Si quieres saber de mí (Elacin)

Cuando era niña, crei que tener una familia era habitar una casa con techo, cama, comida , y alguna vez una palabra amable.Crei que era importante que un niño pudiera instruirse en un buen colegio, ( si religioso mejor), donde el pago garantizara la educación, aunque ello implicara perderse los años de infancia compartidos con los hermanos y de la mano de mamá.Todo eso lo creí.
De adolescente me vendieron que lo mejor para mí, era seguir una carrera universitaria, para lo cual debería, forzosamente, estar alejada de mi hogar.Eso sí, para eso había que aprender a organizarse, a manejar la economía, a hacer las tareas domésticas, a conducirse con moral y a rechazar diversas ofertas y demandas.
Y creí que sería lo correcto, aunque observaba a otras chicas de mi edad, cómo compartían sus luchas personales, sus indecisiones, inseguridades y hasta sus alegrías o dolores con sus padres, hermanos, abuelos y demás.Era yo, en esos años, una espectadora que no emitía juicios.
Luego llegó la etapa de descubrir el amor; !qué tiempos difíciles!.Cómo saber si hacía lo correcto, a ´quién decirle...tantas cosas, si para ese entonces, mi coraza era tan firme e impenetrable.
Estoicamente, enfrenté la situación, y resolví como pude.
Pasaron casi 30 años más de vida, en la que aprendí a formar una familia, a darles amor, confianza, respaldo, contención y respeto.
Tanta paliza puesta encima me ayudó a endurecer mi corazón, a apretar los dientes y enfrentar los avatares que después se sucedieron, porque nunca aprendí a pedir ayuda, ni creí que la necesitara.!Adelante, mujer, no desatiendas, no te distraigas, no mires atrás...!, eran mis consignas.
Hasta ahí había logrado mantener la postura, no declinar ante ningún peligro, no claudicar ante ningún mandato de mi mente.....y creí que así se sucederían mis días.

Pero de repente....y sucedió inesperadamente, sin sospecharlo y sin querer, como deben suceder las necesidades del alma, se rompieron mis esquemas, mis estructuras mentales, mi postura ante la vida, mis conductas aprendidas; dejé de ser espectador para empezar a ser protagonista de mi vida; empecé a emitir juicios, sin enjuiciar a otros, me saqué la dura coraza tan acariciada durante años y de la cual había hecho culto, aflojé las mandíbulas y me jugué a VIVIR.
Ahora, que estoy con mis brazos em cruz, desarmada, con el corazón blando y los ojos húmedos, espero ansiosamente lograr lo que merezco, reaprender el amor, la esperanza, la confianza, soltar amarras y flotar en el mar de la felicidad, en paz, a ojos cerrados y manos abiertas, desnuda mi alma de intrigas, celos y desconfianza, con la esperanza de que Dios no me sometería a semejante prueba para hacerme naufragar.

 

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