HISTORIA DE UN AMOR MUY ESPECIAL

"No soy celoso...bueno, un poco". Eso me dijo hoy mi novio del año pasado.
Todos los años tengo un novio...chiquito, que recién asoma su naricita curiosa a la mañana de la vida.
Gonzalo, mi novio del año pasado, ahora tiene 7 años. Pasó a 2º grado!.
Mateo es mi noviecito de este año. Recién, entre mocos y lagrimones, está atravesando sus primeros días en la escuela primaria.
Tiene, por pocos meses más, 5 añitos.
Mi historia con Gonzalo fue muy peculiar. Gonzalo estaba muy flaco, no quería comer en la Escuela, y no había modo de lograr que comiese.
Cuando le pregunté por qué hacía eso, me dijo: "no puedo comer...estoy enamorado".
Mi respuesta fue rápida: "pero si no comés la nena de la que te enamoraste no te va a querer". Y me confesó en medio de suspiros su gran amor por mí.
Y yo...conteniendo una carcajada pero con una sonrisa, me enternecí mucho y le dije: "bueno, está bien, estás enamorado de mí...¿querés ser mi novio?".
Brillaron sus ojitos...y gritó ¡¡¡SÍ!!!...y nuestro noviazgo duró todo el año pasado. Puse una única condición: que comiese toda la comida.
Y cumplió con su palabra.
La historia no es igual con Mateo; Mateo se siente chiquito y como perdido; yo lo tomé en brazos y le dije que tenía en mí a una amiga que lo iba a ayudar a crecer, y me espetó, en una extraña media lengua: "¿no querés ser mi novia en vez de ser mi amiga?".
¿Y que podía yo contestar?. ¡¡¡SÍ!!!.
Cuando hablé con Gonzalo, no pudo evitar un incipiente puchero, y me dijo: "está bien, podés ser su novia...pero no olvides que yo llegué primero. No soy tan celoso...bueno, un poco".
"Mmmmmmm" fue mi respuesta.
Y así tengo a Gonzalo que come y a Mateo que ya no llora.

Pero Gonzalo...Gonzalo me hizo la pregunta que lo torturó los meses de vacaciones: ¿tenés novio fuera de la escuela?. Y cuando le dije que sí...se puso muy serio, demasiado.
"¡No quiero conocerlo!", con rostro serio y ojitos tristes, me dijo. Pero luego me aclaró: "bueno, si alguna vez lo veo le diré que yo también soy tu novio, y que no soy celoso...bueno, un poco nomás. Pero Mateo...que se las arregle solito".

Y así, todos los años, estreno con las clases un novio nuevo, de 6 años o un poquito menos, y quizás por eso es que tras verlos crecer y progresar, al cabo de 7 años, lloro desconsoladamente cuando egresan de la escuela primaria, porque se van mis pichoncitos convertidos en pájaros con alas fortalecidas.
Lloro con un poco de egoísmo porque sé que comenzará un nuevo año de clases y no los voy a ver todas las mañanas, pero por dentro me siento muy feliz porque sé que, en alguna medida, contribuí a darles dosis de una vitamina muy especial que se llama amor y que les permitió tener músculos fuertes que los llevarán hacia otros horizontes.
Estarán siempre en mis recuerdos...y sé que ellos tampoco me olvidarán.

 

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