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@VIVIANANC

27/07/2014#N47777

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¿Puede una persona volver a creer en el amor de pareja cuando se han encargado de destruirlo con ilimitada maldad y egoísmo?

¿El amor y la confianza son cuestiones de fe? Si la respuesta fuese afirmativa, estaríamos ante algo parecido a un juego de azar. Confiar en alguien porque nos parece o lo creemos confiable no es lo mismo que hacerlo porque sabemos que lo es. Y sabemos que una persona es confiable no porque ella nos dice confiá en mí, sino porque hemos vivido y compartido experiencias en las cuales se ha mostrado recta y responsable y lo ha hecho a través de sus acciones, no de sus declaraciones. Esto vale en el amor, en los negocios, en la política, en la amistad, en el deporte y en cualquier ámbito de la vida. "Los discursos inspiran menos confianza que las acciones", decía Aristóteles, quien dedicó buena parte de su quehacer filosófico a la cuestión de las virtudes (lo que hoy llamamos valores).

La confianza y el amor ciegos suelen llevar a duros choques con la decepción y eso se debe a que la fe remplazó a la comprobación y a la vivencia. Amor y confianza son construcciones que se edifican con actos y actitudes. Actos y actitudes de amor y confianza, claro está, con los que se responde en los hechos a la confianza recibida y se ama con hechos que registran y respetan la necesidad y la dignidad del otro. Muchas veces, aunque duela aceptarlo, no es el otro quien nos traiciona, sino nuestra propia ilusión. Creíamos que nos amaba quien hubiéramos querido que nos ame o creíamos que era confiable quien nos hubiese gustado que lo fuera. Pero eso no estaba demostrado por las acciones y las conductas de ese alguien.

Sacar de allí la conclusión de que nadie es digno de confianza o de amor y de que por lo tanto nunca más se amará o confiará, es quedar encadenado a una experiencia convirtiéndola en la creencia de que el amor y la confianza serán siempre imposibles porque lo fueron una vez. Otra opción es incluir la razón junto al deseo y la ilusión y, en una nueva experiencia, mantener los ojos abiertos y la mente activa. Ver para creer es siempre mejor que creer sin ver.

Sergio Sinay

 

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