El embrujo del tango


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Publicado por
@ZARACHO

17/03/2006#N8628

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Encuentro amoroso que comienza en la mirada. Continúa en el abrazo y se despliega en el baile. Contratiempo de experiencia y creatividad, equilibrio con sensibilidad, comunicación cómplice con esquiva seducción.
Ya desde el abrazo se pacta sin palabras la calidad de la entrega. La proximidad, el apile, el modo de contacto entre las cabezas, la presión del brazo de él estrechando el talle de ella, el peso de brazo de ella rodeando el cuello de él.
En la salida el ya define el largo de los pasos y la energía que le es propia. Ella recibe la apuesta y responde desde su energía contenida. Bailan juntos compartiendo espacios llenos y vacíos. Cada uno escucha el cuerpo del otro adivina sus pies, registra su emoción, a veces su ansiedad, otras su sorpresa. Diálogo secreto de preguntas y respuestas. A veces ruego, regateo, exigencia. Otras reserva, recato, recelo.

No se miran ni se hablan. Si hacen falta palabras es porque el lenguaje de los cuerpos está fallando. Ella no toma la iniciativa, solo intercala algún capricho que no perturbe la continuidad del desplazamiento. Presiente la intención y se atrasa apenas, para crear suspenso y una leve tensión que indica que está allí presente y que él no baila solo.

En el tango, igual que en la vida, el único dominio del tiempo que tiene la mujer respecto del hombre es frenarlo, nunca apurarlo. Y ese es el arte de ella. El hombre avanza y la mujer resiste, sin mucha convicción, es cierto.

Milonguero de ley ni siquiera necesita marcar demasiado. La toma firmemente entre sus brazos y la cobija en su pecho. Se la lleva puesta, "dormida", y la guía con el fuelle acompasado de su propia respiración.
Parecen uno solo, cuerpo y alma. Pero dicen que para bailar el tango hacen falta dos. Y sin embargo dos no alcanzan. En esa celebración, hombre y mujer están bailando acompañados.

Bailan con la música, lenta, suave, o rápida y picadita. Con cada orquesta y su estilo único, siguiendo el ritmo o la melodía, el bandoneón o el violín. Con el cantor, que les susurra retazos de sueños o pesadillas.

Baila cada uno consigo mismo, su sentimiento, su cuerpo, su oído que transforma la música en movimiento.
Bailan con las otras parejas en círculo formando un gran coro que multiplica su propia energía. Bailan con el piso, que les trae las vibraciones de los otros bailarines y le devuelven en caricias el apoyo que les brinda. Bailan también con la mirada externa de un público real o imaginario, que los ampara y los aprueba.

Sutil equilibrio de relaciones en el que ninguno debe predominar. El egoísta que baila solo despoja a su pareja de tan ansiada unión. La pareja que se encierra queda aislada, privándose de recibir el fuego sagrado de los toros así como de aportar su propio ardor a la danza tribal. Los que solo se exhiben traicionan su intimidad.
Pero cuando todas las partes han sido convocadas por igual, la comunión es perfecta. Misterio de los cuerpos en armonía. Magia del tango que los lleva al éxtasis, la emoción es intensa y total, cuerpo y alma.
En absurda contradicción anhelan que ese tango siga para siempre y que termine pronto por miedo a que un traspié pueda romper el encanto.
Se apaga la última nota, hacen durar el abrazo por unos instantes más. Cuando la experiencia es fuera de lo común, las palabras sobran, se miran casi con pudor, o ni se miran conmovidos y asustados de tanta entrega.

 

Comentarios

@EVYTA

31/03/2006

leyendo tu narración, senti la magia de estar bailando un tango, hermoso lo tuyo, gracias evyta  
@MONI2006

09/07/2006

Simplemente hermoso...