de maravillas. Se volvió una maniática de la limpieza y el orden doméstico. También comenzó a tomarle el gustito a las siestas y dormir hasta el mediodía cuando podía (se levantaba a las 5 a.m.), cambiando un sábado de joda por un buen descanso. Jamás la ví escribir algo con la izquierda, (que es como la gamba del Diego ) tal vez por la mala habladuría sobre las capacidades intelectuales de los zurdos.

En ese lustro de espionaje y comentarios informativos que un amigo llamado Maxi me enviaba, Mauge fue esplendor mismo.

Astucia y energía. Ella tenía estas cosas y otras más. Se hacía mala sangre hasta por banalidades y siempre lo disimulaba tan bien, que jamás te darías cuenta. De todas maneras, su forma de ser le trajo muchos problemas; al no medir las acciones, se sobrepasaba y eso le costaba caro, en reiteradas ocasiones...
Perspicaz, profunda, inquisitiva...ella era así y siempre me he preguntado: “¿Nadie se ha dado cuenta?”
Nadie se daba cuenta de que mostraba seguridad cuando los demás retrocedían. No había imposibles para Mauge, ella deseaba investigar, saber, conocer...siempre había intentado avanzar en ambientes que le cerraban el paso. Tal vez lo hacía con malicia, acidez y exceso, a los golpes, mostrando cero sentimiento, pero con un desgarro en su corazón. Aunque ella se mostraba realista y materialista, nunca pudo evitar ser atraída por lo extraño, lo misterioso. Y repasando lo que yo vi en ella, me preguntaba nuevamente: “¿Nadie se ha dado cuenta?” - Me contestaba lo mismo de siempre.

Lamentablemente, volví a perderle el rastro en la realidad, pero no en mis sueños. Cuando la suerte nos volviera a encontrar, ambos estaríamos en mundos diferentes.

Algo fuera de tiempo, puede llegar a ser el motivo de vida de una persona. Sólo habría que verlo de esa manera y no juzgarlo; y ciertamente todos los que creían conocerla y que se consideraban amigos, pusieron en duda y deuda a su conocimiento sobre ella, cuando una noticia disimulada por meses, inauguró una epopeya de lucha abierta y de duras batallas a librar.

Rápidamente, tras noches apasionantes de sexo y poco cuidado, Mauge descubrió que llevaba una vida que se gestaba dentro suyo.
Lo primero fue consultar. Fue lo último que toleró de la irresponsabilidad cuando el tiempo apremia y la vida misma de uno pasa a un segundo plano.
Embarazada y despechada de amor debido a un(os) franco(s) intento(s) por parte de su novio para que desestimara la idea de ser madre, la vida de Mauge y su volcán erupcionaron, bramando por soledad, tiempo y ganas de escapar de todo. Su temperamento tranquilo, demostraba que la lava se movía aún por dentro. No hay que ser un genio para saberlo.
Al ser pasional y gran enamorada del amor, lo soñaba todo y era muy perseverante con todo lo que hacía en la vida, podía llegar al fanatismo con facilidad. Tenía un gran respeto y concepto de su vida. Pese a su liviano egocentrismo, comodidad y egoísmo, era llamativa, aplicada y definida, era esto y sin más pretensiones. No especulaba nunca, se mostraba única y real. ¿Era tan difícil darse cuenta de que, con todos sus defectos, era íntegra y verdadera? Parece que sí.

Siempre lo meditaba todo y se tomaba horas y cuánto tiempo fuera necesario para tomar una determinación. Maravillosamente Mauge, tardaba mucho en irritarse y sosegarse. Algunos idiotas sacaron ventaja de esto.

La tozudez, la inconstancia en el amor y las pequeñas obsesiones le deparaban enemigos y peligros por todos lados; lo sabía y valientemente como siempre, corrió los riesgos porque su instinto la protege y la guía:
Desafió a su familia con su forma de pensar, se rebeló frente a una religión que era un mandato y no una decisión personal. Era la novia de un hombre separado con hijos. Sus hermanas criticaban feroces sus relaciones y sus amistades. Tuvo que lidiar y hacerse a un costado para poder terminar el secundario, mientras una de sus hermanas repetía año tras año, sin demostrar empeño en mejorar su rendimiento. ¿¡Cuántas piedras ocuparon el camino de ella en su pequeño trayecto!? y no era creíble que ella, las juntara todas a su paso...

Cuando me reencontré con ella, estaba a punto de decirle a su mami, lo que su hermana conocía desde el vamos y me asombré de su coraje, una vez más, puesto de manifiesto en la cancha.
Recuerdo que toqué esa pancita escondida bajo su camisa. Fue extraño pensar en la chiquilina de Baradero, la joven de los barrios de Avellaneda y Boedo y la nueva señora de Almagro. Todo fue extrañamente conmovedor. La última conmoción de mi querida Mauge.
Meses de mentiras piadosas y escapes; de discusiones estériles con un hombre asustado con su tercer hijo y una larga y disimulada agonía en la vuelta a casa.
Pensó en matarse más de una vez.
Pensó en sus padres. No pensaba en ella.

Toda su valentía estaba en un pleno del paño de los 37 de la suerte y la desazón. Había jugado su única y última ficha en el fin y el comienzo de su otra vida.
Besé su frente sin intención de desprecio, porque era lo que quizás necesitaba y mi sueño aletargado y anhelado, hacía años, me pedía.

La reñida sensibilidad de Mauge, sensibilidad de apariencia fría y voluble que por cierto, esconde siempre, estaba a flor de piel. Tardaba en enamorarse, pero cuando lo hacía, mantenía la cabeza en su lugar.

Ella temía amar.
Le teme al amor, se defiende contra el amor.
Prefería quedarse sola y nunca le agradó la idea de casarse. Aunque esto pueda ser verdad, su amor era profundo y verdadero; por eso no era ni será demostrativa, aún enamorada de alguien.
Sencillamente todo era, es y será así, por temor.

Ella expresaba su amor siendo servicial, leal y atenta, no mimándote largas horas; demostraba su cariño con cosas diferentes. Pensaba con martirio en la seguridad y reputación de una relación como mandamiento católico. Aún en el mejor de los éxtasis, siempre sería seria, cautelosa, prudente en el amor, porque para ella, el amor era algo muy, pero muy importante y sobre todo, redundantemente serio.
Días después emigró hacia la nada y comenzó a hacerlo todo.

Habló con su madre antes del paro cardíaco y resolvió alejarse de todo y de todos para empezar de vuelta. Conoció la miseria de la que alguna vez, ya he hablado en otra historia y sin dinero, casa y comida, construyó su mundo desde las cenizas, ladrillando con odios varios y un duro resentimiento, el muro que la debía proteger...
En ese oscuro momento, Miguel reapareció.
La ayudó incontables veces, pero más tarde se casó con otra persona...(yo diría, por error...)

En la rutina de aquellos días, la vi trabajando por dos mangos, disfrutando la lactancia y los primeros gestos de su hijo, mientras vivía de prestada en el infierno y sobrevivía con favores que siempre devolvió, a todas las minas que explotaban a su alrededor. Nunca observé a una chica con detenimiento como lo hice con ella y sin embargo, no hice nada ni tampoco pude. A veces la veía morirse por el agotamiento. La coraza que se autoconstruyó, la protegió con la condición absoluta de que ella cediera más espalda con el correr de los días. Y lo hizo.
Los Héroes del Silencio aparecieron en escena, borrando la sonrisa de la música de Páez y otros poetas de pentagrama y sometiendo los oídos de Mauge a parajes distintos de melodías encendidas y letras caóticas y apocalípticas si se quiere, al mejor estilo de The Doors pero en castellano. Español, más precisamente.
La conexión casi espiritual entre Mauge y esta banda de rock es un misterio aún no revelado.

De la niña a la adolescente y de un saque, mamá. No me acostumbraba a decirle “señora”. No me salía.
La bici, Baradero, las muñecas, el toro, las pastas rellenas que no comía por una mala experiencia, los bailes, los boliches, el príncipe azul y el vestido blanco... a la cola; a la espera interminable, como esas que hacemos para pagar impuestos en un banco estatal.
Más que nunca, no había lugar ni tiempo para una caricia o una palabra que retumbe en paredes que no podían oír nada.

Nicky vino con salud en primera instancia y robaba sonrisas de todos y de su mami, que perdía pulsaciones en su esfuerzo constante al frente de la batalla. La abuela estuvo siempre y aceleró su vida de corazón frágil para compartir cada sueño, cada despertar con su hija y su precioso tesoro. Cada segundo era vital, cada segundo se debía aprovechar. Otra gente se acopló tal vez tardíamente, al caballo troyano de Mauge, pero no cabía más lugar para el resentimiento inmensurable, que moría de a poco con el crecer de este chiquillo al mundo.
Lo vi todo y no puedo describirlo. No puedo describir mi impotencia plena.

¿Quién pudiera dejar de conocerte, encanto, de luna blanca y redonda? - me preguntaba en silencio, abrazando su alma casi imperceptible.

Sin dejar de acosar en la constancia más increíble, la desdichada economía contribuía en desmedro, toda buena acción del día...
Aquella jornada que no deseo recordar, la gran mamá fue visitada por una dama negra, que se anunció antes sin tocar el timbre y amenazó con voz temblorosa, la intención del viaje eterno.
Y así, en un rapto de locura, tras un rayo en medio de un día de sol y sin intenciones de tormenta, se llevó sin permiso a esta señora con todas y cada una de las cuatro letras que le quedaban chicas, desde hacía tiempo: Mamá. Mamá de muchos hijos y de una vida ejemplar de lucha y abnegación por la familia, con todos los errores y reproches que los hijos hacemos siempre.

Lloré en sueños y con ella, al borde de la cama, cuando parecía que Mauge también dejaría este mundo. Me contenta lo que su retina aún joven se llevó y el amor particular que a todos les dejó.
Pese a todo, nada pudimos hacer y como siempre, ausente de palabras y de acciones, quedé en el portal de los que se quedarán solos por siempre.

¿Qué vamos a hacer ahora, con los pies en un pantano y las lágrimas de rabia en dirección al cielo tras una explicación coherente?. ¡Una explicación para una pérdida! (¡y no me vengan con toda la mierda de que “se fue al cielo y que su alma vivirá por siempre entre nosotros...”!)
“Mamá te necesito, no te vayas, te necesito, mamá...” - un pensamiento verbal en la cara de Mauge y en la de todos, por varios meses y con estimable retorno constante a partir de ahora.

La incansable Mauge aunó lo que le pertenecía y emprendió la empresa más difícil que un ser humano puede imaginar. Resignó parte de su juventud y sin rezongar, dejó su vida definitivamente para el segundo tiempo.
Soportó ruegos y besos feroces, forzados; compartió una cama pequeña y una compañia repentinamente extraña y empeñó sus próximos sueños por un hijo que crecía.
Se decepcionó tanto, que su fortaleza hoy es indiscutible. Superó traumas, derrotas y banalidades.
Ya nada sorprende a Mauge y esto ya está probado suficientemente.

La vida siempre sonríe y Mauge lo sabía, aunque no solía reconocerlo. Su esfuerzo deliberado la llevó al podio de las heroínas anónimas, callando más de la cuenta; viendo a un hombre llorar su arrepentimiento sin agredirlo, viendo a otro que un futuro seguro le prodigaba sin conmoverse. Siempre esperó por todo. Siempre que pudo, aún flaqueando, aún en cenizas, se mantuvo en coordinación con sus prioridades.

Maxi me contaba que cambió su look con el tiempo, que se hizo un poco vulgar al hablar, que no dormía bien en la noche y misteriosamente, dejó de escribir y de hacer locuras por el amor mismo, como hacía cuando más joven, hablando con cuatro personas distintas para conseguir un teléfono y agradecer un tupperware ...
Mauge valiente, enlazó sus odios y marchó hacia el triunfo, dando vuelta un primer tiempo adverso y lluvioso.

Necesitó de compañia cuando una tormenta o un viento del sur la asustaban. Desarrolló un miedo inefable a los aviones, que luego perdió y en su patio de Almagro, jugaba a recuperar sueños rotos mientras tendía la ropa.

Un mejor trabajo, la posicionó de calesita en distintos bancos y más de un compañero en pos de su cuerpo, la hostigó con una insinuante noche calurosa.
Con respecto a esto, supongo que estos muchachos no sabían nada de lo que estaban haciendo. Así lo supongo.
Imaginaba que Mauge era una larga serpiente moviéndose a piacere , hipnotizando a su “víctima”. Con todo lo que esto representa, por cierto, lo sigo imaginando...

Tiempo después, se escondió en el fondo de la empresa, soportando como todo vendedor, no llegar a una meta y el motor ensordecedor de la ventilación de la oficina. Rompió una foto y el escándalo apareció; lloró, pataleó con y sin razón contra la indiferencia.
Puso cojones cuando su juego de seducción se le ponía en contra. Fue víctima y cómplice de la incomprensión de los demás cuando ella no sabía bien a qué jugaba.

Es cierto, ella era polémica y había que estar sumamente preparado para interpretarla. Tenía razón en sus acciones cuando no se abusaba, porque nadie quería conocerla. Pero era culpable por mostrarse desinteresada de la opinión ajena, que más de una vez la aquejaba. Es polémica y no hay remedio para eso. Y está bien.

Mauge impetuosa, directa y competitiva. Conquistaba; le fascinaba la conquista de algo, de alguien...
Mauge se envilecía con eso, aún sabiendo que solía perder el impulso con el tiempo...
Tal vez esa rara virtud de descartar y desinteresarse por el tacto y la diplomacia, pensando que es hipocresía de la peor, la llevó a la duda de su capacidad de comprensión para con los demás. Ella decía que seguramente no podría ayudarte, pero “una amiga, una cobija y un plato de comida a su peor enemigo, jamás se lo iba a negar”. Ella llamaba a las cosas por su nombre, caiga quien caiga.

Volvió con su antiguo amor por necesidad y por culpa de su sordera de alma y la ruptura prevista la llevó a otro infierno, donde sólo con un par del trabajo llamado Ernesto (en situación idéntica) discutió pareceres, tramó planes y reconfortó su orgullo junto a él, por ser ambos, aparentemente despechados del amor. Nunca más habló con alguien de su sufrimiento y la ayuda cotidiana que necesitaba.
Nada pudo con Mauge y su Nicolás sano, sonriente y enamorador de niñas de jardín. Tomó su veneno para que su hijo no lo hiciera y luego del mal trago, sonreía al verlo soñar, crecer y hacerse hombrecito en medio de la tormenta, el tifón o quizás algún vestigio de decepción. ¡Hasta aprendió a hacer un nudo de corbata!

Todo le fue muy difícil, por eso ya nada puede sorprender a Mauge. Pareciera que las buenas intenciones ajenas están lejos de su entorno. El temor a la decepción vuelve a aparecer siempre.

Mauge escondía muchos secretos y también mentiras. Se debía prestar suma atención al hablar con ella. Lo que se esconde cuesta muy caro con el paso del tiempo. Y lo que es peor aún, se descubre tarde o temprano...

Ella también era apasionada y de sumo sentido crítico hacia su pareja. Su intensidad podía llegar a la beligerancia y provocar una ruptura inconsciente. De hecho siempre tuvo relaciones conflictivas en su entorno. Ella daba mucho, pero cierto egocentrismo la hacía querer constantemente sentirse apreciada. No soportaría nunca una humillación y su orgullo no toleraría nada si ella percibiera que no tiene apoyo y fidelidad. La pasión y la intensidad son cosas que mucha gente las toma como una forma de control o dominio sobre uno y la mayoría se asusta y huye. Es una brasa que quema como el infierno. Quizás, ella sólo necesitaba el control y su forma.
Ciertamente, discutible.

Mauge, con todas las virtudes y defectos descriipt os, se encontraba en un mal período.
Todavía mi amigo recuerda cuando le dijo cara a cara: “...Cuando conozco a alguien, tiene nada más y nada menos que el 0 % de mi confianza...”
Me reía cuando me lo contó pero sin burlarme, porque yo también estuve y fui así...
Es natural para algunas épocas.

En ese momento, quizás se conectaron...
Y si alguna vez mi amigo la hizo llorar y le dijo que buscaba a alguien para envejecer juntos, fue para provocarla aunque sea de la peor manera. Mi amigo es una persona rara pero genuina...
Yo no lo hubiera hecho. Se equivocó al mostrarle los rayos de un sol, cuando ella prestaba atención a la obscuridad.
Yo no me hubiera emborrachado para después, agredirla verbalmente. Yo no me hubiera reído de una patraña actoral entre dos mujeres y compañeras de trabajo que se rechazaban en el máximo punto de contacto. Yo no le hubiera regalado un desayuno, 24 flores y una cena en Palermo. Tampoco le hubiera pedido que cantara una canción, y mucho menos, le hubiera escrito y obsequiado una, para su recuerdo.
Nunca le hubiera dado dos tesoros en un cassette para que murieran en el olvido sin comentarios, ni la hubiera invitado a perder el miedo a volar.

Pero este amigo, cabezón y corajudo, vive al revés todos sus planes inmediatos. No obstante, admiro su cara bien dura para recibir la indiferencia, los elegantes rechazos y las tiernas evasivas.
Por otro lado, admiro a Mauge por no salirse de la línea y por contener sus ganas tremendas e insoportables de mandarlo al carajo.
Es que mi amigo era pesado y tomaba esta situación como propia, saltando barreras, esquivando las municiones que alguna gente le tiraba y corriendo tras ella.
Mas allá del enamoramiento netamente visible, parecía tomarse demasiado en serio lo que ella confesaba.
Mauge sacaba su rifle para mantener la línea de su territorio, porque sabía que mi amigo buscaba el momento.
Los dos eran estrategas y estaban alerta...
Dos escorpiones frente a frente, como alguna vez lo estuvieron los generales Rommel y Montgomery en 1942.

Pese a todo, él la amaba tiernamente y hay tantas cosas que quedaron en un silencio olvidado, que me provocan una dulce nostalgia...

De todas formas, ese enamoramiento ya ha terminado. Mi amigo ya dejó de escribirle. Esa es la señal. “Quien deje de inspirarme algo, ya tiene mi corazón muerto...” - repetía con asiduidad.

La bonita y distante Mauge corría de aquí para allá con suma soltura, se enredó hace poco en una historia de juego y secuelas. Mezclarse con un fantasma por tener una relación efímera, era una cosa que ella deseaba probar. Claudio, en principio, se asemejaba a un fantasma; junto a ella, tenían una relación de sexo y atención de necesidades sin cuestionamientos. Estaban muy de acuerdo, pero cuando las variables cambiaron, la cosa se desvirtuó.
A decir verdad, nunca creí en la historia que relató. Creo que todo fue al revés de lo que ella dijo.
No obstante este comienzo, la cosa empezó a funcionar y hoy es una relación que pudo sobrevivir a las desavenencias...
Claudio carece de culpa y Mauge también.
Culpable es Maxi y sus enormes celos. Estos, lo traicionaban constantemente. Pero lo peor fue que se enteró muy tarde del asunto ya que Mauge “escondió” las cosas (no sé si este es el término justo) y además también fue muy hiriente.
Pensar que una persona es digna de admiración porque últimamente se levanta a las tres de la mañana para escribir poesía y decírselo a Maxi; justamente a él, que hace once años que lo hace, es propio de la inmadurez, la irrespetuosidad y la falta de consideración por parte de ella. En definitiva, la gota que rebalsa el vaso, ya se hizo presente.
Este tipo de gestos y otros similares de ella son repetitivos. Su autodominio en una discusión entra siempre en crisis. Me da pena que Mauge haya llegado tan al fondo.
Ella no puede verse así misma sumamente atraída por un hombre. A ella le gusta que todo gire a su alrededor. Con una simpatía inigualable, su subconsciente atenta contra sí misma, porque pasa numerosas horas en busca de llamar la atención de los demás y la gente se da cuenta hasta el hartazgo!
De ahí, sus comentarios graciosos, disparatados e informales de siempre. Yo siempre consideré que para convertirse en un ser llamativo, hay que tener por lo menos, un talento. Es una mera opinión.

Hoy en día, se volvió algo mala y más despistada que nunca. Sigue siendo la muñeca que conocí casi veinte años atrás, tiene los miedos de antes y ya no soporta demasiado las insistencias. Usa guantes 100 % látex para cuidar sus manos y duerme generosamente cuando su hijo se lo permite. Toma la línea B de subterráneos cuatro veces al día como mínimo y lleva su Subtepass y un nuevo kit de maquillaje.
Se acostumbró a decir constantemente que tiene varias cosas urgentes que hacer todo el tiempo, pese a que la hemos visto junto a mi amigo, salir a la calle sin saber claramente a dónde ir.
Tiene aún la buena figura de antes aunque ella lo desdice y usa medibachas blancas con asiduidad, convirtiéndola en una adolescente en jumper a menudo (esto es erotismo).
Es discreta y sencilla en un entorno cercano, soporta besos extraños de sus compañeros y no acepta tomar un café en la esquina (piensa que es una trampa). Está buscando un nuevo departamento y recibe gente a cenar en su hogar. Sigue temiendo a vientos, tormentas y aviones (¿?)...por eso ahora usa un bus, para viajar. También continua haciendo comentarios inadecuados y bastante vulgares sobre sex-shops, ciclos menstruales, enanos y otros temas culturales en su ambiente laboral frente a las risas que provoca entre algunos de sus compañeros de tareas. Realmente, es graciosa.

Pero quizás lo más logrado de su presente es que ella ha cambiado notablemente su visión de las cosas y su humor, sin despojarse de enojos y viejas reyertas del ayer que comprometen su alegría de espíritu a menudo.
Siempre decía que se iba a quedar sola, pero teme de esa aseveración.
Siempre dijo que no quería tener más hijos. Sin embargo, sé que añora dos más y alguien le predijo eso.

Hay tantas cosas que Mauge dice, dijo y desdice que a veces, su mensaje parece perdido de credibilidad. Muchas acciones de ella, sólo son una pantalla de protección...
Con todo esto, creo sin lástima y con aprecio, que se siente bastante sola.

De mi amigo sé poco. Lo ví unas noches atrás escribiendo todo lo que puede mientras se duerme frente a su computadora en la mesa del comedor y llega tarde todas las mañanas al trabajo. Lo ví preparando sorpresas que se han detenido y entre tantas noches de observación, le saqué su verdad más escondida. Estaba absolutamente enamorado.
Una noche de intenso frío con su whisky a la derecha y sus Marlboro a la izquierda, lo ví palidecer en la soledad que tienen las almas en invierno.
Observé casi con angustia, que Mauge era algo importantísimo en su vida. El no escribiría a cualquier persona y menos, resignando un fin de semana completo frente a un display .

Todavía no entiendo cómo pudo escribir sobre una persona que casi no conoce, en contadas horas.
Debe ser esa imaginación equivocada...
Esa imaginación volátil que lo hace equivocar una y otra vez. Ella vivía diciendo que Maxi estaba equivocado, que todo esto era equivocado.

A él lo veo asustado a veces, escuchando una y otra vez una música en particular, probando sorbos de su bebida y acordes para otra canción, con una inexplicable sonrisa en su rostro irlandés cuando recuerda que alguien lo llamó “príncipe” después de algunos años de maltrato y competencia de banalidades por deporte, junto a otras señoritas.

Me contó que la peor situación que vivió junto a Mauge fue no saber qué hacer frente a la falta de conmoción.
Me dijo que su vasta inexperiencia frente a este suceso, lo sepultó en vida y que se despedirá de ella con todos los honores y sin duelo. Lo he visto hacerlo varias veces sin solución de continuidad.
Agregó que dañó a Mauge profundamente y pese a ello, ella dejó una lágrima en un buzo con capucha y esquivó el abrazo que finalmente le dió cuando ella no pudo escapar. Me contó que nunca le dió un beso en la frente y que mintió por un deseo, antes que fuera realidad.
Es cierto que Mauge se asustó también y a una semana de huir en busca de paz, detuvo su deseo de escape. El volará porque ama las alas y los aviones. Aprovechará para meditar y escribir sobre un libro dedicado a la gente valiente.

A Mauge, que era una buena fuente de inspiración, la veo desde lejos. Ella sufre en los ascensores. Sufre el vértigo, que como un tornado, gira de cerca en su vida. A esta altura, ya percibe el mareo y va a atenderlo. Ese vértigo la conduce al rechazo sistemático de cosas importantes de la vida.
Es una persona de naturaleza complicada y difícil de encasillar, por eso muchos la ven de forma reticente y extraña. De ella, aflora un componente de erotismo y sensualidad que no es más que la superficie del Vesubio , que bulle por dentro sin erupcionar.
No importa lo desválida e indefensa que parezca...para nada es inocente.

Ella siente una enorme necesidad innata de profundizar y adentrarse en los misterios de la vida y en todas sus formas bajo una apariencia presuntamente desinteresada.
Mi amigo ha visto por ejemplo, libros que jamás leyó en su escritorio, anotaciones extrañas... Ha escuchado al pasar partes de numerosas charlas telefónicas con hombres y mujeres sobre ¡vaya uno a saber qué cosas! acompañadas de risas socarronas e indiscretas... que a varios de sus compañeros de trabajo lo único que les provoca es la seña del tres del truco y una risa leve.
En cambio, intentando acercarse a su esencia se nota que responde sistemáticamente más a una provocación que al candor, que es sumamente curiosa sin reconocerlo y teme a la entrega. No se acerca con facilidad a una pasión. Siempre necesita comunicación, la aterra el silencio. (esto le va a molestar...y lo va a negar, ya sé)
Con toda esta descripción suelo pensar en la posibilidad de que algún día, se abocará al estudio y a forjarse un porvenir profesional (una asignatura pendiente), escapando de las marcas cotidianas, buscando cierto intelecto, un logrado coloquio y el futuro libre de ataduras mediocres.

No puedo creer que Maxi y Mauge no se hayan besado alguna vez, aunque sé que jamás lo harán porque mi amigo intenta escapar de ella, repetitivamente. No sé a ciencia cierta qué trama, pero sé positivamente que desaparecerá pronto. Lo intuyo y sé lo que es para él, desaparecer. Falló en su primer intento, pero lo hará.
Ha acumulado con el tiempo una larga lista de dichos, frases y pensamientos orales que Mauge, sin saber sobre su inocencia o culpabilidad, se ha encargado de poner en el éter y colmar los oídos de él.
En esta historia hubo heridas, desplantes, quitas de saludos y embajadores y también terribles acciones, palabras y hechos que él siempre tomó seriamente y Mauge en su devenir poco claro, hizo y deshizo a voluntad.
El cúmulo de éstas cosas y algunas por demás graves y tristes, le dieron a Maxi la pauta de la rendición prematura y de la necesidad de alejamiento que trata de manejar, a veces con éxito y astucia y otras, con suma torpeza y desazón.

Su manera de reírse y mirar la ventana norte de su departamento, su manera de fumar y su pelo ya largo y que se arremolina, son algunos signos. La ayuda que no pudo brindar y los momentos que no pudo hacer durar lo condenan y aceleran su caída. Siempre ha tenido la mejor de las intenciones, pero difícilmente, éstas sean creíbles. Con equivocaciones y subterfugios, él también es errante, pero cuando todas las puertas y ventanas se cierran, la única opción que queda, es taladrar. El no tiene armas y alguna vez, cuando utilizó una prestada, sintió que era Mauge quien estaba tras esa puerta.
Habiendo tantas otras y con el taladro atravesando la abertura y tocando su cuerpo, sintió el disgustado calor y el dolor de una herida.
Sin angustia pero desprotegido, ya sintió lo que es la muerte en sus brazos y no desea ni en chiste, un simulacro.

Mauge, ese bien llamado por él, encanto imperfecto, vio lo que ocurría muchas veces.
Pienso que pese a poner condiciones en su mente que rozan cierta locura inmediata, no es culpable de su razón de ser.
Quizás, en un tiempo mejor, pueda ver algo de luz en el camino y se deje abrazar sinceramente por gente que de verdad y sin subrealismos, la quiere como es, sin pretensiones.
Tal vez regaló besos y abrazos a gente que nada hizo en su vida y ahora esté vacía. En el borde filoso de una situación difícil, todos tendemos a equivocarnos...
Tal vez no quiera una caricia por miedo a no reaccionar como ella sabe que puede hacerlo, tal vez no quiera perder lo que la vida le puso en las manos y no sabe cómo retenerlo y ganar tiempo, tal vez Mauge tiene miedo de hacer daño con sus uñas que confunde con garras.
Pero...¿quién le ha dicho esto y tantas otras cosas malas?
Jamás lo sabremos.

Aquí está la razón y el alma de este cuento y de esta chica dura. La imaginación errante y equivocada del relato conlleva esta descripción errante y también equivocada de esta señora Mauge, tan especial. En definitiva, todo lo escrito, es una admirable equivocación.

Mauge tiene varias razones para dudar de todo y es libre de pensamiento y acción.
Ella, la perfecta imperfección, posee defectos y manías innombrables, que ciertamente maltratan. Ella juguetea con asiduidad. Con su gran amor propio y orgullo, a veces, opina sin tener el conocimiento apropiado, pero lo hace con una dulzura tan especial, que siempre dejará a tu pensamiento oscilar entre los deseos irresistibles de matarla o abrazarla.

Por otro lado, ella suele caer en sus propias trampas...
Por ser muy mal pensada... siempre tiene la guardia en alto. Rara, imperfecta, lejana, genial en raptos de lucidez, equivocada, encantadora...
Maxi muchas veces se ha enojado con ella y la ha querido mandar al mismísimo infierno. El cuenta que ella camina con un aire petulante y sin prisa. “Si la corrés un poco, se borra” - suele agregar. Esto es en clara referencia a su pin del “Correcaminos ” que usaba en su saco...

Y yo por un segundo pienso, a sabiendas de que tiene actitudes bastante detestables ¿No es encantadora?
Mi amigo y yo coincidimos. En todo.

Mauge, que dicho sea de paso, también me ha flechado por boca y conciencia de mi amigo, simplemente también, me ha enamorado.
Porque el amor es riesgo y corazonada. Es sólo eso. Esas dos palabras son suficientes.

Viendo a Mauge desde otro ángulo y sin faltar a la verdad, debo reconocer que hay una personita muy especial que merece toda su atención hoy en día y ella por entero, se entrega a esa tarea.
También vislumbro que hay hombres que dejan huellas, aún equivocadas, sobre su vida y es difícil para ella escapar de las marcas.

Noto casi imperceptiblemente, que por tratar de ser bueno y de mejores intenciones, a veces se pagan sumas muy caras. Otra gente, no menos personas por esto, pero con más liviandad, menos compromiso y extrañamente, con mayor crédito obtenido, mantienen una relación mucho más estrecha con ella.

Maxi siempre dice que “harás la mejor labor de tu vida con gracia colosal; con gusto, agrado y amor sincero serás el rey en innumerables noches...pero ella será como mucho, tu amiga y vos, otro de sus amigos. Cuando alguien tiene algo en las manos que parece resplandecer, tiende a pensar que no puede ser para uno y lo deja. Esto sucede siempre y lo sabemos. Hay mucha gente que se acostumbra a que no puede tener a alguien especial a su lado en el amor. Algunas personas abandonan al otro porque se sienten disminuidos frente a la figura y otras no desean lo anticonvencional de un ser presuntamente especial. Parece que ahora esto es, peligroso.”

Ahora en este sinfín, comprendo ambas intenciones de la distancia mutua. Conozco a mi amigo y sé porqué lo dijo. Por eso él refunfuñaba de chiquito que no quería tener amigas cuando íbamos al primario. Hoy en día, sólo le conozco dos...
No, tres.

Mauge no tuvo interés amoroso alguno por Maxi aunque le dió un lugar especial en su corazón. Creo que tampoco buscó ser su amiga por lo arduo que esto es (Maxi es complejo, no deja nada servido; él da señales y uno tiene que adentrarse y luchar. Si nadie lo invade, él no reaccionará). Para ambos, la franqueza ante todo.

Mauge tenía sus razones para no dejar que mi amigo llegara y ha parado una maquinaria de amor con charlas y cenas que predispone de una forma y terminan de otra.
De todas formas, el amor de mi amigo ya murió porque todas las cosas llegan a la muerte sin que podamos retenerlas demasiado tiempo. Aunque existe el milagro que pueda resucitar un corazón para el caso complejo de ellos, es improbable que ocurra...

Mauge decía “Divide y reinarás” y ese es su lema de vida. Dividir también es restar. No obstante ello, el resultado hace que la cifra mayor disminuya y sea alcanzable. Además, sin heroísmo breve, ha luchado a brazo partido mucho tiempo y desacelerar la carrera, es tarea compleja.

Hoy, en una ciudad de sueños divididos, claramente plagada de recuerdos y unas pocas charlas productivas, es bonito relatar una historia, sin besos ni caricias, sin mucho romance ni ilusiones, que une personajes en un fundido a veces de color y otras de gris.
Los tres comenzamos con el negro y hace poco vimos el arco iris.

Una historia que parece de verdad y que tiene los condimentos de grandes amores en medio de una guerra, una epopeya o quizás sólo una anónima historia chiquita, chiquitita, llena de la emoción inmensa de la simpleza de los desconocidos de un barrio, una plaza, una manzana del pueblo o de una gran ciudad; con una protagonista única e íntegra en lo bueno y en sus lindos defectos junto a varias personas sin identidad plena a su lado, desde hace casi, veinte años.

Hoy sale el sol del invierno al cruce de la canción que los tres olvidaremos, el mar que los tres no tocamos y las caminatas prolongadas en silencio de Mauge en una playa cualquiera... que Maxi y yo, con o sin fotos, ya hemos olvidado.
Hoy, una historia terminada, con posiciones tomadas. De la valiente Mauge y de alguien sincero.
¿Cuándo te conoceré princesa? - me pregunto en sueños.
¿Será cuando te vea en aquella niebla?

Un libro en veinte horas, un sueño de veinte años.
Llevarse lo mejor del dolor, es garantía de continuar el viaje.

Hoy Mauge, amor incansable y fugaz estrella en los cielos que nunca se ha dejado caer, es motivo de orgullo para el autor de este relato.
Y de dolor, para quién te amó de verdad y no supo cómo decírtelo.

La chiquilla estridente de Baradero, la adolescente fatal de San Luis, Avellaneda y Palermo, la señora de Boedo y Almagro y la mamá de algunos de mis sueños es una simple persona de miedos e inmensurable coraje.
Tan simple, que despistada, ha perdido en algún viaje la noción de ciertas cosas de valor discutible y ha seguido su camino sin miramientos ni descanso.
Igual está perdonada.

Mauge busca un nuevo hogar para vivir, aquí cerquita, en la capital, pensando que algún día se irá a Australia, convirtiendo un viejo sueño del primario en realidad. No habrá nada que pueda evitarlo y duele con sólo pensarlo.

Optimista, nueva y a veces desbordante, Mauge mueve montañas y no se jode con ella, y si no, eso parece. Como fina artista del simulacro, ella tiene

 

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ARG

ARG

MUJER de 48 en Villa del Parque

me gusta el cine , las cenas , el teatro y salidas

¿CONOCERLA?

NO

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ARG

HOMBRE de 54 en Boedo

54

CABA, Boedo

Abogado, no carancho. Tranqui. Vida sana, lo que no excluye placeres mundanos.

¿CONOCERLO?

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