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@EUCLA

22/07/2010#N32587

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Sucedió que su amigo Nicanor (el de él) levantóse una mañana de verano hundido entre las brumas de aquel sueño repetitivo. Un sueño donde, Chat telefónico mediante, conocía a una chica quien en verdad le había agradado. Charlaban unos días hasta que al final quedaban en conocerse personalmente, café por medio. El se empilchaba como para encender corazones mientras pensaba en su soledad y en la Soledad que lo esperaba recostada en la vidriera de la tienda en el barrio de Flores. Era su cita soñada, esas que te llenan de bríos y expectativas y ponen claveles sobre el corazón; esas que hacen brillar a tu alrededor el perfume cuando das la última relojeada al espejo del dresoire del porch de tu casa.

Meditando en todo esto salió a la calle, en la esquina lo esperaba la parada del 132. Se rascó la cabeza, tiró un pensamiento vago donde se mezclaban cantos norteños con quemeras y cafishos, como quien tira un pucho, y subió

Ella salió tarde y apurada para la tienda, tironeando a Joaquincito aferrado a su chupaleta… Don Anuncio la iba a matar si llegaba nuevamente a deshora… y aún tenía que dejar al nene en lo de su tía. Para colmo, a esta altura del mes como para tomar un taxi estaba…

El Destino, lleno de expectativas pero medio desorientado, no atinaba a señalar qué transporte usaría en esa salida, no había planificado nada previamente, había decidido que ese día los dados aún sin estrenar rodaran con la naturalidad de San Albedrío. Se decidió por el 132 que casualmente pasaba.

Cuando ella subió arrastrando a Joaquincito que persistía aferrado a su chupaleta pringosa, tropezó. Si no fuera por una mano que la aferró con firmeza, casi se cae. Su mirada se cruzó con la de Nicanor

-Gracias caballero, muchas gracias.

Nicanor la tomo del codito con mucha delicadeza aprovechando que el colectivo había parado en el semáforo y la ayudo a sentarse a su lado. Una vez ubicados, el roce leve de sus muslos favorecidos por los movimientos propios del transito porteño y las bendiciones de San Albedrío, desencadenaron una corriente nada corriente en las cotidianidades de Nicanor y de ella. La mañana de verano se hizo más cálida, unos cuarenta y ocho grados a la sombra. Una atmósfera especial y ajena al entorno los fue envolviendo. Ellos trataban de parecer indiferentes mirando sin ver pasar las calles. Nicanor sintió una sensación extraña, algo cálido sobre su pierna derecha. Bajo su mano que dio de pleno sobre la chupaleta de Joaquincito que acababa de dejar su impronta redonda y dulce sobre el pantalón limpito y recién planchado.

Ella quedó tan sorprendida que en principio no supo como reaccionar. El hechizo estaba roto y el palito de la chupaleta también en el desesperado tironeo del nene por recuperar su trofeo.

La mirada de Nicanor se cruzó con la de ella.

-No te preocupes- le dijo- tengo más pantalones de estos en casa. ¿Qué te parece si mientras viajamos aprovechamos para charlar y conocernos más íntimamente?-

Ella sonrió.

-¿Cómo te llamás?-

-Soledad, como la de Barracas que dicen que le trajo soledad no se a quien…

Nicanor sonrió.

Sentado en el asiento de atrás, el Destino también sonrió y pensó que había sido muy bueno decidirse por el 132 esa mañana de verano.

Dedicado a los musos inspiradores: Zarkosy y Serggio

Mabel

Comentarios

@SERGGIO

23/07/2010

Muy bueno Mabel , y que toque al final con el Destino en el asiento de atrás del 132 , sonriendo y seguro mirando para adelante...

Saludos

Sergio

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