El árbol de la inmortalidad, por P.Coelho


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@MARIA1111MARIA

14/02/2007#N13953

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El árbol de la inmortalidad

Cuenta un poeta persa Rumi que cierto día, en una aldea del norte de los que hoy es Irán, apareció un hombre que contaba historias maravillosas sobre un árbol que daba la inmortalidad a quien comiese de sus frutos. La noticia no tardó en llegar a oídos del rey, pero antes de que éste pudiera preguntar dónde se hallaba tal prodigio de la naturaleza, el viajero había partido.
El rey, sin embargo, estaba decidido a hacerse inmortal, pues quería gozar de tiempo suficiente para convertir su reino en un ejemplo para todos los pueblos del mundo. Cuando era joven, había soñado cómo hacer desaparecer la pobreza, enseñar la justicia y alimentar a todos y cada una de sus súbditos.
Pero al cabo de poco tiempo se dio cuenta de que ese trabajo duraría más de una generación. Ahora sin embargo la vida le daba una oportunidad y él no iba a dejarla escapar.
Llamó al hombre más valeroso de su corte y le encomendó la tarea de encontrar aquel árbol.
El hombre partió al día siguiente, llevando consigo dinero suficiente para obtener información, comida y todo lo necesario para alcanzar su meta.
Preguntando y ofreciendo recompensas, recorrió ciudades, atravesó llanuras y escaló montañas. Los honestos respondían que ese árbol no existía, los cínicos demostraban un respeto irónico y algunos trapaceros lo enviaban a lugares remotos a cambio de una monedas. Después de muchas decepciones resolvió renunciar a su búsqueda. Pese a sentir una inmensa admiración por su soberano, iba a regresar con las manos vacías. Sabía que perdería su honor, pero estaba cansado y convencido de que el árbol no existía.
En el camino de vuelta, al subir una pequeña colina, recordó que allí vivía un sabio. Pensó: No tengo esperanza de encontrar lo que busco, pero por lo menos puedo pedir su bendición e implorarle para que rece por mi destino.
Al llegar frente al sabio, no aguantó más y rompió a llorar.
-¿Por qué estás tan desesperado, hijo mío?- preguntó el hombre santo.
-El rey me encomendó la tarea de encontrar un árbol único en el mundo, un árbol cuyo fruto nos da la vida eterna. Siempre he cumplido mis tareas con lealtad y coraje, pero esta vez regreso con las manos vacías.
El sabio echó a reír:
Lo que buscas existe y está hecho del agua de la vida que proviene del infinito océano de Dios. Tu error fue buscar una forma, un nombre.
A veces, eso que buscas se llama "árbol"; otras veces, "sol". La podemos llamar cualquier cosa que existe sobre la faz de la tierra. Sin embargo, para encontrar el fruto hay que renunciar a la forma y buscar el contenido.
Cualquier cosa en la que está la presencia de la Creación es eterna en sí misma, Nada puede ser destruido; cuando nuestro corazón para de latir, nuestra esencia se transforma en la naturaleza que nos rodea. Podemos convertirnos en árboles, en gotas de lluvia, en plantas, e incluso en otro ser humano.
¿Por qué detenerse en la palabra "árbol" y olvidar que somos inmortales?
Renacemos en nuestros hijos, en el amor que manifestamos para con el mundo, en cada uno de los gestos de generosidad y caridad que tenemos.
Regresa y dile al rey que no tiene por que preocuparse de encontrar el fruto de un árbol mágico: cada actitud suya y cada decisión que tome ahora permanecerá por muchas generaciones. Pídele, por tanto, que sea justo con su pueblo; si hace su trabajo con dedicación, nadie lo olvidará y su ejemplo influirá la historia de su gente y estimulará a sus hijos y nietos a actuar siempre de la mejor manera posible.
Y dile también lo siguiente: todo aquel que busca un nombre, permanecerá siempre atado a las apariencias, sin descubrir jamás el misterio oculto de las cosas ni el milagro de la vida.
Todas las luchas que entablamos son por causa de los nombres: propiedad,envidia, riqueza, inmortalidad. Pero cuando olvidamos el nombre y buscamos la realidad que se oculta tras las palabras, tenemos todo lo que deseamos y
también tenemos paz de espíritu.
Paulo Coelho


 

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