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Escrito por
@OILIMEYER

20/04/2007#N15086

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La noche concluyó de repente.
La claridad fue un aviso celeste que conmovió al cómodo y pesado letargo del sueño nocturno. Sonidos y luces impactaron en una paz antes seducida y ahora sobresaltada.
Poco a poco, los estímulos externos fueron ganando terreno sobre mis sentidos: el ruido casi irrespetuoso de esa moto en la calle, los perros, ese portazo, el gusto y la densidad de la saliva, perteneciente a una boca clausurada por horas, el leve pero persistente sismo gástrico, que reconocí como algo parecido al hambre. Abrí los ojos y recibí de un cachetazo el resto de la realidad que me había estado acechando. Pensé en el impacto que tendría el agua fría del grifo sobre mi rostro tibio y ligeramente hinchado. Enfoqué como pude la mirada al frente y me reconocí en el espejo del botiquín. El ritual matinal prosiguió su orden establecido. El deseo de un café se olía ahora, como una nota profunda y persistente.

A unas veinte cuadras,la transición hacia el mundo lúcido de la mañana, se presentó para GUSTAVO, como un trámite tedioso e interminable. Estaba a mitad de camino, pero una parte de él quería tan solo quedarse allí para siempre. Un instante involuntario de reflexión lo hizo pegar un salto en la cama, como si un resorte gigante de su colchón se hubiera desbaratado. Recordó que en menos de dos días sería la muestra de arte en la que sus cuadros estarían exhibidos, y él aún ni siquiera tenía resuelto cuáles escoger. Se vistió, se lavó la cara y los dientes, se peinó sus cabellos largos y canos y todo casi en un mismo acto. Luego salió corriendo hacia su atelier, como si éste se fuera a escapar. Para cuando toqué el timbre de su casa, Gustavo me llevaba varias cuadras de ventaja.

FERNANDO había quedado varado en alguna zona intermedia entre el dormir y el despertarse, pero no le era del todo desagradable. Casi consciente del nuevo día y sin ser aún parte de éste, se imaginaba durmiendo desde su propio y precario bosquejo de lucidez. Hasta que sonó su celular de manera inquisitiva, pero el aparato estaba a infinitos centímetros de distancia y en una dimensión a la que él todavía no pertenecía. Entonces no me contestó. Al rato tampoco lo hizo. Yo empecé a inquietarme, ya que de Fernando dependía todo el despliegue publicitario de última hora, que a base de afiches, volantes y avisos en los periódicos, reforzarían la convocatoria dirigida a la comunidad artística local y público en general, para la muestra a realizarse mañana por la noche.

Se desvanecían irremediablemente, aquellas imágenes que ELADIA había producido durante la noche, perdiendo sentido y sustancia cuanto más se empecinaba en retenerlas. Al poco rato, no recordaba nada de lo que soñara. Ella era de despertar enérgico y pasaba del mundo onírico a la realidad cotidiana, sin nostalgia ni paradas intermedias. Mientras se preparaba su jugo de frutas, terminaba de embalar las esculturas que debía exponer al día siguiente. Años de muestras y premios, y sin embargo, siempre los mismos nervios. En esta ocasión, contribuía a la ansiedad, el que fuera la “figura” invitada de renombre internacional, y en su propia ciudad natal, donde nunca, dicho sea de paso, dejó de vivir. Eladia se acerca a su ventana, mientras me comenta por teléfono, que tiene todo listo y que está empezando a llover.

El tenaz golpeteo de las gotas de lluvia, despertarían a NORIS de haber ella logrado dormir. Sin pegar un ojo, se había pasado toda la noche repasando los detalles de la apertura de la muestra. No era para menos, ya que se trataba de la inauguración de su propia galería. Un anhelo que albergara durante la mayor parte de su vida y que ahora estaba a un paso, o a un día, de convertirlo en algo absolutamente real. Encendió el equipo de música y dejó en manos del aparato la elección del CD, que, como era de esperarse, eligió el primero de la bandeja. Noris puso a calentar agua para el mate, esperando que yo llegara de un momento a otro, tal como acordáramos el día anterior.
Yo venía bastante retrasado y además mojado. Con los nervios algo alterados por no poder ubicar a la mitad de la gente que debía contactar esta mañana. Mi auto tuvo el gusto pésimo de descomponerse cuando más lo necesitaba, que es siempre cuando los autos se descomponen. Las pocas calles que me distanciaban de unos mates calientes estaban hechas de agua. Por arriba, por abajo, por los costados. También agua por delante y por detrás. No se veía más allá de lo que se intuía. Será por eso que fuimos a querer ocupar aquel camión y yo, el mismo espacio al mismo tiempo. Fue lo que hicimos, pero el resultado fue desastroso. No tuve tiempo ni para miedos ni sorpresas. Dediqué naturalmente mi último pensamiento a la apertura de mañana por la noche. Tantas expectativas y tantas personas ansiosas. Vivas. Ojalá que este contratiempo no opaque a aquel esperado evento.

Me despierto. ¿Qué hora es? ¡Carajo! Es muy tarde. En un par de horas comienza le muestra. Tengo en el contestador mensajes de Noris, de Eladia, de Fernando y de Gustavo. Está lloviendo a cántaros y yo con el auto en el taller mecánico. Debo apurarme. Estoy casi seguro de que saldrá todo muy bien.





 

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