Los años 70 y sus dificultades


Registrate en Encontrarse y empezá a conocer gente ya

Publicado por
@ATI2006

09/05/2007#N15410

0 Actividad semanal
677 Visitas totales


Registrate en Encontrarse y empezá a conocer gente ya
¿Recuerdas donde practicabas el sexo en los 70?


La permisividad de la sociedad hacia el sexo y la sexualidad ha facilitado mucho las cosas a los jóvenes a la hora de encontrar un lugar para mantener relaciones sexuales. Todo lo contrario a lo que sucedía hace apenas unos 15 0 20 años, época en el que los jóvenes se las ingenieban para satisfacer sus necesidades aprovechando el reducido espacio del automóvil o las “escapadas” de fin de semana de los padres.

Esteban Cañamares, psicólogo y sexólogo y uno de los expertos del portal Marqueze.net, nos recuerda las peripecias protagonizadas por los jóvenes de su generación, allá por los años 70, cuando el ingenio y la imaginación eran requisitos indispensables para sortear los obstáculos y conseguir pasar a mayores con la novia o novio del momento.

“Eludir la vigilancia paterna no siempre era fácil”, en esa época, nos recuerda, la mayoría de los padres eran muy estrictos en cuanto al horario. A las 21,30 o como mucho las 22 las muchachas debían haber llegado a su domicilio.

Los padres eran sin embargo, más condescendientes con las “despedidas” en la escalera.

El beso final y el adiós podría durar sus veinte minutos, mientras los padres veían la tele y de vez en cuando alzaban su voz para reclamar que “ya esta bien”. Aunque existían “otros peligros”: “ Siempre llegaba el típico vecino del tercero que venía de trabajar a esas horas, y nosotros nos recomponíamos rápidamente y dábamos las buenas noches entrecortadamente, volviendo a la carga tras el minuto de sofoco y aprovechando esos últimos cinco minutos antes de que el del segundo bajase a sacar la basura”, recuerda Cañamares.

Y por si fuera poco, siempre quedaba la vecina que por la mirilla intentaba no perderse ningún movimiento para luego ir con los chismes al colmado o en los corrillos de la escalera.

El cine el lugar preferido

Los exhibidores se quejan amargamente de la caída de espectadores en las salas. Sin duda, por allá en los 70 y 80, los cines vivieron sus mejores momentos con sus sesiones dobles y las “manitas” en las últimas filas.

El psicólogo nos aclara que, salvo en contadas ocasiones, “no había relaciones completas, pero sí caricias, toqueteos, botones desabrochados, movimiento de cierres… Una lucha constante con la ropa íntima, en la que surgió la antológica animadversión masculina hacia los broches de sujetador”.

Los obstáculos no eran pocos: El acomodador (alumbrando con su linterna a las pareja), el señor o la señora del asiento de atrás, la posibilidad de coincidir con algún conocido en el “gallinero” o el hecho habitual de que la cinta de la película se estropease y se encendieran las luces antes de lo esperado podían dar al traste con los encendidos propósitos de los adolescentes.

“Pero también contábamos con algunos aliados: los suspiros no se oían gracias a los disparos de John Wayne, algunos acomodadores comprensivos tosían y carraspeaban cuando se acercaba el momento de encender las luces y, por supuesto, el abrigo en invierno”, añade Cañamares.

Exprimir las salidas de padres y parientes varios

Otra posibilidad para los jóvenes consiste en aprovechar las horas en los que los padres vayan a estar fuera. Cañamares recuerda que “debíamos pasar por el portal y no despertar sospechas entre las vecinas, así que andábamos lo más rápido posible, con la cabeza agachada y la mirada clavada en el suelo”. Para comprobar que no había ningún adulto en la casa, bastaban tres toques de timbre como contraseña, y una vez dentro, “siempre pendientes del reloj y con una coartada preparada”.

El coche

Las estrecheces de un Fiat 600 no eran ningún obstáculo para practicar el amor en ellos. Algunos jóvenes de hoy no creerían todo lo que sus padres pudieron llegar a hacer en alguno de los pequeños automóviles de esos años.

“Los jóvenes de entonces no teníamos la corpulencia de los actuales y, salvo honrosas excepciones, no pasábamos de ser simples sex symbol”, aclara Cañamares

A falta de autocines, las parejas acudían a parajes solitarios aunque cuando corria la voz de un buen lugar era incluso difícil encontrar “sitio” para aparcar el vehículo. Estar pendientes de lo que ocurría en las cercanías del coche era una obligación pues, además de los desaprensivos que pudiesen estar merodeando, aquellas prácticas estaban perseguidas y la policía “podía darte un susto, enterándose tus padres”.

Cielos estrellados y suspiros en la hierba

Para los amantes de lo verde, los parques al anochecer siempre han sido un escondite perfecto. “Si los bancos de los parques hablasen… Cuánto saben ellos de pasiones juveniles, de deseos que no pueden esperar, de desahogos conseguidos al caer la noche, siempre con el miedo de ser descubiertos, pero con la satisfacción de quien come la fruta prohibida”, resume el sexólogo de Marqueze. Las precauciones básicas consisten siempre en elegir un lugar apartado y solitario pero seguro, combatir el frío del invierno con un buen abrigo y mucha pasión y, de nuevo, “el reloj, el maldito reloj”.



 

Comentarios

Aún no hay comentarios. Iniciá una conversación acerca de este tema.