Marie Curie .una estrella de rock del Laboratorio


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@DANTEX

14/10/2015#N55845

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Marie Curie, una estrella de rock del laboratorio

Reseña del libro ‘La ridícula idea de no volver a verte’, de Rosa Montero

Entre la ciencia y la culpa, así se movió por la vida Marie Curie, la científica más famosa, la que sí está en los libros de texto, la que pareció haber saltado con éxito todos los impedimentos a las mujeres que, como ella, osaban ser ambiciosas en parcelas masculinas.

Pero, nada más lejos de la realidad. La escritora y periodista Rosa Montero publicó en 2013 'La ridícula idea de no volver a verte', un libro muy recomendable que toma como punto de partida el desolador diario que Marie escribió sobre Pierre, tras la muerte de éste¿ella

Y nos descubre a la genia poseída por el radio, comprometida con la sociedad y la ciencia, con una apasionada vida sentimental, con profundas depresiones, y, sobre todo, con un sentimiento de culpa que le acompañaría durante toda su vida por todo aquello que pasó a ser secundario en aras de su brillante carrera: el cuidado de su padre, sus hijas, el bebé que perdió mientras descubría el radio...


El libro de Montero es un hermoso ensayo sobre el duelo (el de Marie por la pérdida de Pierre Curie y el de ella misma por la muerte de su compañero, Pablo Lizcano). También un alegato feminista y un recorrido biográfico por los momentos más determinantes en la vida de la científica polaca.

La mujer de los récords

Marie Curie es la mujer de los récords. Obtuvo el premio Nobel de Física en 1903, junto a su marido Pierre, convirtiéndose en la primera en lograrlo; y el de Química en 1911, ya en solitario (la segunda mujer sería su hija Irène), algo que sólo otros tres científicos (Linus Pauling, Frederick Sanger y John Bardeen) han conseguido hasta la fecha.  Ella fue la única en hacerlo en dos categorías científicas diferentes (Pauling también, pero además de en Química obtuvo el de la Paz).

Fue también la primera mujer licenciada en Ciencias en La Sorbona, la primera doctora en Ciencias en Francia y la primera en tener una cátedra y dar clases en la universidad. La primera y única enterrada en el Panteón de Hombres Ilustres de París, una ciudad que la quiso por sus logros científicos (entonces era una francesa universal) y la despreció por sus ‘escándalos sentimentales’ (entonces la trataban como a una "judía polaca" que rompía hogares y vulneraba la moral francesa).

Pero ‘La ridícula idea de no volver a verte’ muestra también los obstáculos a lo largo de su carrera por el hecho de ser mujer. Entre ellos, uno muy llamativo: no le permitieron hablar en la ceremonia del Premio Nobel de Física y ni siquiera hubiese estado entre los ganadores de no ser por la insistencia de Pierre Curie. Sin el apoyo de su marido, y a pesar de ser la gran artífice del hallazgo de la radiactividad, habría pasado al club de las científicas a las que le robaron el Nobel que recuerda Montero en su libro:  Lise Meitmer (una de las descubridoras de la fisión nuclear), Rosalind Franklin, que descubrió los fundamentos de la estructura molecular del ADN, Jocelyn Bell, cuyo hallazgo fueron los púlsares, y Henrietta Swan Leavitt, astrónoma, que midió la distancia entre las estrellas.

​Por amor...

También por amor, Curie vio amenazada su carrera en dos ocasiones. La primera, cuando aún era Marya Sklodowska, la niña nacida en Varsovia en 1867, antes de marcharse a los 24 años a París. Trabajaba con institutriz para ayudar a su hermana Bronya a costearse los estudios y su estancia en la capital francesa. Ella iría abriendo camino para que Marya la siguiese para cumplir su sueño de convertirse en una brillante científica. Pero Montero narra como  sintió que debía quedarse con su padre y acompañarle en la vejez. Además, se enamoró de Casimir Zorawski, hijo mayor de la familia en la que trabajaba como institutriz. Cuando los padres de éste amenazaron con desheredarle si se casaba con ella se acabó una historia que duró cinco años y que casi hace dudar a Curie de optar por su carrera profesional, lo cual nos hubiese privado de sus aportaciones y talento. Como señala Montero, “Me pregunto cuántas Manyas se habrán perdido de manera parecida por el camino…(…) ¿Cuántas otras maravillosas mujeres radioactivas no llegaron jamás a poder irradiar?”.

El libro explica también que varias depresiones marcaron su vida, la primera a los 15 años cuando acabó el instituto. Su madre y su hermana habían muerto y la familia atravesaba problemas económicos que ponían en peligro las posibilidades de estudiar de Marie. También el revés sentimental con Zorawski y, sobre todo, la pérdida de Pierre Curie, su compañero de vida, la hicieron atravesar por momentos emocionales límite.

Pero el más cruel de todos fue consecuencia de la guerra mediática que se libró contra ella por su relación con Paul Langevin, casado y con cuatro hijos. La mujer de éste logró que la prensa publicase sus cartas de amor y su vida se convirtió en un folletín. Tanto que incluso la Academia Sueca le pidió no acudir a recoger el Nobel de Química aunque ella se negó con una contundente carta. “No puedo aceptar, por principios, la idea de que la apreciación del valor científico pueda estar influida por el libelo y la calumnia acerca de mi vida privada”.  No solo fue sino que se lo dedicó a Pierre. La convirtieron en la malísima de la historia, la "bruja" que enamoró a un pobre científico y rompió su hogar. Incluso antiguos colegas científicos intentaron que abandonara Francia.

Si tras la muerte de Pierre, algunos trataron de desprestigiar su logro científico, fue este golpe el que casi acaba con ella incluso antes que la radioactividad. Sufrió una depresión severa y estuvo a punto de suicidarse, tuvo que ser hospitalizada por una crisis renal, se negaba a comer y en 1912 desapareció por un año del mapa, dejando de trabajar y sin ver a sus hijas.

El libro la hace protagonista de una vida excitante como científica, primero en un hangar en malísimas condiciones, sin protegerse de la radiación que ella había descubierto, y, ttras el Nobel, en un humilde laboratorio. Pero también vivió una existencia dura y exigente, llena de renuncias. La mayor de ellas, su propia salud. 

Marie Curie, envenenada por el radio, el elemento químico que la convirtió en una estrella del rock de laboratorio, falleció el 4 de julio a los 66 años.

'La ridícula idea de no volver a verte', de Rosa Montero, está publicado en editorial Seix Barral.

 

Comentarios

@ANILUZ22

14/10/2015



Gracias por compartirlo Dantex!!! Me encanto leer y recordar su historia.