YO CONOCI A YATASTO de Roberto Fontanarrosa


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Publicado por
@ZARKOZY

30/04/2010#N31570

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YO CONOCÍ A  YATASTO
Hoy me voy a referir, mis estimados radioescuchas, a una carrera que se disputó hace ya una punta de años, para ser más precisos, un lejano 14 de julio de 1952, en el legendario hipódromo de Maroñas, orgullo de nuestros hermanos orientales.
Y no será un capricho el hecho de que yo retrotraiga mi memoria a aquella justa del año 52, a aquel premio "Isidoro Busico" que hoy ocupará el espacio central de mi programa, de su programa, querido oyente. Pero ocurre que me ha escrito un amigo de mi audición, el señor Idalino Manuel Montoya, haciendo algunas consideraciones que, a mi juicio, son erróneas y me siento en la obligación de responderlas.
El querido amigo Montoya, quien —no creo equivocarme— ya ha escrito otras veces a mi programa, me adjunta, con su simpática misiva, los restos, los trozos, los pedazos de cuatro boletos a ganador que él mismo, Idalino Montoya, jugó a patas de "Principiante", en la posta de potrillos del día domingo 25 de octubre de 1951, carrera disputada en nuestro circo palermitano. Y dice el amigo Montoya que, en aquella oportunidad, ese caballo, hijo de "Nabucodonosor II" y "Pandereta", con la monta de Benjamín Nardiello, el "Yuyo" Nardiello, resignó su posibilidad de llegar primero al disco de sentencia debido a que fue encerrado y desplazado por yatasto.
La carta del amigo Montoya concluye así. . . paso a leer sus últimos párrafos. . . "lo que viene a poner en claro que yatasto, cuando se trataba de obtener la victoria, olvidaba todo tipo de consideración o sensiblería para con sus adversarios y en forma guapa y corajuda se alzaba con las glorias del ganador, como un verdadero campeón".
Muy bien, muy bien amigo Montoya. . . Ahora me voy a permitir hacer algunas consideraciones sobre su simpática esquela. Primero voy a detenerme en algunos detalles de su carta, que, sin modificar el espíritu de la misma son, de cualquier forma, erróneos. Primero, en aquella carrera, que tuve el gusto de presenciar, yatasto no ganó 2' 3" 3/5, sino que lo hizo en 2' 1" 2/5. Y si bien el segundo puesto correspondió a "Principiante", como usted dice, el cuarto lugar fue para "Incruencia Bella", un hijo segundo de "Carcasón" y "Miriñaque", y no para "Androcles", como usted lo consigna. Posiblemente, amigo Montoya, la memoria le ha hecho una pequeña trampita y le hace recordar cosas que no han sucedido así. Pero ahora vamos a lo que usted quiere significar con su carta y que resume tan bien en los últimos párrafos que he leído.
Puedo asegurarle, mi estimado amigo Montoya, Idalino Montoya, que a través de los largos años que estuve al lado de ese fenómeno que fuera yatasto, jamás, jamás lo vi recurrir a tales recursos para obtener una victoria. yatasto era un animal noble y un crack tan formidable que no necesitaba, en absoluto, apelar a tales triquiñuelas para alzarse con una victoria, de las cientos y cientos que obtuvo. Y es por eso que vuelvo a mencionar, que vuelvo a traer a colación aquel magnífico premio "Isidoro Busico", en el Maroñas, en el año 52, y presten atención, estimados oyentes. Recuerdo que en ese año habíamos viajado a Montevideo, yatasto, don Ismael Cano, Luisito Vera, aquel sensacional jockey chileno que ganase la Doble Caupolicán en la monta de "Patitieso", Gabriel Saldías, periodista del diario Crónica que seguía paso a pa:so las carreras de la maravilla, Esteban Segura, quien esto les cuenta y cuatro o cinco peoncitos cuyos nombres no recuerdo. Me acuerdo bien de aquella oportunidad pese al inflexible paso de los años, ya que yo no iba a viajar a Montevideo debido a que acababa de ser operado de un molesto flemón que me aquejaba.
Pero el día anterior al viaje me llamó a mi casa don Ismael Cano y me pidió encarecidamente que viajase, ya que así se lo había hecho saber yatasto con gestos inteligentes y miradas más que elocuentes. yo no podía rehusarme a un pedido de aquella naturaleza, máxime proviniendo de un animal que había hecho de la amistad una profesión de afecto y respeto.
Recuerdo que llegamos a Montevideo y desde el mismo puerto, donde nos aguardaban alrededor de ocho mil personas como siempre que arribaba yatasto, nos fuimos para el stud de Ezequiel Wolfang Sanducero, un caballerazo en toda la línea bajo cuyo mecenazgo había florecido el "Círculo de Criadores de Pursaing" de Canelones. Las veces que saltábamos el charco y nos trasladábamos a la vecina orilla nos alojábamos siempre en el stud del barón de Matambrino a los efectos de eludir a la prensa y quitar, en parte, a yatasto de la vista de los admiradores, los curiosos y las yeguas. Ustedes saben bien, mis queridos amigos, que si algún humano defecto tenía la maravilla era su debilidad por el sexo opuesto. yo siempre sostengo que sólo su excepcional capacidad física, su exuberante resistencia pulmonar y aquel aguante que hiciera exclamar al príncipe Fabiolo "¡Qué animal!" en ocasión del premio "Maestro mayor de obras Remigio Almeida", permitían a yatasto vencer una y mil veces en las pistas a despecho del exagerado gasto que de su virilidad hacía en la penumbra de los studs.
Pero volvamos al meollo de la anécdota que deseo relatarles. No olvido que yatasto se hallaba en esos días previos al gran premio de magnífico humor, plácido y distendido como siempre. Era número puesto para el "Isidoro Busico" y los diarios y revistas especializadas lo daban como seguro ganador e incluso llegaban a anunciar que lo de yatasto sería un paseo en la arena montevideana a pesar de la presencia, en la misma justa, del crédito uruguayo, el tordillo "Francachela". Pero el día anterior a la carrera, el sábado, yatasto volvió de los aprontes serio y reconcentrado. Prácticamente no relinchó en todo el día y sólo se limitó a salir a saludar a su público que, a grito vivo, lo reclamaba a las puertas del stud. En cualquier parte del mundo, vale consignarlo, cuando yatasto paraba en algún stud, la gente hacía guardia día y noche frente a las puertas para verlo, hablarle o tocarlo. yatasto, pese a su apariencia suficiente, ganadora, de orejitas paradas, pese a esa dentadura luminosa que solía lucir en centenares de tardes ganadoras, era un caballo tímido y humilde, con bastantes problemas de comunicación. Sin embargo, sabía, a ciencia cierta, la devoción que por él profesaba su público y, aunque fuesen sólo cinco minutos, nunca dejaba a sus fanáticos sin la alegría de verlo.
Recuerdo que cuando regresó de cumplir con ese requisito social y afectivo me miró como diciendo: "Traeme la comida, Adolfo". Tras tantos años de convivencia, de más está decir que entre él y yo bastaba y sobraba una sola mirada para entendernos. No obstante, casi no probó el grano y me devolvió el forraje con otra mirada como diciendo: "Demasiado verde para mi gusto". Después se tiró a dormir. Un par de horas más tarde viene Luisito Vera y me dice: "yatasto está rengueando". Corrimos a verlo. En efecto, la maravilla cojeaba de una de sus manos delanteras y parecía dolerle bastante. Estábamos todos sorprendidos. Según Saldías, en los aprontes no parecía haber sentido nada. Media hora después llegaba el doctor Avelino Méndez Gurrucha, un eminente cardiocirujano uruguayo, íntimo amigo de don Ismael Cano, quien lo había llamado de urgencia sacándolo del quirófano donde apuraba una mesa de poker.
Méndez Gurrucha revisó la pata de yatasto y no constató nada. Se cubrió dejando en claro que ésa no era su especialidad y se ofreció a permanecer con nosotros toda la noche en prevención de cualquier cosa. Recuerdo que le dimos a yatasto una batería de antiinflamatorios y acordamos esperar a la mañana siguiente para decidir si correría o no en la tenida de la tarde.
A la mañana siguiente fui a ver a la maravilla y él me miró como diciendo: "Me sigue doliendo la pata". Así era nomás, cuando intentaba caminar, rengueaba una barbaridad. No podíamos arriesgar su futuro. Consideramos que lo mejor era volver y ponerlo en manos de su veterinario particular, el neurocirujano Esteban Etchemús, que lo trataba desde potrillo. ¡Para qué voy a contarles la decepción del público en Montevideo! Pero no se podía hacer otra cosa.
El premio "Isidoro Busico" se corrió y lo ganó, sobre una distancia de 2.500 metros, "Francachela", el tordillo uruguayo, hijo de "Menefrega" y "Torta Pascualina", en 2' 36" 1/5. Hasta allí, la anécdota que cuento no parecería tener sabor ni sentido, mis queridos oyentes, pero... ¿Qué ocurrió dos días después, estimados radioescuchas? A los dos días leímos en la edición de la tarde del diario Crítica, de Buenos Aires un pequeño sueltito que nos traía una triste noticia: en la ciudad de Montevideo, tras una corta pero fulminante dolencia, había muerto "Torta Pascualina", madre de "Francachela", el ganador del "Isidoro Busico". No nos fue difícil atar cabos: yatasto, el grande, el maravilloso yatasto, había intimado con "Francachela" en los aprontes de Maroñas, se había enterado del drama que envolvía al crack montevideano y había decidido borrarse, no correr, fingiendo una supuesta lesión en una de sus patas extraordinarias.
¡Ese era yatasto! ¡Ese era el animal maravilloso y sensible, de corazón inmenso, tanto para imponerse en las pistas como para brindarnos un ejemplo de generosidad, de amor por sus semejantes, de grandeza y, en suma, de renunciamiento!
Por eso es que quería contarles, queridos radioescuchas, aquella anécdota en el Maroñas, anécdota que había mantenido en el silencio hasta el día de hoy. Pero no quería que se tomase como cierta la presunción, quiero creer que se trata de una presunción bienintencionada, del señor Idalino Manuel Montoya, con respecto a que cualquier recurso era utilizado por yatasto con tal de consagrarse ganador de una carrera. yo sé bien que entre los enemigos de lo nuestro, entre los permanentes denostadores de nuestros ídolos, acecha siempre la falacia malévola, muchas veces disfrazada de elogio o de reconocimiento. No quiero pensar que esté en eso el distinguido oyente que me ha remitido la carta en cuestión, pero, fiel a la defensa de una imagen y de un amigo maravilloso como yatasto me veo en la necesidad de dejar bien en claro las cosas. Y por si esto fuera poco, puedo acercarles un detalle mínimo que completa la anécdota de Maroñas. Dos meses después del premio "Isidoro Busico", yatasto y "Francachela" volvieron a toparse, ahora en San Isidro, y el crack montevideano ni figuró, perdido en la nube de polvo con que hizo desaparecer nuestro ídolo al resto de los competidores. La misma nube de polvo, queridos amigos, con que el piadoso olvido cubre a todos aquellos que procuran destruir los genuinos valores de nuestros ídolos populares con la mezquina y envidiosa furia de los iconoclastas.

 

Comentarios

@CECILYA

01/05/2010



GRACIAS KARKOZY POR ESTE CUENTO DEL GRAN NEGRO FONTANARROSA..

CECILYA