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@DANTEX
𝙐𝙉 𝘾𝙇𝙄𝘾𝙆 𝘼𝙇 𝙋𝘼𝙎𝘼𝘿𝙊
Entre 1780 y 1850, en la Inglaterra de la revolución industrial, era común vender a la mujer en el mercado.
Hay testimonios de al menos 300 casos de subastas de esposas, a los que hay que sumar las muchas ventas que nunca se registraron.
El fenómeno, a lo largo de la primera mitad del siglo XIX, se extendió entre las clases más bajas de la sociedad rural e incluso protoindustrial y, a pesar de no tener base legal, fue increíblemente tolerado por las autoridades inglesas.
Vender a tu esposa no era simplemente una forma de obtener ganancias, de hecho con el tiempo también se consolidó como una alternativa práctica al carísimo divorcio, difundido solo entre la aristocracia.
En la práctica, el marido llevaba a su mujer al mercado de ganado, la registraba como "bien en venta" y, una vez que le amarraba una cuerda al cuello o a la muñeca, la llevaba a la plaza pública, donde se realizaba la subasta.
Para ser justos, cabe señalar que a menudo la esposa estaba de acuerdo y siempre tenía derecho a vetar a los compradores que no eran de su agrado.
En algunos casos era la propia esposa quien pedía la venta y ambos cónyuges coincidían en el uso del título de venta, como sistema para poner fin a un vínculo que se había vuelto insoportable para ambos.
La última venta documentada de una esposa se remonta a 1913, cuando una mujer de Leeds se quejó ante las autoridades de que su marido la había vendido a un conocido suyo por 1
Entre 1780 y 1850, en la Inglaterra de la revolución industrial, era común vender a la mujer en el mercado.
Hay testimonios de al menos 300 casos de subastas de esposas, a los que hay que sumar las muchas ventas que nunca se registraron.
El fenómeno, a lo largo de la primera mitad del siglo XIX, se extendió entre las clases más bajas de la sociedad rural e incluso protoindustrial y, a pesar de no tener base legal, fue increíblemente tolerado por las autoridades inglesas.
Vender a tu esposa no era simplemente una forma de obtener ganancias, de hecho con el tiempo también se consolidó como una alternativa práctica al carísimo divorcio, difundido solo entre la aristocracia.
En la práctica, el marido llevaba a su mujer al mercado de ganado, la registraba como "bien en venta" y, una vez que le amarraba una cuerda al cuello o a la muñeca, la llevaba a la plaza pública, donde se realizaba la subasta.
Para ser justos, cabe señalar que a menudo la esposa estaba de acuerdo y siempre tenía derecho a vetar a los compradores que no eran de su agrado.
En algunos casos era la propia esposa quien pedía la venta y ambos cónyuges coincidían en el uso del título de venta, como sistema para poner fin a un vínculo que se había vuelto insoportable para ambos.
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