Buena mesa

Buena mesa

 

Lo duro hiende

a lo blando. Al diamante

sólo el agua.

 

 

Vajilla

(no antigua

pero sí de viejas

grandes ocasiones).

 

Loza

(no porcelana

pero menos frágil)

con su lindo festón

rosado de pimpollos

y el reborde

-eso sí-

de oro.

 

 

¿ Qué tenaz conspiración

de anudadas ternuras

pudo salvarte del desfiladero

de las generaciones

-tan azotado de dolor

y ausencias-

para traerte aquí

desde las catacumbas;

por ofrecer

una humeante carne tandilense

a estos latidos ?

 

 

¿ Qué entereza enlutada

guareció entre lienzos

tu fragilidad

de los itakazos,

de las crispadas mudanzas,

de tu mudo lapidar

a una silla vacía ?

 

Junto con aquellas

copas cinceladas,

memoria azul de una mágica

pizca de cobalto

vertida no en Murano

sino en Ramos Mejía

sobre el incandescente glóbulo

por un amor que agonizó

y aún no ha muerto.

 

 

Beso las manos

que de abrazos

condecoran la mesa;

que supieron alumbrar

y luego criaron

la humilde integridad

de estos utensilios

para que su alivio

arribe al hoy

a consolar las antiguas

(no viejas)

cicatrices que tenemos.

Atuel

 

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