La Argentina, un caso de estudio


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@TURCO_NET

28/06/2009#N27195

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Fragmentos del libro False Economy: A Surprising Economic History of the World , en el que el economista y editor Alan Beattie analiza el derrotero político y económico de la Argentina

Los países no se hacen ricos por casualidad. Toman decisiones que determinan el camino que siguen sus economías. No siempre está claro cuál es el camino correcto a partir de un punto, aunque pueden deducirse algunas reglas generales. Tienen éxito los países que son lo suficientemente flexibles para aprender de la experiencia y no son capturados por grupos cuyos intereses se enfrentan marcadamente con los del país en su conjunto.

Los Estados Unidos y la Argentina tomaron caminos diferentes. Pero eso no era inevitable. Hace un corto siglo, los Estados Unidos y la Argentina eran rivales que partían de situaciones similares. Ambos navegaban sobre la primera ola de globalización de comienzos del siglo veinte. Ambas eran naciones jóvenes y dinámicas, con tierras cultivables fértiles y exportadores confiados. Ambas llevaban la carne del Nuevo Mundo a las mesas de sus antepasados europeos. Antes de la Gran Depresión de la década de 1930, la Argentina se contaba entre las economías más ricas del mundo. Los millones de inmigrantes italianos e irlandeses que escapaban de la pobreza en sus países a fines del siglo diecinueve estaban divididos entre dos destinos posibles: ¿Buenos Aires o New York? ¿Las pampas o la pradera?

Cien años después, ya no había opción. Una había pasado a ser una de las economías más exitosas de la historia. La otra estaba quebrada, era un lugar en donde gobiernos ineptos y corruptos habían robado, una y otra vez, los ahorros de su propio pueblo. Y cuando esa fruta quedó seca, robaron a los inversores extranjeros lo suficientemente tontos como para recordar la promesa del pasado distante y olvidar el fracaso del presente.

Mirando hacia atrás con la ventaja de conocer lo que sucedió, nos sentimos impulsados a imaginar, al igual que los historiadores, que los dos países estaban condenados a divergir como lo hicieron, que uno inevitablemente iba a volar y el otro estaba destinado a quedarse atrás. Una similitud superficial hace más de cien años pudo haber bastado para engañar a inmigrantes italianos e irlandeses desesperados, podríamos pensar. Pero ¿podemos ver claramente las fallas fatales que subyacían a la superficie?

La historia nos invita a pensar que estamos explicando y analizando cuando en realidad estamos racionalizando en retrospectiva. Las cosas que sucedieron siempre iban a ser así y la prueba de que siempre iban a suceder así es que sucedieron. Dado que sabemos que la Argentina iba a fracasar, siempre podemos elegir algunos elementos fundamentales del vasto enredo de influencias geográficas, sociales, ambientales y políticas que componen su historia para mostrar que el fracaso era inevitable. [...]

Imaginemos que los Estados Unidos hubiesen seguido el arco que recorrió la Argentina, cayendo del Primer Mundo al Tercero. ¿Cuántos factores de su historia anterior, fundamentales y superficiales, se mostrarían triunfalmente como evidencia de que estaba predestinada a ello? Estados Unidos era una nación cuyos antecesores atravesaron el océano para establecer una colonia de absolutismo religioso, un país cuyo nacimiento fue inducido por el rechazo de una potencia colonial, cuyo primer presidente reverenciado alertó contra los "enredos extranjeros", que insistió en inventar deportes ajenos al resto del mundo. Mientras la Argentina exitosa importaba el liberalismo político de Europa, junto con la gracia y el arte del fútbol (el "soccer" en los Estados Unidos), los Estados Unidos aislacionistas, insulares, inventaron su propia versión brutal y violenta de todo eso. Claramente los Estados Unidos iban a cometer el error fatal de rechazar las oportunidades ofrecidas por la economía internacional reconcentrándose en sí mismos, ¿no es verdad?

Casi tan poco útil como el fatalismo histórico es tratar de encontrar un solo punto de viraje en el que un país, una economía o una sociedad fueron en uno u otro sentido. El deseo humano de una historia significa que por lo general es posible encontrar eventos simbólicos que encajen con la necesidad de momentos narrativos de crisis y resolución. Pero reducir el foco de causalidad a un solo evento genera el sentimiento engañoso de "si solo hubiésemos...", si una sola cosa hubiese ido en sentido contrario, toda la dirección de la historia subsiguiente hubiese sido diferente. [...]

No hubo un solo evento individual en el que el futuro de la Argentina haya quedado irrevocablemente determinado o su camino fijado en la divergencia permanente con los Estados Unidos. Hubo una serie de errores y pasos equivocados que encajan en un patrón general. Los países recibieron cartas bastante similares pero las jugaron de modos muy diferentes.

Las similitudes entre los dos países en la segunda mitad del siglo diecinueve, de hecho hasta 1939, no fueron ficticias ni superficiales. Los "lores de las pampas" -jóvenes argentinos que se pavoneaban en los salones europeos entre las guerras- aparecen en relatos de aquellos tiempos como un tipo igualmente destacado que los estadounidenses engreídos que jugaban con la decadencia europea en Berlín y París.

Por mucho tiempo, los dos países estuvieron en caminos paralelos. [...] De las dos grandes esperanzas del Hemisferio Occidental de finales del siglo diecinueve, una tuvo éxito y la otra se quedó trabada en el siglo veinte. Fueron la historia y las decisiones, no el destino, lo que determinó qué hizo cada una. Son la historia y las decisiones las que determinarán quién es quién dentro de un siglo.

Traducción: Gabriel Zadunaisky 
 La Nacion

 

Comentarios

@VILMY

30/06/2009

Hola , es muy chiquititaaaa la letra del texto , imposible leerla y eso que tengo los lentes puestos !!