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@NAMYHOJA

19/02/2009#N25404

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Guillermo Pozo Pradas

Psiquiatra-Psicoanalista



El erotismo lo vivenciamos como una forma singular de la sexualidad, pasando a ser una afirmación ferviente de la vida que postulamos como valor de la existencia humana, llegándose al extremo, desde las reflexiones de Georges Bataille a encontrar en el erotismo “la aprobación de la vida hasta en la muerte”. Este último punto permite entrever un desfilar hacia la muerte acompañada de belleza tras el impulso del presente en su instante infinito del placer y búsqueda de una desnudez fundamental.


Erotismo viene de Eros, Dios del amor en la mitología griega, marcándose la diferencia con la actividad sexual de reproducción, que se encuentra presente tanto en el hombre como en el animal y que sólo el primero logra sumarle una capacidad que es la de su potencial actividad erótica y amorosa.


Cabe dejar en claro que la vida sexual humana no es inequívocamente erótica puesto que puede quedarse limitada al plano de lo simplemente animal. Al respecto, se puede citar la deformación de un supuesto “machismo” o “feminismo”, con roles pre-establecidos que conllevan obligaciones de actuaciones, suerte de “máquinas sexuales” que testimonian, en la relación sexual, la ausencia del erotismo.


Muy diferente es, dentro de la fantasía, un imaginario de posibilidades excesivas y voluptuosas de la vida que son develadas por la vía del erotismo en el que este pasa a ser el lugar de la articulación de la palabra sobre un cuerpo representado bajo determinadas posturas y partes erógenas, retórica erótica o lenguaje que va más allá de los cuerpos.


 


El erotismo, vestido con su embriaguez, será también, en su unión de deseo y delirio, una columna eréctil, inamovible, claro desafío a la tiranía de la razón y el peso de las convenciones, perfilándose como borrachera del sentir y de la piel, placer y más placer.


En esta dinámica del deseo y del placer, la irrupción libidinal desconcierta el espíritu, modifica estados de conciencia y provoca esa bella confusión que deja el tiempo detenido para arribar al éxtasis que conduce al ser, en cuerpo y vivencias, a las puertas del vértigo del anudamiento del ello y del super-yo bajo la explosión del placer.


Diremos que el erotismo es desarrollar la pasión, también la memoria arquetipal y el imaginario sobre un momento de deleite corporal. Nietzsche nos dijo: “Con el placer como hilo conductor, el hombre deja de ser un artista siendo él mismo la obra de Arte”. Vemos, detrás de ello, que los amantes eróticos son artistas que esculpen en el placer del deseo y en el deseo del placer.


El erotismo ante la sociedad es el fantasma amenazante capaz de romper diques de vigilancia dado que convoca y reúne todos los sentidos en un mismo tiempo. El goce y encuentro con el deseo, estará en el poder jugar con los fantasmas en vez de encerrarlos.


Cabe puntualizar que en lo erótico nos encontramos en la orilla contraria de la perversión, esta última, al estar ligada a la represión, crea obscenidad y tiende a negar la vida, mientras que el erotismo es alzamiento del deseo y de la libertad.


En su dimensión de placer, el erotismo es una suerte de regreso a la infancia con sus juegos, frescura, espontaneidad, gratuidad y profundidad del tiempo. Es la cultura quien en el camino a recorrer conduce al niño, ese “perverso polimorfo” desde la descripción freudiana, bajo el pretexto de una “normalidad” a ser un “perverso monomorfo”, con la concurrencia de la familia, la escuela, el trabajo y el Estado, llevándolo a ser un niño paradójicamente endurecido y avergonzado, potencialmente asomable a los ventanales de la pornografía.


Mientras, con la emergencia del erotismo, el caminar es entre callejuelas y avenidas, bajo ruido, olores y colores, vía del hombre más completo, sin mutilación, encontrándose, dentro de la perspectiva del deseo, donde los sentimientos de culpa dejan de tener cabida.


Sobre la escena erótica, esta queda marcada, más allá de la relación sexual, cuando el erotismo roza la mirada, acaricia la piel o escucha unas palabras. Es de descartar que las formulas o ingredientes mecánicamente pre-establecidos se oponen al erotismo que necesita del atractivo y del velamiento o de lo que se muestra para que la imaginación se devele, teniendo que ver el erotismo con la tensión del surgir y no mostrar junto a los obstáculos para alcanzar lo deseado.


Lo erótico siendo lo desapercibido que súbitamente hace presencia, es el rapto, lo inquietante, el desacomodo, el peligro con la dimensión del placer de la sexualidad y la creatividad. Dado que el amor es elevación y apertura, el erotismo, que entra en juego en tanto imaginación, siendo sin lugar a dudas un crecimiento, el entregarse al erotismo es familiarizarse en el amor que nos baña, desde la pulsión volcánica a la conciencia, uniendo el erotismo sensualidad e inteligencia, lascividad y placer.


Quizás, sin erotismo no hay amor, pero este traspasa el cuerpo deseado y busca a la persona plena, siendo el amor, por excelencia, una elección y el erotismo aceptación. Finalmente, desde el erotismo estamos ante nuestro encuentro, en otra vía del autoconocerse y por ende, cuanto más nos conocemos, más eróticos podremos ser.

 

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