El Psicoanálisis en Flores
Publicado por
@OLDBOY06
Un interesantÃsimo texto de Dolina:
[b]El psicoanálisis en Flores[/b]
La historia del psicoanálisis en el barrio de Flores es bastante curiosa. Quienes conocen a los Hombres Sensibles ya sospecharán que las teorÃas de Freud no fueron formuladas pensando en ellos. Y aunque estos varones siempre fueron aventureros y buscadores de sueños, cuesta bastante imaginarlos en el sillón de un psicoanalista.
Sin embargo, muchos profesionales alcanzaron cierto éxito en el barrio del Angel Gris.
Algunos fueron consultados por los Hombres Sensibles y hasta existieron escuelas y corrientes opuestas que dieron lugar a apasionantes polémicas.
El primer analista que se estableció en Flores fue -según dicen- el doctor Mauricio D. Finkel. Los comienzos no fueron fáciles y su consultorio de la avenida Rivadavia permaneció desierto durante meses. Los vecinos creÃan entender que Finkel adivinaba la suerte o tiraba las cartas o tal vez vendÃa rifas.
Con esa idea se presento un dÃa de invierno el primero de sus pacientes. Se trataba del poeta Jorge Allen, quién buscaba consuelo a un desengaño amoroso y pensó que no estaba del todo mal intentar alguna solución mágica.
Finkel lo hizo recostar en su diván y lo invito a hablar. Allen le contó minuciosamente como habÃa sido abandonado por cierta señorita de La Paternal, la forma en que sufrÃa y otros detalles menores. Transcurrido un buen rato, Finkel se levantó y dio por terminada la entrevista.
- Bien - dijo Allen -. Que hago?
- Venga el jueves a la misma hora.
- Para que?
- Vea, se trata de que usted vaya comprendiendo su propio problema. La solución la encontrara precisamente en esa misma comprensión.
Allen regreso varias veces. Comprendió perfectamente su caso, lo cual no le sirvió de nada: la chica de La Paternal se casó con un consignatario de Alberti. Enterado de esta tragedia, el enamorado anunció a Finkel su decisión de interrumpir el tratamiento.
- Usted no entiende - sentencio el analista -; el punto es ubicarlo a usted ante la realidad para que acepte y supere el dolor.
- No deseo superar el dolor. Ya he perdido a la mujer que querÃa: ¿Pretende usted dejarme también sin el sufrimiento? DÃgame cuanto le debo.
A pesar de este primer fracaso, Finkel hizo carrera. Cuando los Hombres Sensibles se enteraron de la teorÃa del subconsciente, creyeron encontrarse ante una hermosa leyenda.
En la plaza, los Narradores de Historias sorprendÃan a su auditorio manifestando que todos llevábamos dentro a otro señor, que es en verdad el que domina nuestra persona.
Agregaban que este señor oculto aparecÃa en los peores momentos, poniendo en nuestras vidas notas de lujuria, bestialidad y groserÃa.
La leyenda del subconsciente se fue transformando vigorosamente y algunas de sus versiones son asombrosas.
Durante mucho tiempo se creyó en Flores que todo acto indecoroso era responsabilidad del subconsciente, quedando a salvo la inocencia de quien lo perpetrara. AsÃ, los guarangos de la zona justificaban sus gritos, zafadurÃas y provocaciones culpando al extraño que llevaban dentro.
Las personas decentes y rectas se jactaban de no tener subconsciente y muchos padres amenazaban a sus hijos con disponer la extirpación quirúrgica del intruso responsable de sus travesuras.
Manuel Mandeb afirmó una madrugada que él tenÃa varios subconscientes, la mayorÃa de los cuales estaba en contra suya.
Casi en los confines de Villa del Parque, algunos grupos de fantásticos creyeron que el subconsciente salÃa de su envoltura carnal en las noches de luna llena para cometer toda clase de perversidades.
Sea por el auge de esta leyenda, sea por la Ãmproba labor de grupos de lechuguinos procedentes del centro, el caso es que el doctor Finkel y algunos otros psicoanalistas llegaron a disponer de una regular clientela.
Los Refutadores de Leyendas no se opusieron a esta actividad, pues habÃan oÃdo decir que se trataba de algo cientÃfico. También es cierto que no concurrÃan a los consultorios, lo cual es una lástima: no debe haber nada más apasionante que los sueños de un racionalista.
Con la aparición de nuevos profesionales, empezaron también los diferentes enfoques, las herejÃas y las discusiones.
Finkel era ortodoxo: no dialogaba con sus pacientes, se ponÃa lejos de su vista y no les permitÃa que lo miraran. Sus enemigos afirmaban que el hombre aprovechaba para dormir.
Otros aseguraban que se iba a la cocina y regresaba sobre el final de la sesión. Y no faltaban los que creÃan que atendÃa a dos o más personas al mismo tiempo, dando vueltitas de inspección entre pieza y pieza.
Otros psicoanalistas prefirieron enfrentar a sus clientes y discutir con ellos. Una rama de la calle Bilbao se llevo esta actitud al extremo. Asà nació la Escuela PsicoanalÃtica de la Mala Sangre.
Los médicos que siguieron esta novedosa técnicas se propusieron reaccionar ante el relato del paciente de un modo evidente y hasta exagerado, para que el enfermo comprendiera que se lo compadecÃa.
Por ejemplo: si un señor contaba que su esposa lo tenÃa harto, el analista lloraba amargamente hasta caer en la desesperación.
Claro que esta terapia tuvo, algunas veces, consecuencias desagradables.
AsÃ, cuando alguien contaba que castigaba a sus hijos, no faltaba el psicólogo taura que se plantaba frente al escritorio y gritaba: "Por que no me pegás a mi, sinvergüenza".
Las actividades de la Escuela Psicoanlitica de la Mala Sangre cesaron, más que nada, a causa de las quejas de los vecinos.
Un negocio bastante interesante fue el de los psicoanalistas a domicilio.
La idea surgió a partir de la fuerte necesidad que muchos pacientes tenÃan de sus analistas a toda hora. Ciertos neuróticos pudientes pensaron que una buena solución era contratar a un psicoterapeuta de modo permanente.
Entonces se hizo bastante frecuente la costumbre de tener un analista en la casa, lo que -de paso- eliminaba la molestia de someterse a una sesión, pues no tenia mayor sentido contarle al profesional lo que este podÃa ver con sus propios ojos.
Lo cierto es que, en el caso de los psicoanalistas ortodoxos, su función en el domicilio del enfermo no era mucho mas activa que la de un florero.
Se limitaban a recorrer las habitaciones murmurando "jem" y asintiendo con la cabeza. Muchos de ellos todavÃa siguen en las casas de familias adineradas, algunos como jardineros, otros como primos o entenados.
El auge de la actividad psicoanalÃtica en el barrio de Flores popularizó sus técnicas más sencillas. Cualquier modista sabÃa lo que era el complejo de Edipo o una neurosis obsesiva. Los Hombres Sensibles se sintieron fascinados por el juego de la interpretación. Para ellos no se trataba de un ejercicio cientÃfico, sino más bien artÃstico. Y no les faltaba razón.
Alguien deja un paraguas olvidado en el bar La Pilarica. Interpretación: existe el deseo de volver al establecimiento.
Alguien cuenta chistes todo el tiempo. Interpretación: hay una pena oculta.
Alguien siente horror por los cuchillos. Interpretación: Hubo un accidente en la niñez.
Desde luego, los poetas del barrio acuñaron interpretaciones nuevas, muchas de ellas de alto valor literario. Veamos:
Alguien se mete el dedo en la nariz. Interpretación: Está buscando su alma.
Una mujer es demasiado hermosa. Interpretación: se trata del demonio.
Un hombre come terrones de azúcar. Interpretación: es tucumano.
Un hombre afila su cuchillo en el cordón de la vereda: venganza segura.
El mismo mecanismo se observó en la interpretación de los sueños.
Según los Hombres Sensibles, soñar con una mujer es amarla, soñar con zapatos negros es morirse, soñar con caerse es el cincuenta y seis.
Otra de las consecuencias de esta vocación psicológica fue el convencimiento general de que todo tiene orÃgenes mentales. AsÃ, cuando un muchacho se ensartaba un clavo en el pie, algunos médicos aplicaban la vacuna antitetánica y otros preguntaban por la relación del ensartado con sus padres.
De cualquier modo, el entusiasmo fue decayendo. Tal vez el principal responsable fue Manuel Mandeb. El pensador árabe empezó a desconfiar de quien trataba de abarcar el alma con menesterosas definiciones.
No le gustaba tampoco la ausencia del pecado en aquellas construcciones donde no habÃa canallas, sino enfermos y donde los sinvergüenzas eran llamados psicóticos.
De estas inquietudes surge una obtusa monografÃa titulada "Locos éramos los de antes".
En realidad el trabajo consiste en la exposición de ciento nueve casos de personas que concurrieron al psicoanalista, sin curarse de nada y –lo que es peor- adquiriendo una espantosa satisfacción de si mismas.
La verdad es que el trabajo de Mandeb carece de todo rigor cientÃfico, pero consigue dejar la extraña sensación de que al psicoanálisis tampoco le sobra este rigor.
Esto es quizás falso. Pero uno no termina de convencerse, tal es el efecto que los pensadores pasionales, como Manuel Mandeb, producen en las personas razonables.
Hoy en dÃa, supongo yo, los grandes investigadores del alma transitaran otros caminos menos pintorescos. Ya no parece tener mucho sentido contarle nuestras fantasÃas a un señor durante veinticinco años para ver si conseguimos dormir tranquilos.
Mis amigos ilustrados me cuentan que hay nuevas técnicas y que la ciencia adelanta a modo bestial.
Como quiera que sea, el sencillo propósito de esta nota ha sido llamar la atención sobres aspectos estéticos del psicoanálisis. No importa que no sirva para nada: sus rituales, sus aristas absurdas, sus tiros en la noche, sus metáforas, su solemnidad son elementos que un verdadero artista no deberÃa desechar jamás.
Tal vez llego tarde y todos han comprendido esto. Quizás los terapeutas y sus pacientes no hacen más que jugar, semana tras semana, un juego apasionante en que las fichas son sueños, ilusiones, fantasÃas, recuerdos, angustias, amores, desencuentros y frustraciones
Esto es casi tan bueno como curar manÃas persecutorias.
Alejandro Dolina
.
[b]El psicoanálisis en Flores[/b]
La historia del psicoanálisis en el barrio de Flores es bastante curiosa. Quienes conocen a los Hombres Sensibles ya sospecharán que las teorÃas de Freud no fueron formuladas pensando en ellos. Y aunque estos varones siempre fueron aventureros y buscadores de sueños, cuesta bastante imaginarlos en el sillón de un psicoanalista.
Sin embargo, muchos profesionales alcanzaron cierto éxito en el barrio del Angel Gris.
Algunos fueron consultados por los Hombres Sensibles y hasta existieron escuelas y corrientes opuestas que dieron lugar a apasionantes polémicas.
El primer analista que se estableció en Flores fue -según dicen- el doctor Mauricio D. Finkel. Los comienzos no fueron fáciles y su consultorio de la avenida Rivadavia permaneció desierto durante meses. Los vecinos creÃan entender que Finkel adivinaba la suerte o tiraba las cartas o tal vez vendÃa rifas.
Con esa idea se presento un dÃa de invierno el primero de sus pacientes. Se trataba del poeta Jorge Allen, quién buscaba consuelo a un desengaño amoroso y pensó que no estaba del todo mal intentar alguna solución mágica.
Finkel lo hizo recostar en su diván y lo invito a hablar. Allen le contó minuciosamente como habÃa sido abandonado por cierta señorita de La Paternal, la forma en que sufrÃa y otros detalles menores. Transcurrido un buen rato, Finkel se levantó y dio por terminada la entrevista.
- Bien - dijo Allen -. Que hago?
- Venga el jueves a la misma hora.
- Para que?
- Vea, se trata de que usted vaya comprendiendo su propio problema. La solución la encontrara precisamente en esa misma comprensión.
Allen regreso varias veces. Comprendió perfectamente su caso, lo cual no le sirvió de nada: la chica de La Paternal se casó con un consignatario de Alberti. Enterado de esta tragedia, el enamorado anunció a Finkel su decisión de interrumpir el tratamiento.
- Usted no entiende - sentencio el analista -; el punto es ubicarlo a usted ante la realidad para que acepte y supere el dolor.
- No deseo superar el dolor. Ya he perdido a la mujer que querÃa: ¿Pretende usted dejarme también sin el sufrimiento? DÃgame cuanto le debo.
A pesar de este primer fracaso, Finkel hizo carrera. Cuando los Hombres Sensibles se enteraron de la teorÃa del subconsciente, creyeron encontrarse ante una hermosa leyenda.
En la plaza, los Narradores de Historias sorprendÃan a su auditorio manifestando que todos llevábamos dentro a otro señor, que es en verdad el que domina nuestra persona.
Agregaban que este señor oculto aparecÃa en los peores momentos, poniendo en nuestras vidas notas de lujuria, bestialidad y groserÃa.
La leyenda del subconsciente se fue transformando vigorosamente y algunas de sus versiones son asombrosas.
Durante mucho tiempo se creyó en Flores que todo acto indecoroso era responsabilidad del subconsciente, quedando a salvo la inocencia de quien lo perpetrara. AsÃ, los guarangos de la zona justificaban sus gritos, zafadurÃas y provocaciones culpando al extraño que llevaban dentro.
Las personas decentes y rectas se jactaban de no tener subconsciente y muchos padres amenazaban a sus hijos con disponer la extirpación quirúrgica del intruso responsable de sus travesuras.
Manuel Mandeb afirmó una madrugada que él tenÃa varios subconscientes, la mayorÃa de los cuales estaba en contra suya.
Casi en los confines de Villa del Parque, algunos grupos de fantásticos creyeron que el subconsciente salÃa de su envoltura carnal en las noches de luna llena para cometer toda clase de perversidades.
Sea por el auge de esta leyenda, sea por la Ãmproba labor de grupos de lechuguinos procedentes del centro, el caso es que el doctor Finkel y algunos otros psicoanalistas llegaron a disponer de una regular clientela.
Los Refutadores de Leyendas no se opusieron a esta actividad, pues habÃan oÃdo decir que se trataba de algo cientÃfico. También es cierto que no concurrÃan a los consultorios, lo cual es una lástima: no debe haber nada más apasionante que los sueños de un racionalista.
Con la aparición de nuevos profesionales, empezaron también los diferentes enfoques, las herejÃas y las discusiones.
Finkel era ortodoxo: no dialogaba con sus pacientes, se ponÃa lejos de su vista y no les permitÃa que lo miraran. Sus enemigos afirmaban que el hombre aprovechaba para dormir.
Otros aseguraban que se iba a la cocina y regresaba sobre el final de la sesión. Y no faltaban los que creÃan que atendÃa a dos o más personas al mismo tiempo, dando vueltitas de inspección entre pieza y pieza.
Otros psicoanalistas prefirieron enfrentar a sus clientes y discutir con ellos. Una rama de la calle Bilbao se llevo esta actitud al extremo. Asà nació la Escuela PsicoanalÃtica de la Mala Sangre.
Los médicos que siguieron esta novedosa técnicas se propusieron reaccionar ante el relato del paciente de un modo evidente y hasta exagerado, para que el enfermo comprendiera que se lo compadecÃa.
Por ejemplo: si un señor contaba que su esposa lo tenÃa harto, el analista lloraba amargamente hasta caer en la desesperación.
Claro que esta terapia tuvo, algunas veces, consecuencias desagradables.
AsÃ, cuando alguien contaba que castigaba a sus hijos, no faltaba el psicólogo taura que se plantaba frente al escritorio y gritaba: "Por que no me pegás a mi, sinvergüenza".
Las actividades de la Escuela Psicoanlitica de la Mala Sangre cesaron, más que nada, a causa de las quejas de los vecinos.
Un negocio bastante interesante fue el de los psicoanalistas a domicilio.
La idea surgió a partir de la fuerte necesidad que muchos pacientes tenÃan de sus analistas a toda hora. Ciertos neuróticos pudientes pensaron que una buena solución era contratar a un psicoterapeuta de modo permanente.
Entonces se hizo bastante frecuente la costumbre de tener un analista en la casa, lo que -de paso- eliminaba la molestia de someterse a una sesión, pues no tenia mayor sentido contarle al profesional lo que este podÃa ver con sus propios ojos.
Lo cierto es que, en el caso de los psicoanalistas ortodoxos, su función en el domicilio del enfermo no era mucho mas activa que la de un florero.
Se limitaban a recorrer las habitaciones murmurando "jem" y asintiendo con la cabeza. Muchos de ellos todavÃa siguen en las casas de familias adineradas, algunos como jardineros, otros como primos o entenados.
El auge de la actividad psicoanalÃtica en el barrio de Flores popularizó sus técnicas más sencillas. Cualquier modista sabÃa lo que era el complejo de Edipo o una neurosis obsesiva. Los Hombres Sensibles se sintieron fascinados por el juego de la interpretación. Para ellos no se trataba de un ejercicio cientÃfico, sino más bien artÃstico. Y no les faltaba razón.
Alguien deja un paraguas olvidado en el bar La Pilarica. Interpretación: existe el deseo de volver al establecimiento.
Alguien cuenta chistes todo el tiempo. Interpretación: hay una pena oculta.
Alguien siente horror por los cuchillos. Interpretación: Hubo un accidente en la niñez.
Desde luego, los poetas del barrio acuñaron interpretaciones nuevas, muchas de ellas de alto valor literario. Veamos:
Alguien se mete el dedo en la nariz. Interpretación: Está buscando su alma.
Una mujer es demasiado hermosa. Interpretación: se trata del demonio.
Un hombre come terrones de azúcar. Interpretación: es tucumano.
Un hombre afila su cuchillo en el cordón de la vereda: venganza segura.
El mismo mecanismo se observó en la interpretación de los sueños.
Según los Hombres Sensibles, soñar con una mujer es amarla, soñar con zapatos negros es morirse, soñar con caerse es el cincuenta y seis.
Otra de las consecuencias de esta vocación psicológica fue el convencimiento general de que todo tiene orÃgenes mentales. AsÃ, cuando un muchacho se ensartaba un clavo en el pie, algunos médicos aplicaban la vacuna antitetánica y otros preguntaban por la relación del ensartado con sus padres.
De cualquier modo, el entusiasmo fue decayendo. Tal vez el principal responsable fue Manuel Mandeb. El pensador árabe empezó a desconfiar de quien trataba de abarcar el alma con menesterosas definiciones.
No le gustaba tampoco la ausencia del pecado en aquellas construcciones donde no habÃa canallas, sino enfermos y donde los sinvergüenzas eran llamados psicóticos.
De estas inquietudes surge una obtusa monografÃa titulada "Locos éramos los de antes".
En realidad el trabajo consiste en la exposición de ciento nueve casos de personas que concurrieron al psicoanalista, sin curarse de nada y –lo que es peor- adquiriendo una espantosa satisfacción de si mismas.
La verdad es que el trabajo de Mandeb carece de todo rigor cientÃfico, pero consigue dejar la extraña sensación de que al psicoanálisis tampoco le sobra este rigor.
Esto es quizás falso. Pero uno no termina de convencerse, tal es el efecto que los pensadores pasionales, como Manuel Mandeb, producen en las personas razonables.
Hoy en dÃa, supongo yo, los grandes investigadores del alma transitaran otros caminos menos pintorescos. Ya no parece tener mucho sentido contarle nuestras fantasÃas a un señor durante veinticinco años para ver si conseguimos dormir tranquilos.
Mis amigos ilustrados me cuentan que hay nuevas técnicas y que la ciencia adelanta a modo bestial.
Como quiera que sea, el sencillo propósito de esta nota ha sido llamar la atención sobres aspectos estéticos del psicoanálisis. No importa que no sirva para nada: sus rituales, sus aristas absurdas, sus tiros en la noche, sus metáforas, su solemnidad son elementos que un verdadero artista no deberÃa desechar jamás.
Tal vez llego tarde y todos han comprendido esto. Quizás los terapeutas y sus pacientes no hacen más que jugar, semana tras semana, un juego apasionante en que las fichas son sueños, ilusiones, fantasÃas, recuerdos, angustias, amores, desencuentros y frustraciones
Esto es casi tan bueno como curar manÃas persecutorias.
Alejandro Dolina
.
Comentarios
@MABE
10/02/2007
¡Gracias, caballero!
Siempre es un placer leer un poco de Dolina
(y no me lo interprete)
Besooos
Mabel
@OJOSVERDES
10/02/2007
hablando de caballero... felix donde esta???
Esta cadena ya está cerrada y no se pueden dejar nuevos comentarios. Si el tema te interesa puedes abrir una nueva . Puedes hacer referencia a esta cadena incluyendo el link
Más notas de CuentosVer todas
Más notas de Cuentos
Fantasmas.
@CUCKY2 08/02/2007
BUROCRACIA
@ROBMUN 08/02/2007
CUENTOS PARA SANAR/ "LA VERDAD"
@LAU33 25/03/2024
"Cuentan de un sabio que un dÃa.....
@DANTEX 19/04/2024
Los grandes momentos son los que nos atrapan desprevenidos, aquellos que para otros son sólo pequeños
Dios no juega a los dados con el hombre*
Albert EinsteinARG
Me gusta leer , mirar pelÃculas o series ,caminar y la vida al aire libre. Hace
¿CONOCERLA?
Más Mujeres
ARG
Abogado, no carancho. Tranqui. Vida sana, lo que no excluye placeres mundanos. ð
¿CONOCERLO?
Más Hombres
Salidas Grupales
Ver Todascantar y escuchar Música
TARDE de DOMINGO c/MUSICA en VIVO y Bailamos tambi
@GISELLE - Domingo 19/05/2024
47
46
Me interesa
Otros
Dia Internac. del Jazz - Honrando a Duke Ellington
@JUANKADIM - Martes 30/04/2024
5
3
Me interesa
Aire Libre
ECO Parque + Parque japones un paseo de interés.!
@GABRIELMAX - Miércoles 01/05/2024
4
57
Me interesa