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Escrito por
@KOPSI

26/02/2010#N30708

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-          Buenas tardes – dije.

-          Buenas tardes -  me respondió una voz asexuada proveniente de una mujer muy arrugada, que estaba concentrada en una hoja que leía con detenimiento. Ni siquiera levantó la vista para ver quien le hablaba.

-          Mire, señora, yo vengo por… - no pude seguir hablando porque sin mirarme me dijo con voz imperativamente desagradable:

-          No se da cuenta que estoy ocupada? Espere a que la pueda atender.

-          Pero… - repliqué – me están esperando y no estoy llegando con mucha antelación.

-          Sh! – fue su única respuesta.

Miré hacia todos lados y vi no lejos de allí unas sillas. Me estaba encaminando para sentarme cuando esa voz dijo:

-          Adónde cree que va? No le dije que se fuera, sino que me esperara.

-          Me voy a sentar hasta que usted pueda atenderme – contesté.

-          Sabe que es lo que no soporto de la gente? – preguntó y respondió seguidamente – Que crean que porque estoy de este lado del mostrador debo dejar todo de lado para atenderlos. Como si me pagaran semejante sueldo por ello!

-          Sin ánimo de discutir, señora, si está de ese lado del mostrador es para atender a la gente y no para leer o hacer otra cosa – contesté. Mi voz debe haber sido muy firme porque levantó la vista y clavó sus ojos en los míos para contestarme:

-          Ah! Ahora resulta que usted es más importante para mí que lo que estoy leyendo? Quién se cree Ud. que es?

-          Lo mismo le iba a preguntar yo a usted, porque pareciera que cree ser algo así como el ombligo del mundo – respondí. Y agregué: - Quien yo sea o deje de ser es algo que a usted no le incumbe, señora. Solamente debe tomarme los datos e indicarme hacia donde me debo dirigir. Ése es su trabajo. Si considera que no recibe la paga que merece, convérselo con quien corresponda. No se desquite con los que, lamentablemente, tenemos que pasar por aquí y recibir su amable atención – Esta vez mi voz no solamente expresaba firmeza, sino también sorna. Y las últimas palabras las pronuncié con una sonrisa irónica.

-          Claro! – dijo casi gritando – Ahora debo recibir retos de desconocidos porque les parece que no soy amable. Si ya la veo a usted golpeando la puerta del jefe para quejarse.

-          No es mi estilo quejarme a los superiores – contesté - Pero si eso es lo que usted quiere que haga, indíqueme dónde está esa oficina. Siempre hay una primera vez.

-          Me quiere decir que va a seguir mis instrucciones?

-          Sus indicaciones, que no es lo mismo. Usted no debe darme directivas, señora – le recordé.

Se hizo un silencio que me pareció eterno. La mujer, que tenía la cabeza gacha, se llevó una mano al cabello y sacó un broche con el que lo tenía recogido. Sacudió entonces la cabeza y una increíble melena comenzó a girar hacia un lado y hacia otro. Levantó la cara y ese rostro arrugado había desaparecido. En su lugar había una cara fresca, de cutis terso, de mujer joven y bien cuidada.

Salvo un Oh! de sorpresa no pude decir nada. Sencillamente, enmudecí.

-          Qué le pasa, querida? – preguntó con dulce voz – Le comieron la lengua los ratones? – Y lanzó una estruendosa carcajada.

-          Yo… qué pasó? Cómo hizo? Qué clase de truco es éste? – pregunté sin demasiadas agallas, reconozco. Tampoco creo que quisiera que me diese las respuestas, pero igualmente tuve la necesidad de decir algo.

-          No todo es lo que parece, encantadora joven – dijo – Le responderé que tiene razón en lo que me dijo al principio: Si estoy de este lado del mostrador es para atender con amabilidad y cortesía a quienes vienen y derivarlos adonde deben ir.

-         

-          Ya sé lo que le ocurre – dijo con voz risueña – Cree que esa señora mayor bastante arrugada hizo un truco de magia y yo la reemplacé al instante, o que yo soy esa señora mayor y me rejuvenecí soltando mi cabello. No es así?

-          Ajá – fue lo único que pude pronunciar.

-          Pues nada de eso, míreme atentamente. No despegue los ojos de mi cara. – Cerró los ojos con fuerza y su cabello pasó a ser corto y enrulado; giró la cabeza hacia la izquierda y su cabello pasó a ser negro y lacio y su femenina cara se convirtió en la de un joven; repitió la acción pero hacia la derecha y su cabello encaneció y su cara era la de un señor maduro.

-          Oh! – repetí – Debo estar alucinando… creo… no sé…

-          Va a seguir mis instrucciones o prefiere indicaciones? – preguntó – Como usted bien recalcó, son dos cosas diferentes.

-          Creo que prefiero las instrucciones, señor…a?

-          Muy buena respuesta. Excelente elección – dijo.

-          Gracias – contesté  observando como este canoso hombre volvía la cabeza hacia el centro, la bajaba, se llevaba las manos a la nuca. Cuando levantó la cara nuevamente era la señora que me había atendido al principio.

-          Somos de vuelta quienes somos, quienes debemos ser. Usted y yo, Amanda.

-          Cómo sabe mi nombre? – pregunté.

-          Porque sabía que debía usted pasar por aquí – contestó – Y mi función, mi trabajo si quiere llamarlo así, es disuadirla.

-          Por qué? – pregunté.

-          Porque usted estaba decidida cuando llegó pero sé que ahora no piensa igual. Todo este pequeño show que hice fue en su honor. Preferí darle tiempo simulando leer, para que pensase, se irritase, experimentase enojo, frustración, sorpresa, miedo y finalmente estuviese dispuesta a escuchar. No puede negar que lo logré.

-          Lo logró – confirmé – Pero eso no hizo que cambiasen las circunstancias ni mis intenciones. Vine donde debía y debo cumplir mi objetivo.

-          No es así. Necesita pensarlo un poco más?

-          No – respondí.

-          Bien. Si no podemos seguir dialogando le informo que no pasará mucho tiempo antes de que usted esté aquí, donde estoy yo en este momento. Porque éste es un puesto hereditario. Cada uno de los que nos suicidamos somos reemplazados por el próximo que está dispuesto a renunciar a la vida. Digamos que nos consolamos con las miserias de los otros y nunca se nos permite olvidar que destrozamos otras vidas con el dolor eterno. Vaya por ese pasillo y entre por la puerta que quiera. El resultado es el mismo. Adieu.

 

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Comentarios

@KUKITYTA

26/02/2010



Me encantó el texto! Fijate si podés editarlo y sacarle las marcas que tiene que dificultan la lectura. Ruth