Ciencia del pasado y presente


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Publicado por
@JORGE_MARCOS

02/03/2019#N68784

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Nací en 1947, por aquél entonces la vivienda típica era la “casa chorizo”, donde habitaban varias familias. Recuerdo que en la casa que viví, había un solo teléfono para todos los inquilinos. ¡Qué extraordinariamente raro decir esto, cuando cada uno de nosotros tiene o ha tenido innumerables celulares, en este corto lapso de las dos últimas décadas! Hasta bien entrada mi niñez (1955), la heladera era de madera y cinc y había que ir a buscar la barra de hielo que mantenía lo indispensable. Hubo una epidemia de poliomielitis en 1956, enfermedad que había tenido brotes anteriores, pero el de ese año fue tremendo y se cobró más de seis mil víctimas. Ante la amenaza, la gente se desesperaba por tomar algunos recaudos que luego se revelaron inútiles. Cuentan que en pueblos y ciudades se organizaban tareas de limpieza, movidas por la creencia de que el virus estaba “en el aire”. Las casas olían a lavandina y acaroína y entre las ropas de los niños asomaban las bolsitas con alcanfor despidiendo un inconfundible perfume acre. El pavor era comprensible porque la enfermedad atacaba a los pequeños. Era común ver paredes y árboles pintados con una mano de cal, lo que les daba un aspecto extraño, de un blanco fantasmal. Las bandas blancas en los troncos se mantuvieron muchos años, incluso cuando la epidemia ya había pasado al olvido con los planes de vacunación obligatoria. Recuerdo el tranvía, los carros tirados por caballos que transportaban la mercadería, el mercado de Abasto con su febril movimiento diario, la Av. Rivadavia, empedrada, doble mano y la garita del policía que dirigía el tránsito.

Por entonces la ciencia estaba en pañales, los medicamentos eran brebajes que los hacían en la farmacia del barrio. Hoy, la tecnología es una catarata de novedades que se superan unas a las otras.

Todos los días nos enteramos de algún nuevo logro de la impresión 3D, pero cuando esta increíble tecnología se mezcla con la ciencia médica nos asombramos. En el mundo, existen varios millones de personas que necesitan córneas nuevas. La córnea es la capa más externa en la parte frontal del ojo, que puede causar que una persona sufra problemas de visión o incluso perder la vista si está dañada por una enfermedad o lesión. Actualmente el único tratamiento para tratar una córnea que no funciona es un trasplante. Pero a pesar de que más de 15 millones de personas necesitan una donación de córneas, sólo se realizan 44,000 trasplantes cada año; la demanda supera con creces a la oferta. Es por eso que las córneas impresas en 3D podrían cambiar las reglas del juego por completo.

Científicos de la Universidad de Newcastle en Reino Unido han desarrollado una “bio-tinta” que les permitió imprimir córneas humanas en 3D. El 30 de mayo de 2018, publicaron las pruebas de su investigación en la revista Experimental Eye Research.

Para crear sus córneas impresas en 3D, los investigadores de la Universidad de Newcastle primero tuvieron que descubrir cómo hacer una bio-tinta que además de contener células madre, pudiera imprimirse; algo que en realidad no es tan fácil de hacer.

El material tiene que ser “lo suficientemente rígido como para mantener su forma, pero lo suficientemente suave como para ser comprimido y expulsado por la boquilla de una impresora 3D”. Y recordemos que además tiene que ser capaz de mantener vivas las células madre. “Muchos equipos en todo el mundo han estado buscando la tinta biológica ideal para que este proceso sea factible”.

El equipo descubrió que una combinación de alginato y colágeno, funcionaba a la perfección, permitiendo que usaran una impresora 3D de bajo costo para construir su córnea en menos de 10 minutos.

Utilizaron un escaneo del ojo de una persona para determinar las dimensiones de la córnea, asegurando que sería (teóricamente) una combinación perfecta para el tamaño y la forma de los ojos de un receptor.

Una vez impreso, el equipo permitió que las células madre crecieran alrededor del andamio provisto por el alginato y el gel de colágeno, ya que las células madre son las que en realidad se convierten en la córnea una vez que maduran, las otras partes de la tinta sólo les sirven como soporte.

Una semana después de la impresión el 83% de los queratocitos, un tipo específico de célula de la córnea, todavía estaban vivos; un resultado prometedor que indica que las células podrían, de hecho, reemplazar las córneas humanas.

 

 

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