El respeto a la diferencia y la necesidad de ser incluido


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@JORJAR

27/06/2007#N16117

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Hoy, la sociedad humana se enfrenta a procesos crecientes de complejidad que requieren el reforzamiento de su identidad, para seguir manteniendo su razón de ser. Asimismo, toda sociedad que persiga su enriquecimiento espiritual y material está abocada al desarrollo de una mayor capacidad de comprensión de la diversidad, representada en cada uno de sus miembros y que se potencia, precisamente, en el ejercicio de respetar e integrar a las minorías.

Cualquier individuo al nacer requiere para su desarrollo vital la aceptación de la familia, del grupo, del clan o de la sociedad en donde ve la luz: el reconocimiento explícito de su pertenencia a una comunidad. Pero además, todo individuo trae a la vida la imperiosa necesidad de definirse como un ser con características genuinas propias.

Si bien el ser humano nace en un medio complementario (sus padres biológicos son una pareja), su primera conciencia de ser se expresa con un “yo soy” y con un “esto es mío”. También, aunque nazcan en un grupo humano, niños y niñas, en el mismo instante de su aparición en el teatro del mundo, ya manifiestan rasgos definitorios de su personalidad que sorprenden porque les diferencian del resto de los miembros de su entorno. De ahí el empeño que muestran los adultos en buscarles parecido entre sus más allegados.

Único referente

Sus necesidades y su incapacidad para resolverlas le hacen vivir en dependencia de los otros durante más tiempo que ninguna otra especie animal. Sin embargo, el ser humano, mientras es dependiente, absorbe la atención total de los padres, los cuales olvidan sus propias necesidades y hacen de su criatura el único sentido de su vivir, durante un importante espacio de tiempo.

También la sociedad, en mayor o menor medida, según sea su desarrollo, está presta para acoger a su nuevo miembro. La socialización del niño y de la niña se realiza de forma escalonada. El nuevo miembro encuentra las instituciones necesarias para ello. Aprenderá a pertenecer al grupo no familiar, pero su manera de pertenecer vendrá definida por su propia individualidad.

El ser humano necesita de los otros, pero esa necesidad no supone la desaparición de su individualidad. Una individualidad que viene definida por su configuración físico-biológica, mental, psíquica, espiritual, anímica; por su origen (espacial, temporal, histórico, cultural, etc.), por la consciencia de sí mismo que tenga y por la perspectiva que adopte para vivir.

En resumen, podemos decir:

- El ser humano tiende a la cooperación, pero necesita un espacio de soledad para conocerse y aceptarse en su diferencia
- El ser humano necesita producir colectivamente para sostenerse, pero su creatividad no se agota en una sola dirección
- El ser humano se nutre con el patrimonio cultural, económico y social que ha heredado, pero necesita dejar su impronta en ese patrimonio a partir del desarrollo de sus cualidades individuales
- El ser humano se siente estimulado por las creaciones de sus antecesores, pero siente una poderosa inclinación a formular nuevas propuestas que al materializarse le hacen reconocerse y sentirse parte de un proceso creador. Un proceso en marcha sobre el cual no sabe cuando ni como se inició ni cuando acabará.

Navegante de la vida

Necesita de todos, pero requiere mantener su individualidad para sentirse vivo. Necesita referencias y modelos para construirse, pero también libertad para descubrir cual es el sendero por el que discurre su destino y por el cual ha de desarrollar su obra. Necesita del amor de los otros, pero ha de sentir respeto por sí mismo, para gozar plenamente de ese amor y para saber entregar amor.

El ser humano es un navegante que pertenece al medio marino y a la embarcación que lo sostiene y lo conduce y que necesita a los otros miembros del grupo con el que navega y con los que coopera para llegar a buen puerto. Sin embargo, toda la experiencia de navegar la vive de forma particular, desde su identidad individual, de marino situado en el lugar del barco que la vida le ha proporcionado y con los recursos que ha recibido.

Nuestro marino o marinera, en la inmensa soledad del océano que surca, reconocerá quién es y qué cualidades porta para llegar sano y salvo al puerto que ha fijado como meta. Esa es su responsabilidad y en esa ruta es de donde obtendrá las únicas vivencias que puede transmitir, de las cuales extraerá su sabiduría y por las cuales ella o él serán reconocidos y respetados.


Alicia Montesdeoca
Licenciada en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, Alicia Montesdeoca es consultora e investigadora, así como periodista científico.

 

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