Asesinato por compasión (Quinta parte)

(Continuación)
Claro que tenía un busto de Mozart; tenía varios bustos más de Mozart, sin mencionar a Bach, Beethoven, Víctor Hugo, Balzac, Shakespeare, George Washington y Goethe, en distintos tamaños.
Él se había presentado. Por lo general los clientes no se presentaban, y a cambio ella también le dijo su nombre, dándose cuenta en aquel momento de que él era el decorador más importante de la ciudad.
-Francamente –dijo él -a mí no me cogerían muerto con este busto de Mozart y estropeará la habitación, pero mi cliente insiste en tenerlo. ¿Le importa que mire a ver qué otras cosas tiene?
Entonces ella le enseñó toda la tienda. Más tarde intentó recordar el momento exacto en el que se enamoraron. Él se había pasado toda aquella primera mañana allí; hacia el mediodía pareció especialmente atraído por un cuarto trastero abarrotado de cómodas. Estiró el tirador de un cajón que se le quedó en la mano, a continuación la cogió por la cintura.
-¿Qué cree que está haciendo?-dijo ella. –Cielos, ¿qué pasará si entra un cliente?
-Deje que paseen por el establecimiento.
Ella no podía creer que hubiera ocurrido, pero así era. Después, en vez de sentirse sola cuando John partía en viaje de negocios, deseaba el momento en el que él le daba aquel beso apático y le decía que pasaría la noche fuera.
El pequeño cuarto trastero abarrotado de muebles y cajones reconvirtió en el discreto punto de encuentro de Mary y Kenneth. Trajeron una tumbona.
Un día les llegó el sonido de una voz. Habían estado demasiado ensimismados para darse cuenta de la entrada de un cliente.
-Señora Jonson, ¿dónde está? Me gustaría un poco de atención.
Mary salió tambaleándose a saludar a la cliente e intentó arreglarse el cabello despeinado. Sabía que se le había corrido el pintalabios.
La clienta era la señora Bryan, la chismosa más experta de la ciudad. Haría correr el rumor de que Mary Jonson se estaba comportando de forma escandalosa en la tienda. Seguro que ahora se enteraba John.
(Continuará…)

 

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