DIVORCIADOS DE LA ADULTEZ (SERGIO SINAY)


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Publicado por
@CECILYA

13/07/2010#N32436

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AUNQUE NO COINCIDA POLITICAMENTE CON EL DIARIO LA NACION, LO LEO REGULARMENTE, PORQUE ME PARECE QUE  MANTIENE RASGOS QUE ME INTERESAN COMO LECTOR EN CUANTO A CÓMO PUBLICAR UNA NOTICIA Y EN EL ANÁLISIS DE TEMAS QUE TIENEN QUE VER CON NUESTRA VIDA APELANDO A NUESTRA INTELIGENCIA Y CAPACIDAD DE REFLEXIÓN.. JUSTAMENTE EL DOMINGO SALIÓ ESTA NOTA QUE COPIO Y QUE ME PARECE  TIENE RELACIÓN CON LA PREOCUPACIÓN DE OTRA COPAGINERA EN ESTE MISMO FORO, ME PARECIÓ SUMAMENTE INTERESANTE COMO PARA UN DEBATE-CECILYA

Señor Sinay: sorprende la cantidad de personas de aproximadamente 40 años que se están separando/divorciando. Supuestamente se casaron "habiendo probado todo" a mediados de los años 90. Viven una vorágine de descontrol y desequilibrios de todo tipo. A muchos, sus ex parejas o hijos comunes y amigos y conocidos intentan por todos los medios hacerlos reflexionar acerca de sus excesos. No se trata de que vuelvan con sus ex, pero sí de que tomen conciencia de su descontrol emocional y físico, hecho de salidas nocturnas y de relaciones efímeras en las que por un rato les sube la "autoestima". ¿Qué recomendar a aquellos que los rodean, a quienes intentan darles una mano, mientras ellos parecen rememorar su adolescencia, pero con un físico y una psiquis de 40 años? ¿Hay algo que les muestre cómo se destrozan a sí mismos, a su segunda oportunidad de vivir y a quienes los rodean?
Daniela Musso

Circula profusamente por Internet un manifiesto anónimo titulado Renuncio a ser adulto . Recoge múltiples adhesiones y es un compendio de lugares comunes acerca de la niñez entendida como ausencia de responsabilidad, dependencia emocional, incapacidad para la toma de decisiones, falta de desarrollo mental y afectivo, y, en fin, una especie de perpetuo estado larval. La infancia real no merece ser deshonrada de ese modo por un adulto (el autor) varado en una nada en la cual ya no es el niño que creyó ser ni se permite desarrollar la madurez a la que su edad cronológica lo invita. La renuncia a la adultez, ciclo ineludible si se pretende vivir una vida que tenga sentido y que no sea sólo un conteo de tiempo, es una actitud dramáticamente extendida en nuestra sociedad. Cuando una masa crítica de adultos cronológicos se suma a esto, la sociedad entera sufre las consecuencias, que se manifiestan en los modos de hacer política (sin responsabilidad, en patota, buscando el beneficio propio e inmediato), de hacer negocios (igual a lo anterior, más el descuido del entorno físico y humano), de practicar deportes (sólo para ganar a cualquier precio), de usar los espacios públicos (otra vez, sin cuidar, sin respeto por el otro). Se revela en las formas infantiles (y trágicas) de conducir vehículos, en las adicciones múltiples (como niños que se descontrolan con golosinas a la larga tóxicas), en la impaciencia, en la negación de los límites, en la transgresión como actitud valorada, en el pensar en sí mismo y en nadie más, en la confusión de deseos con derechos, en el olvido de los deberes, en la insolvencia para desarrollar y sostener proyectos existenciales. Y, también, en la incapacidad de cimentar relaciones sólidas, de comprender que todo vínculo es un proceso de construcción y que sus materiales más ricos son las diferencias y el modo en que se aprende a complementarlas sin anularlas.

La renuncia a la adultez alienta fenómenos como el que cita nuestra amiga Daniela. Según lo dice, el problema no reside en la cantidad de divorcios. El síntoma no es la enfermedad. La cuestión radica en las conductas posteriores a la separación. Quienes vieron su matrimonio como una prisión, acaso nunca tuvieron lealtad (no confundir con fidelidad) al vínculo o a los proyectos comunes que pudieran haber existido. Una separación puede ser, en efecto, una segunda oportunidad, la posibilidad de encontrar caminos de sentido, plenitud para la propia existencia. Puede darse a través de un nuevo vínculo, en el que se experimenten formas de convivir y compartir y se descubran recursos afectivos antes relegados por diversas razones. O se puede elegir otros modos (incluso sin pareja) de explorar las dimensiones de la vida.

No siempre una separación es un fracaso. A veces el fracaso consiste en persistir en un vínculo desamorado, con escaso respeto y, más allá de los hijos (que no vienen al mundo a arreglar las parejas de sus padres), sin comunión, sin una meta trascendente que amalgame a los cónyuges. Pero cuando se cree que la separación devolverá mágicamente una adolescencia no vivida en su momento (o mal vivida), o que convertirá al separado en súbito objeto de deseo, o que lo liberará de la responsabilidad respecto de otros y de responder a las preguntas que la vida, tozudamente, le seguirá formulando, lo más probable es que pronto esa persona se vea en una nueva prisión: la de una vida sin rumbo. Aun comprendiendo la preocupación de Daniela, nadie puede darle rumbo a la vida de otro. Sobre todo si éste es mayor de edad. Y menos si ha renunciado al tesoro de la adultez. Sea en pareja o no.

 

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