FEMINISMO machista
Publicado por
@RAULFIEL
El feminismo machista y la injusticia de la Naturaleza
por Jorge Majfud
El feminismo no es el que era: comienza a dejar de ser oposición combativa para integrarse a un nuevo optimismo. Y en el nuevo optimismo (no en la integración) está su debilidad y su disolución.
Durante el siglo XIX, los positivistas publicaban a viva voz que el desarrollo de las ciencias conducirÃa a la humanidad, inevitablemente, a la abolición de las guerras, a un desarrollo definitivo de la moral.
Pero, como dirÃa Dostoyevski en "Memorias del subsuelo", el hombre no se conformará nunca conque dos más dos son cuatro. En el siglo XX la ciencia y la tecnologÃa trajeron nuevos métodos de curación, nuevos sistemas constructivos y destructivos: la penicilina, las Torres Gemelas y los holocaustos humanos. En ninguno de los casos la moral
tuvo alguna participación especial: con la penicilina no surgió un tipo superior de hombre, y en los holocaustos ni siquiera se tuvo en cuenta los principios más bajos y primitivos de lo que se conoce por "moral".
Ahora, cuando comienza un nuevo siglo, ponemos toda nuestra ingenuidad en otro comodÃn. Fracasada la ciencia como promotora de la paz, echamos mano a una ideologÃa que apuesta a lo diferente. No porque sea una ideologÃa novedosa, sino porque no hay otra. Nuestro siglo XX
murió sin ideas.
Comienza un nuevo milenio y las creaturas tratan de imaginárselo. Y para ello miran a los mil años que pasaron. ¿Y qué ven all� Un montón de esperanzas frustradas: césares, déspotas, guerras, tortura, inquisición, hogueras, más torturas y más dolor. El razonamiento es el
siguiente: cambia el milenio, ergo cambia la historia. Si los mil años anteriores se caracterizaron por la guerra, la tortura y las injusticias sociales, los próximos mil años serán de paz.
Otro razonamiento arbitrario. Será que el optimismo es inagotable en la raza humana. También podÃamos pensar, y con más razones: si los últimos cien mil años (por lo menos), la historia y la prehistoria humana estuvo signada por el horror y la violencia, ¿por qué habrÃa de cambiar radicalmente en los próximos mil años, perÃodo de tiempo
insignificante para una posible reivindicación humana? Pero, como ya habÃa subrayado en mi libro "CrÃtica de la pasión pura", en todos los tiempos las criaturas se sintieron en el ápice de la Historia, en el comienzo o en el final de un Gran PerÃodo. Y no veo por qué nosotros deberÃamos ser la excepción.
PodrÃamos decir que las mujeres son distintas. Vaya novedad. PodrÃamos decir que no está en su naturaleza la guerra, como sà lo está en los hombres. Pero no podrÃamos decir que las mujeres están desprovistas de maldad, de violencia y de todas las demás caracterÃsticas humanas. No
sólo porque pertenecen a la misma especie animal que los hombres, sino porque los gobiernos de mujeres nunca se caracterizaron por la solidaridad y la "sensibilidad femenina", desde Cleopatra, clavando alfileres de oro en los senos de sus esclavas, hasta la impiadosa Margaret Thatcher (Raul fiel: AGREGO Isabel Martinez de Peron). El Bien y el Mal son universales; no son una caracterÃstica de alguno de los dos sexos.
Los hombres y las mujeres se diferencian por otras cosas. Por otras cosas. Y son esas diferencias, precisamente, las que pretenden ser abolidas por el feminismo. Se dice que el hombre está hecho para la guerra, mientras las mujeres están hechas para la reproducción de la vida (un eufemismo filosófico de "maternidad"). Al mismo tiempo, las
mujeres que proclaman esta verdad abandonan su posición de integrante pacÃfico de la sociedad para ocupar el puesto orgulloso del macho: el éxito social, es decir, la antigua guerra sublimada. La mujer contemporánea, al mismo tiempo que logra más libertad masculina, pierde más libertad femenina. No es más libre una mujer compitiendo
por el poder y el éxito que otra criando a sus hijos. ¿Dónde está escrito eso? Por un mecanismo paradójico del pensamiento moderno, en nuestro tiempo se supone que una cajera de supermercado, que pasa ocho horas del dÃa sentada y repitiendo una de las tareas más monótonas y PEOR PAGAS de la historia, es necesariamente MAS LIBRE que una mujer
haciendo las compras. Todo eso, ¿no es un prejuicio ideológico?
Hace pocos dÃas, en una almuerzo de televisión, un médico especialista en reproducción decÃa que la Naturaleza habÃa sido injusta con las mujeres, porque le impedÃa ser madre a los cuarenta y dos años, justo cuando habÃan logrado su mayor "desarrollo personal", justo cuando muchas de ellas habÃan alcanzado el éxito. Sin embargo, cuando la
Naturaleza hizo a la mujer para que fuera madre a los trece años, no pensó que un millón de años después iba a ser criticada por ese imperdonable error: una madre de trece años, qué horror! Podrá ser un problema social, pero nunca una injusticia de la naturaleza. Por supuesto, la opinión del especialista fue muy bien acogida por las damas presentes, todas modelos, actrices y empresarias de mucho éxito (RaulFiel: HOY la CIENCIA casi lo tiene superado al problema y las mujeres que PUEDEN: ¡NO!)
Pareciera que la opción era la maternidad o el éxito. Pareciera que el hombre tiene más ventajas por su incapacidad de cargar nueve meses un hijo en su vientre.
Pero todo esto está medido por una escala de valores masculinos.
Totalmente. El éxito contemporáneo es aquello que los hombres han creÃdo e impuesto como "lo más importante". Y las mujeres, en lugar de destruir esta imposición cultural, no han hecho más que someterse a la misma, con las ya anotadas injusticias. Entonces, no es la Naturaleza
la injusta (la naturaleza nunca puede ser juzgada. ¿Cómo puede ser injusto que un león se coma a un ciervo?); la injusticia es una condición moral, y sólo puede ser referida a la acción humana: lo injusto es la cultura que impone a la mujer un camino que no se condice con sus necesidades más profundas: como, por ejemplo, puede
serlo la maternidad. Embarazarse, dar a luz a un hijo y ampararlo por más tiempo del necesario, está en la naturaleza femenina, no en la masculina. Claro que tanto la "materidad" como la misma "naturaleza" están definidas desde la "cultura"; claro que la "biologización" de
los intintos maternales ha servido muchas veces para reproducer una ideologÃa que pretendÃa mantener a las mujeres en un destino obligatorio. Pero no podemos decir que la idea de que solo un sexo se embarace y produzca otro ser humano es un invento producto del machismo de las sociedades. En todo caso esa es una imposición
natural. La necesidad de tener éxito, económico y académico, es un vicio que cultivaron los hombres por siglos. Esa es una imposición cultural (y masculina) a la que están sometidas las mujeres de hoy, al mismo tiempo que se golpean el pecho y se enorgullecen de su "liberación". Como si entre la libertad y el sometimiento hubiese
apenas un velo. Su ciclo biológico, su edad reproductiva, se
contradice con sus modernas necesidades culturales: "por su carrera, muchas mujeres deben renunciar a la maternidad". Eso no tiene nada de malo. Y no lo tendrÃa, si fuera una elección verdaderamente libre. El caso es que no lo es, porque las pautas y los modelos de éxito que aspiran todos los integrantes de una sociedad son imposiciones
culturales. Y muchas veces no están de acuerdo ni con nuestra biologÃa ni con nuestros más profundos sentimientos.
En mi opinión, las mujeres se han liberado tanto como los paÃses periféricos se liberaron del Primer Mundo al que aspiran. En un mundo en que todo se mide y se compra con dinero, la libertad es como el amor en un prostÃbulo: una ilusión. Nos sometemos a una herencia y no alcanzamos a verlo. Como siempre, somos nosotros nuestros peores
carceleros.
por Jorge Majfud
El feminismo no es el que era: comienza a dejar de ser oposición combativa para integrarse a un nuevo optimismo. Y en el nuevo optimismo (no en la integración) está su debilidad y su disolución.
Durante el siglo XIX, los positivistas publicaban a viva voz que el desarrollo de las ciencias conducirÃa a la humanidad, inevitablemente, a la abolición de las guerras, a un desarrollo definitivo de la moral.
Pero, como dirÃa Dostoyevski en "Memorias del subsuelo", el hombre no se conformará nunca conque dos más dos son cuatro. En el siglo XX la ciencia y la tecnologÃa trajeron nuevos métodos de curación, nuevos sistemas constructivos y destructivos: la penicilina, las Torres Gemelas y los holocaustos humanos. En ninguno de los casos la moral
tuvo alguna participación especial: con la penicilina no surgió un tipo superior de hombre, y en los holocaustos ni siquiera se tuvo en cuenta los principios más bajos y primitivos de lo que se conoce por "moral".
Ahora, cuando comienza un nuevo siglo, ponemos toda nuestra ingenuidad en otro comodÃn. Fracasada la ciencia como promotora de la paz, echamos mano a una ideologÃa que apuesta a lo diferente. No porque sea una ideologÃa novedosa, sino porque no hay otra. Nuestro siglo XX
murió sin ideas.
Comienza un nuevo milenio y las creaturas tratan de imaginárselo. Y para ello miran a los mil años que pasaron. ¿Y qué ven all� Un montón de esperanzas frustradas: césares, déspotas, guerras, tortura, inquisición, hogueras, más torturas y más dolor. El razonamiento es el
siguiente: cambia el milenio, ergo cambia la historia. Si los mil años anteriores se caracterizaron por la guerra, la tortura y las injusticias sociales, los próximos mil años serán de paz.
Otro razonamiento arbitrario. Será que el optimismo es inagotable en la raza humana. También podÃamos pensar, y con más razones: si los últimos cien mil años (por lo menos), la historia y la prehistoria humana estuvo signada por el horror y la violencia, ¿por qué habrÃa de cambiar radicalmente en los próximos mil años, perÃodo de tiempo
insignificante para una posible reivindicación humana? Pero, como ya habÃa subrayado en mi libro "CrÃtica de la pasión pura", en todos los tiempos las criaturas se sintieron en el ápice de la Historia, en el comienzo o en el final de un Gran PerÃodo. Y no veo por qué nosotros deberÃamos ser la excepción.
PodrÃamos decir que las mujeres son distintas. Vaya novedad. PodrÃamos decir que no está en su naturaleza la guerra, como sà lo está en los hombres. Pero no podrÃamos decir que las mujeres están desprovistas de maldad, de violencia y de todas las demás caracterÃsticas humanas. No
sólo porque pertenecen a la misma especie animal que los hombres, sino porque los gobiernos de mujeres nunca se caracterizaron por la solidaridad y la "sensibilidad femenina", desde Cleopatra, clavando alfileres de oro en los senos de sus esclavas, hasta la impiadosa Margaret Thatcher (Raul fiel: AGREGO Isabel Martinez de Peron). El Bien y el Mal son universales; no son una caracterÃstica de alguno de los dos sexos.
Los hombres y las mujeres se diferencian por otras cosas. Por otras cosas. Y son esas diferencias, precisamente, las que pretenden ser abolidas por el feminismo. Se dice que el hombre está hecho para la guerra, mientras las mujeres están hechas para la reproducción de la vida (un eufemismo filosófico de "maternidad"). Al mismo tiempo, las
mujeres que proclaman esta verdad abandonan su posición de integrante pacÃfico de la sociedad para ocupar el puesto orgulloso del macho: el éxito social, es decir, la antigua guerra sublimada. La mujer contemporánea, al mismo tiempo que logra más libertad masculina, pierde más libertad femenina. No es más libre una mujer compitiendo
por el poder y el éxito que otra criando a sus hijos. ¿Dónde está escrito eso? Por un mecanismo paradójico del pensamiento moderno, en nuestro tiempo se supone que una cajera de supermercado, que pasa ocho horas del dÃa sentada y repitiendo una de las tareas más monótonas y PEOR PAGAS de la historia, es necesariamente MAS LIBRE que una mujer
haciendo las compras. Todo eso, ¿no es un prejuicio ideológico?
Hace pocos dÃas, en una almuerzo de televisión, un médico especialista en reproducción decÃa que la Naturaleza habÃa sido injusta con las mujeres, porque le impedÃa ser madre a los cuarenta y dos años, justo cuando habÃan logrado su mayor "desarrollo personal", justo cuando muchas de ellas habÃan alcanzado el éxito. Sin embargo, cuando la
Naturaleza hizo a la mujer para que fuera madre a los trece años, no pensó que un millón de años después iba a ser criticada por ese imperdonable error: una madre de trece años, qué horror! Podrá ser un problema social, pero nunca una injusticia de la naturaleza. Por supuesto, la opinión del especialista fue muy bien acogida por las damas presentes, todas modelos, actrices y empresarias de mucho éxito (RaulFiel: HOY la CIENCIA casi lo tiene superado al problema y las mujeres que PUEDEN: ¡NO!)
Pareciera que la opción era la maternidad o el éxito. Pareciera que el hombre tiene más ventajas por su incapacidad de cargar nueve meses un hijo en su vientre.
Pero todo esto está medido por una escala de valores masculinos.
Totalmente. El éxito contemporáneo es aquello que los hombres han creÃdo e impuesto como "lo más importante". Y las mujeres, en lugar de destruir esta imposición cultural, no han hecho más que someterse a la misma, con las ya anotadas injusticias. Entonces, no es la Naturaleza
la injusta (la naturaleza nunca puede ser juzgada. ¿Cómo puede ser injusto que un león se coma a un ciervo?); la injusticia es una condición moral, y sólo puede ser referida a la acción humana: lo injusto es la cultura que impone a la mujer un camino que no se condice con sus necesidades más profundas: como, por ejemplo, puede
serlo la maternidad. Embarazarse, dar a luz a un hijo y ampararlo por más tiempo del necesario, está en la naturaleza femenina, no en la masculina. Claro que tanto la "materidad" como la misma "naturaleza" están definidas desde la "cultura"; claro que la "biologización" de
los intintos maternales ha servido muchas veces para reproducer una ideologÃa que pretendÃa mantener a las mujeres en un destino obligatorio. Pero no podemos decir que la idea de que solo un sexo se embarace y produzca otro ser humano es un invento producto del machismo de las sociedades. En todo caso esa es una imposición
natural. La necesidad de tener éxito, económico y académico, es un vicio que cultivaron los hombres por siglos. Esa es una imposición cultural (y masculina) a la que están sometidas las mujeres de hoy, al mismo tiempo que se golpean el pecho y se enorgullecen de su "liberación". Como si entre la libertad y el sometimiento hubiese
apenas un velo. Su ciclo biológico, su edad reproductiva, se
contradice con sus modernas necesidades culturales: "por su carrera, muchas mujeres deben renunciar a la maternidad". Eso no tiene nada de malo. Y no lo tendrÃa, si fuera una elección verdaderamente libre. El caso es que no lo es, porque las pautas y los modelos de éxito que aspiran todos los integrantes de una sociedad son imposiciones
culturales. Y muchas veces no están de acuerdo ni con nuestra biologÃa ni con nuestros más profundos sentimientos.
En mi opinión, las mujeres se han liberado tanto como los paÃses periféricos se liberaron del Primer Mundo al que aspiran. En un mundo en que todo se mide y se compra con dinero, la libertad es como el amor en un prostÃbulo: una ilusión. Nos sometemos a una herencia y no alcanzamos a verlo. Como siempre, somos nosotros nuestros peores
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