EL SOL SIGUE GIRANDO


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@MPELLE

31/05/2007#N15756

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EL SOL SIGUE GIRANDO

Autor: Guillermo B. Semeniuk (Médico)

Corría el año 1964, ¿o era yo el que corría? Corría tras la meta del título en el viejo Hospital de Clínicas y tras el verdadero contacto con los pacientes en el hospital Salaberry, ambos edificios ya tragados por la avidez de una ciudad que crece, sin respeto por los íconos de la memoria. Claro que yo era ajeno a todo esto en aquellos tiempos. Mi pensamiento estaba acaparado por el presente y el futuro deseado. Mis sentidos, impregnados por el calor sofocante de un sábado de verano y el fuerte olor a cebo de la fábrica de jabón de allí nomás, apenas pasando la General Paz. Todo mezclado con las emanaciones del cercano matadero. No creo haber tomado conciencia de ese marco, ocupado en acudir a un llamado del sector de Clínica Médica, donde me encontré con un bulto yacente debajo de unas frazadas... parecía tan inapropiado a la temperatura del día.... pero la voz que emergía ya trasuntaba el frío que iba invadiendo un cuerpo erizado de metástasis.

Se quejaba de no poder orinar. Los dolores no le daban respiro. Seguía una rutina tranquilizadora para ambos: analgésicos, una vía intravenosa. Sentí que quería quedarme, y cuando los pinchazos de dolor cedieron, la voz tomó un tinte casi cálido, y me contó. Me contó que hasta hacía pocos días había estado sobre un escenario interpretando el papel del Cardenal Inquisidor en Galileo Galilei de Bertold Brecht. Había sido, quizás, la oportunidad más importante de su vida de actor, llegada ya en el ocaso. Me contó de sus reflexiones sobre la precariedad del poder de los hombres, encarnado en la soberbia altanería del inquisidor que hizo renegar a Galileo de su más íntimas y elaboradas convicciones. Me dijo que él creía que el camino de la búsqueda de la verdad está escondido en las sombras, y que cuando algún visionario se atreve, por algo se llaman visionarios, verdad ? - se debe los obstáculos que el deseo de supervivencia, la adhesión al status quo, tienden como trampas a la prosecución de ese camino. Galileo no había podido resistirse, pero al conservar su vida, no había garantizado así la continuidad de su pensamiento?

Me di cuenta que estaba asistiendo al imponente espectáculo de una mente que desmentía con su funcionamiento la corrupción de un cuerpo que agonizaba. Que despertaba en mi una terrible urgencia de ayudarlo, con mis limitados medios. Creí encontrar en la práctica de la talla vesical el instrumento para salvarlo, aunque ese método ya fuera prohibido desde Hipócrates. O colocarle una sonda especial, pero mis deseos no lograron superar mi saber. Advertía que esas maniobras no eran la rutina de siempre, estaban empapadas del deseo desesperado de mantenerlo vivo. Controlé obsesivamente su presión y su pulso, hasta que uno a uno, sus procesos vitales se fueron plegando a la omnipotente presencia de la muerte. El mismo era como otro Galileo cediendo paso a la gran Inquisición.

De manera similar a las ideas de Galileo que se conservaron para que otros pudieran utilizarlas, la experiencia vivida en esas pocas horas se fue desplegando en mi, tomando múltiples significaciones. Me di cuenta que yo había actuado como si el sol girara a mi alrededor, compitiendo contra la Inquisición por la posesión de una vida que ya le pertenecía. Me di cuenta que yo había ganado mucho en esas horas; había visto confirmarse mi vocación médica, había comprendido el sentido cabal de las palabras de un viejo maestro: nuestra tarea incluye el ayudar al bien morir, en ayudar a pasar por una transición de lo que todo ignoramos. Que en el orden universal ocupamos un lugar más modesto del que ambicionábamos pero utilizable para muchos.

Amaneció, el sol apareció puntualmente en el horizonte.
El anciano ya había partido.
Y el sol, el sol siguió girando.

Texto obtenido del siguiente link: http://www.sidus.com.ar/EspacioSidus/cuentos/cuentos/2000/elsol.html


 

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