FLORES TARDÍAS


Registrate en Encontrarse y empezá a conocer gente ya

Escrito por
@KOPSI

27/03/2007#N14637

0 Actividad semanal
573 Visitas totales


Registrate en Encontrarse y empezá a conocer gente ya

Con un ramo de flores intentaste acallar tu conciencia. Creíste que con un puñado de inocentes y coloridos pedazos de vida, ahora condenados a muerte, lo lograrías. Pasaste por alto que no sonreiría al recibirlas. Tampoco me emocionaría como siempre me ha ocurrido.

Nuestra historia ha sido la de una pareja feliz. Hubo altibajos, rencillas pasajeras y reconciliaciones apasionadas. El tiempo fue pasando y ambos cambiamos. Tú no deseabas tener hijos, y yo anhelaba ser madre. Aún así, por el gran amor que me unía a ti, resigné mis deseos. Pero ese renunciamiento fue una semilla de tristeza que algún día se convertiría en rencor.

El tiempo siguió su curso y más cambios se produjeron. En todos los aspectos. Yo tenía ojos sólo para ti. Tú, por el contrario, hacia todos menos hacia mí. Comencé a sufrir esa postergación y te lo dije. Fue motivo ya no de conversación, sino de discusión y enfrentamiento.

Tras el enojo de ambos, creció en mí una rabia sorda y, curiosamente, empecé a elegir las palabras, dejando de ser espontánea cuando te hablaba. Me sentía prisionera y creo que hasta comencé a temerte.

Así pasaron meses y quizás años, en los que preferí negar la realidad, ya que nuestra relación de idílica pasó a ser incierta. Pese a ello, intenté comprenderte.

Sabía que no eras feliz. En el ámbito laboral siempre que había vacantes de ascenso, te postergaban injustamente. Ese hecho te crispaba y creaste un clima ríspido entre nosotros. Me achacabas, inconscientemente, tus frustraciones.

Contrariamente, mi carrera laboral era exitosa. Fui tenida en cuenta para todos los ascensos que se presentaban, y pasé a ocupar un cargo de jerarquía en la empresa. Con cada nuevo puesto que pasaba a ocupar, surgía una discusión entre ambos. Comenzó una guerra de celos, totalmente injustificada. No trabajábamos en el mismo lugar, y nuestras tareas no eran similares tampoco.

Te volviste hosco, poco proclive a conversar. Te hiciste adicto al alcohol. ¡Tú!, que eras totalmente abstemio y que odiabas hasta el aroma del vino.

Una tarde, cercana a nuestro quinto aniversario, llegaste a casa sumamente alterado. Tenías signos de estar alcoholizado. Yo estaba en la cocina, ocupándome de los quehaceres culinarios. A los gritos, exigiste que renunciase a mi empleo. Me negué, naturalmente. Mi salario nos permitía un mejor nivel de vida. Habíamos cambiado la casa, teníamos dos autos, una vida más acomodada que en el pasado, y podíamos ir de vacaciones todos los años.

Ante mi negativa perdiste el control. Completamente enfurecido amenazaste con abandonarme. Dijiste que emprenderías una nueva vida junto a una mujer sencilla a la que amabas, entre otras cosas, por no ser tan ambiciosa como yo. Agregaste que tu oferta de ese momento tenía por objeto intentar salvar nuestro matrimonio.

Dejé lo que estaba haciendo. Te miré fijamente, mientras secaba mis manos y sentía que las lágrimas humedecían mis mejillas. Sabía que lo que diría pondría el definitivo punto final, pero debía decir lo que pensaba, porque no había nada que salvar. Era imperioso que dejase a un lado mi sensación de humillación, engaño, bastardeo.

Por primera vez en tanto tiempo te enfrenté sin miedo. Dije con voz ronca: “Pues haz lo que creas que es mejor para ti. Ya que tienes un nuevo y gran amor, vívelo intensamente. Te deseo que seas muy feliz.”.

Con lo que me pareció un salto, de pronto estuviste frente a mí, y levantaste un brazo para pegarme. Mi estupor fue tan intenso que no atiné a ofrecer resistencia. Comprendí que nuestra relación acababa de morir y yo con ella, cuando iracundo tomaste una cuchilla de la mesada.

Hoy se celebra el quinto aniversario de nuestra boda. Y estás aquí rodeado por dos personas. El ramo de flores que enviaste está separado de otras ofrendas florales. Todos te miran con rencor, y nadie desea siquiera hablarte.

Hoy también se celebra mi funeral.

Copyright 2006/All rights reserved


 

Comentarios

@RENEDIVA

28/03/2007

Que lindo cuento, Sara!!!! Muy bueno!! Un beso, Susana