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@RAULOX

19/02/2010#N30618

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En Barrancas de Belgrano la gente deja sus cuerpos sobre el pasto y se eleva tan lejos como la imaginación se los permite. El ejercicio es un secreto a voces. Primero hay que concentrarse en algunos otros no lugares donde uno haya estado con anterioridad. Un avión. Una autopista. Un ascensor. Luego el escape se consigue como lo explican los poetas. Esos que viven en los árboles. Son los más colgados y estimulan la evasión, dado que suelen aprovechar el descuido, para robar las mentes abandonadas. Usan los recursos robados para escribir mejores poemas. Roban vivencias, emociones, experiencias y hasta mentiras que usan para sus escritos impunemente.
Recuerdo una tarde, allá por el mes de agosto. Estaba por llover, había poca gente en la barranca y estaba medio fresco. Una nube me sirvió de transporte y me subí. Fue un viaje fugaz y por un hecho inexplicable, regresé de inmediato. Así lo sorprendí a Dumbarelli, el poeta sin rima, hurgando en mis pensamientos. Me dio tanta broca que mi primera reacción fue sacarlo a patadas. Sin embargo el muy jodido había tenido tiempo de guardarse varios de mis recuerdos más olvidados, un par de ideas y casi todas mis mentiras. Eso complicará mi vida de una manera insuperable, supuse. Todavía me causa gracia recordarme corriéndolo por los árboles del parque, la cucha gigante del centro o el monumento, desde donde lo empuje, haciendo perder su estabilidad y como si quisiera que lo atrape, se desparramo por el pasto no sin antes girar como un trompo por toda la barranca.
Dumbarelli tiene millones de arrugas, muy poco pelo blanco y una barba de una semana que nunca le crece más que eso. Le falta el pulgar en la mano derecha, tiene mal aliento y escupe azul cuando habla. Por eso la gente se aleja de él. Su poesía aparece publicada en la feria de Plaza Francia los domingos a la tarde. Se trata de poesía mediocre, triste, melosa y medio grasienta. Sin embargo aquel poema que recito para defenderse, la tarde que lo atrapé, cautivo mi atención y cada día me gusta más.

La culpa de todo la tiene el naranjo
Fue quien me obligó a robarte mentiras.
Me obligan en las tardes y en noches de luna
El siempre me acosa e insiste.
Es malo, muy malo. Como su locura.
Yo estaba tranquilo mirando las nubes
Cuando de repente me asalto su ira
Me obligó a quitarte recuerdos e ideas
Dijo que su tierra, sino, moriría.
Es que las raíces del naranjo antiguo
Ceden cada día porque están muy débiles.
Se aferran como pueden
A la tierra que el barredor esparce
Pero está tan floja que el naranjo teme
Que un día de pronto
Se suelten del suelo
Y caigan al piso sin otro motivo
Que la muerte fuera.

El tiene atrapada mi culpa
Mezclada en su sabia.
Y entonces con ella, mi voluntad, domina
Y el tonto se cree que con la mentira
Logrará zafar de aquella caída.

Dos ideas ya mismo, puedo devolverle
Un recuerdo ambiguo también
Si lo quiere
Pero déjeme quedarme con este silencio
Que como recuerdo es bastante simple
Pero a mi me place usarlos a veces
Cuando entre los míos no salen palabras.

 

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