EL ÜNICO REGALO


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Escrito por
@OILIMEYER

04/05/2007#N15334

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Para Ernesto éste era el momento del año que aguardaba con más impaciencia. El día del año que casi todos esperan ansiosos que llegue. Pero para Ernesto, el cumpleaños no era tal cosa hasta ese preciso instante en el que su papá le entregara su regalo. Los regalos de su papá eran siempre poco comunes, raros, insospechables. Por lo que el muchacho ni siquiera intentaba especular o adivinar de qué se trataría esta vez. Lo que sí sabía es que sería algo especial, como todos los años. Algo a lo que su papá le imprimiría, con magnífica destreza, una intención, un propósito extraordinario. Por eso, Ernesto se prestaba de lleno al ritual de la sorpresa.
Mientras esperaba muy contenido la llegada de su papá, se entretuvo recordando algunos de los últimos obsequios de cumpleaños, y recreaba en su mente las sensaciones intensas al momento de abrir el envoltorio de su regalo. Esos días eran inolvidables. Sólo uno por año, cuando veía finalmente a su papá, después de tan larga espera. Pero papá no fallaba. Volvía de cualquier sitio del mundo en donde estuviera. Y ese día él llegaba, con su bolso al hombro y su olor a océano. Y después del abrazo: el obsequio que haría tan especial a ese día.
El año pasado fue un plato de fondo azul, lleno de piedras de colores incrustadas. Ernesto se acordaba de las dedicatorias de memoria: “La loza azul es Lanká, centro del mundo. Las piedras de colores representan la infinidad de mundos habitados. Recibe este conocimiento en tus catorce años.”
El anterior había sido un pesado libro de la India, que trataba sobre la ley del karma y sobre el Yoga. El escrito correspondiente versaba sobre la importancia de Oriente e incluía un cálculo numerológico sobre el número 1 y el número 3 y las letras del nombre “Ernesto”.
En el doceavo cumpleaños, Ernesto fue sorprendido con un pequeño llavero y la llave de la casa de la abuela paterna. “Las llaves simbolizan el valor, la voluntad y la consciencia que nos abren las puertas de la sabiduría, de la libertad y la paz del espíritu. El llavero simboliza las posibilidades de lograrlo, que todo hombre tiene el derecho de poseer y el deber de conservar. Que todo esto sea una realidad para ti. Es mi deseo en tus doce muy importantes años. Tu padre.”
Iba a seguir en su viaje mental hacia los once años, cuando sonó el timbre. Ya eran las cinco de la tarde. La madre abrió la puerta y estrechó la mano de un hombre cano, barbudo y delgado. Sí, era papá.
El abrazo fue intenso y recién cuando se separaron se pudieron ver a los ojos. El padre le dijo que lo veía enorme y que cuánto había crecido. Ernesto sonrió y no le dijo que lo veía muy viejo. No era cómo lo recordaba. Nunca lo era.
La mamá de Ernesto fue hacia la cocina a preparar algo de beber, y los dejó a solas a padre e hijo, sabiendo que a continuación venía la ceremonia del regalo. Ella puso un rostro de medido alivio, ya que su hijo no había sido defraudado por otro año más. Sabía que su muchacho finalmente se sentía recompensado por todo esa espera, y que este momento de felicidad, él lo atesoraría y lo ayudaría a soportar una idéntica cantidad de tiempo. Para ella, los sentimientos hacia aquel hombre que alguna vez fue tan cercano, eran claramente contradictorios: él tenía el don de hacer tan feliz a Ernesto un día al año, y por otro lado, le privaba de su presencia durante tanto tiempo, tantos días, en aras de esa convicción inquebrantable de buscar la Verdad (Que dicho sea de paso, siempre estaba lejos de allí).
Ernesto estiró los brazos y dejó que su papá posara en ellos el obsequio. ¡Qué momento tan sublime! Rompió el grueso papel madera del largo envoltorio y por los sectores ya sin papel comenzó a insinuarse un destello dorado. Cuando Ernesto termino de desembalarlo, tenía entre sus manos una espada de bronce de más o menos su propio tamaño. El papá le dijo que esa era una espada que alguna vez perteneció a los Caballeros Templarios, que en la Edad Media, eran los guardianes de profundos secretos. Le entregó mientras hablaba, una hoja manuscrita donde estaba la dedicatoria y el sentido de esa espada. Ernesto tomó la hoja con la mano izquierda. En la derecha blandía el imponente objeto. Pero aún no leería la nota. Tenía todo un año para aprendérsela de memoria.


 

Comentarios

@CAROFM

04/05/2007

Excelente cuento, Emilio. Elegiste muy bien las palabras y las frases y le diste un excelente final. ¿El tema tendrá algo que ver con la proximidad de la fecha de su onomástico? Te mando un beso enorme, Caro