Anatomía del portafolios


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Escrito por
@PAMPAZEN

15/05/2006#N9681

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Anatomía del portafolios
Pampazen

Conserva el nombre de filiación latina, según el cual sería un “llevador de folios”, queriendo decir hojas, hojas de papel, ya que no del árbol caídas, según quiso el poeta,. La denominación de folios sólo sobrevive en los ámbitos administrativos y judiciales, donde todo expediente que se precie de tal está compuesto de carátula, no de tapa y de folios, no de hojas.
Creados que son los expedientes, surgen las necesidades paralelas de hacerlos crecer, de transportarlos y de sustraerlos. La sustracción –que no es sino una forma de transporte contrario sensu, porque consiste en alejar de los Tribunales aquello que iba dirigido a ellos, puede realizarse en conjunto, por arte de totalidad, o bien por partes, folio a folio.
Y ahora puede entenderse cuál es una de las funciones esenciales del portafolios.
Por eso no es raro asociar el portafolios a las gentes del ambiente tribunalicio o gubernamental, al funcionario, al hombre de bureau.
Considerada la necesidad de llevar expedientes de un lado a otro –o papeles, generalizando- fue oportuna la invención del portafolios. El poeta César Fernández Moreno pudo enunciar la versión argentina de esta traslación incesante: “Por fuera, portafolios de cuero de vaca. Por dentro, expedientes de vacas”.
Durante la postguerra circulaba en Buenos Aires la animosa y chuvinista versión de que muchos ingenieri recién venidos llevaban adentro de sus lustrosos portafolios sólo un sándwich de milanesa para abreviar el día. Y los costos.
El portafolios permite a la vez la apariencia y el ocultamiento. Su utilidad se basa en que hace suponer la existencia de algo quizá inexistente. En realidad el portafolios sostiene, antes que su contenido, una cierta imagen de quien lo porta. Excesiva responsabilidad que hacemos recaer sobre este modesto adminículo que él cumple con eficaz obediencia. No se sabe de portafolios alguno que se haya rebelado contra su amo, aunque son conocidos los actos de violencia y acoso hacia los portafolios: se les coloca explosivos que los destruirán, se los arroja desde los puentes hacia los ríos torrentosos, se los secuestra, se los viola, se los obliga a transportar narcodólares cuando todo el mundo sabe lo comprometedor que ello resulta, o se los sujeta de una cadena a la muñeca de su amo.
El portafolios tiene sexo masculino. Sólo últimamente lo llevan las mujeres y en tanto ingresan a tareas que están perdiendo el género pero que todavía huelen a hombre: la gerencia, la venta. El típico portafolios fin de siglo obedece a un patrón cosmopolita: está hecho de plástico y por lo tanto se hace de petróleo casi seguramente árabe; tiene un sobrio diseño que no puede atribuirse –igual que el color negro- sino a un inglés, a un inglés victoriano, lleva el obviamente francés nombre de attaché; y fue impuesto en todo el mundo por los norteamericanos.
Por todas esas razones podemos considerarlo legítimamente argentino, al menos hasta que los uruguayos nos lo disputen.
El portafolios está a mitad de camino entre el atuendo y el mueble de oficina. Escritorio portátil, a la vez debe hacer juego con el traje y con el porte. Igual que antaño el sombrero, se deposita a un costado para saludar, mediante un medio giro que lleva tiempo aprender. Cuando se abre un portafolios, se abre también una gran expectativa, que no existiría si lleváramos los papeles en la mano.
El masculinismo del attaché aparece en las películas de James Bond; usaba con disparador incorporado, calibre 45. Eso convierte al portafolios en un miembro viril del organismo. Y al que lo abre un público, en un exhibicionista.

 

Comentarios

@MABE

16/05/2006

¡Me encantó! Muy linda visión de un elemento tan cotidiano. Lástima que su destino esté signado...la Notebook (mujer tenía que ser) lo va a dejar atrás. Besos Mabel