Asesinato por compasión (Segunda parte)

(Continuación)
Sin él la vida de Mary no tendría sentido. Claro está, tendría la tienda, que había ido bien desde que la abrió, pero no era una mujer ambiciosa. Abrir la tienda había sido una especie de diversión cuando la casa Greer, colindante con la suya en una fila de casas adosadas, se había puesto en venta. No había necesitado remodelación alguna a excepción del derribo de una pared para comunicar las dos casas mediante una puerta. La tienda de muebles era sólo algo para llenar las horas, dijo Mary, mientras trabajaba su querido marido. No significaba nada para ella, aunque tenía un buen olfato para los negocios. John casi nunca entraba en el establecimiento. Ahora que lo pensaba, era un caos. Le producía cierto desasosiego, tan abarrotado, y los objetos siempre colocados en forma precaria.
Sí, el interés de Mary se centraba en él, no en la tienda. Necesitaría algo más para que su existencia tuviera sentido.
Si él se divorciaba de ella, no tendría a nadie que la llevara a conciertos o al teatro. Las cenas, su pasatiempo preferido, se suprimirían. Ninguno de sus amigos la invitaría sin él. Sola y divorciada, quedaría relegada a la miserable categoría de solteronas y viudas a las que había que invitar a almorzar en vez de a cenar.
No podía condenar a Mary a esa clase de vida, si bien estaba seguro de que si le pedía el divorcio, ella se lo concedería. ¡Era tan condescendiente y servicial!
No, no iba a humillarla pidiéndole el divorcio. De él se merecía algo mejor que eso.
Ojalá no hubiera conocido a Lettice en aquel viaje de negocios a Lexington. Pero ¿cómo podía lamentar tal milagro? Desde que había conocido a Lettice hacía seis semanas, había recuperado la alegría de vivir. La vida con Mary no era nada en comparación. Desde que conocía a Lettice se sentía como un ciego que ha recuperado la vista. Y lo más maravillosos era que Lettice lo amaba y estaba ansiosa por casarse con él, y libre para hacerlo.
Y lo esperaba.
Y le insistía.
(Continuará...)

 

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