DISCULPEN LA MOLESTIA
Publicado por
@ALICIA65Z
Disculpen la molestia
Por Eduardo Galeano
Quiero compartir algunas preguntas, moscas que me zumban en la cabeza.
¿Es justa la justicia? ¿Está parada sobre sus
pies la justicia del mundo al revés?
El zapatista de Irak, el que arrojó los zapatazos
contra Bush, fue condenado a tres años de cárcel.
¿No merecía, más bien, una condecoración?
¿Quién es el terrorista? ¿El zapatista o el
zapateado? ¿No es culpable de terrorismo el
serial killer que mintiendo inventó la guerra de
Irak, asesinó a un gentío y legalizó la tortura y mandó aplicarla?
¿Son culpables los pobladores de Atenco, en
México, o los indígenas mapuches de Chile, o los
kekchíes de Guatemala, o los campesinos sin
tierra de Brasil, acusados todos de terrorismo
por defender su derecho a la tierra? Si sagrada
es la tierra, aunque la ley no lo diga, ¿no son
sagrados, también, quienes la defienden?
Según la revista Foreign Policy, Somalia es el
lugar más peligroso de todos. Pero, ¿quiénes son
los piratas? ¿Los muertos de hambre que asaltan
barcos o los especuladores de Wall Street, que
llevan años asaltando el mundo y ahora reciben
multimillonarias recompensas por sus afanes?
¿Por qué el mundo premia a quienes lo desvalijan?
¿Por qué la justicia es ciega de un solo ojo? Wall
Mart, la empresa más poderosa de todas, prohíbe
los sindicatos. McDonald’s, también. ¿Por qué
estas empresas violan, con delincuente impunidad,
la ley internacional? ¿Será porque en el mundo de
nuestro tiempo el trabajo vale menos que la
basura y menos todavía valen los derechos de los trabajadores?
¿Quiénes son los justos y quiénes los injustos?
Si la justicia internacional de veras existe,
¿por qué nunca juzga a los poderosos? No van
presos los autores de las más feroces
carnicerías. ¿Será porque son ellos quienes tienen las llaves de las cárceles?
¿Por qué son intocables las cinco potencias que
tienen derecho de veto en las Naciones Unidas?
¿Ese derecho tiene origen divino? ¿Velan por la
paz los que hacen el negocio de la guerra? ¿Es
justo que la paz mundial esté a cargo de las
cinco potencias que son las principales
productoras de armas? Sin despreciar a los
narcotraficantes, ¿no es éste también un caso de “crimen organizado”?
Pero no demandan castigo contra los amos del
mundo los clamores de quienes exigen, en todas
partes, la pena de muerte. Faltaba más. Los
clamores claman contra los asesinos que usan
navajas, no contra los que usan misiles.
Y uno se pregunta: ya que esos justicieros están
tan locos de ganas de matar, ¿por qué no exigen
la pena de muerte contra la injusticia social?
¿Es justo un mundo que cada minuto destina tres
millones de dólares a los gastos militares,
mientras cada minuto mueren quince niños por
hambre o enfermedad curable? ¿Contra quién se
arma, hasta los dientes, la llamada comunidad
internacional? ¿Contra la pobreza o contra los pobres?
¿Por qué los fervorosos de la pena capital no
exigen la pena de muerte contra los valores de la
sociedad de consumo, que cotidianamente atentan
contra la seguridad pública? ¿O acaso no invita
al crimen el bombardeo de la publicidad que
aturde a millones y millones de jóvenes
desempleados, o mal pagados, repitiéndoles noche
y día que ser es tener, tener un automóvil, tener
zapatos de marca, tener, tener, y quien no tiene, no es?
¿Y por qué no se implanta la pena de muerte
contra la muerte? El mundo está organizado al
servicio de la muerte. ¿O no fabrica muerte la
industria militar, que devora la mayor parte de
nuestros recursos y buena parte de nuestras
energías? Los amos del mundo sólo condenan la
violencia cuando la ejercen otros. Y este
monopolio de la violencia se traduce en un hecho
inexplicable para los extraterrestres, y también
insoportable para los terrestres que todavía
queremos, contra toda evidencia, sobrevivir: los
humanos somos los únicos animales especializados
en el exterminio mutuo, y hemos desarrollado una
tecnología de la destrucción que está
aniquilando, de paso, al planeta y a todos sus habitantes.
Esa tecnología se alimenta del miedo. Es el miedo
quien fabrica los enemigos que justifican el
derroche militar y policial. Y en tren de
implantar la pena de muerte, ¿qué tal si
condenamos a muerte al miedo? ¿No sería sano
acabar con esta dictadura universal de los
asustadores profesionales? Los sembradores de
pánicos nos condenan a la soledad, nos prohíben
la solidaridad: sálvese quien pueda, aplastaos
los unos a los otros, el prójimo es siempre un
peligro que acecha, ojo, mucho cuidado, éste te
robará, aquél te violará, ese cochecito de bebé
esconde una bomba musulmana y si esa mujer te
mira, esa vecina de aspecto inocente, es seguro
que te contagia la peste porcina.
En el mundo al revés, dan miedo hasta los más
elementales actos de justicia y sentido común.
Cuando el presidente Evo Morales inició la
refundación de Bolivia, para que este país de
mayoría indígena dejara de tener vergüenza de
mirarse al espejo, provocó pánico. Este desafío
era catastrófico desde el punto de vista del
orden racista tradicional, que decía ser el único
orden posible: Evo era, traía el caos y la
violencia, y por su culpa la unidad nacional iba
a estallar, rota en pedazos. Y cuando el
presidente ecuatoriano Correa anunció que se
negaba a pagar las deudas no legítimas, la
noticia produjo terror en el mundo financiero y
el Ecuador fue amenazado con terribles castigos,
por estar dando tan mal ejemplo. Si las
dictaduras militares y los políticos ladrones han
sido siempre mimados por la banca internacional,
¿no nos hemos acostumbrado ya a aceptar como
fatalidad del destino que el pueblo pague el
garrote que lo golpea y la codicia que lo saquea?
Pero, ¿será que han sido divorciados para siempre
jamás el sentido común y la justicia?
¿No nacieron para caminar juntos, bien pegaditos,
el sentido común y la justicia?
¿No es de sentido común, y también de justicia,
ese lema de las feministas que dicen que si
nosotros, los machos, quedáramos embarazados, el
aborto sería libre? ¿Por qué no se legaliza el
derecho al aborto? ¿Será porque entonces dejaría
de ser el privilegio de las mujeres que pueden
pagarlo y de los médicos que pueden cobrarlo?
Lo mismo ocurre con otro escandaloso caso de
negación de la justicia y el sentido común: ¿por
qué no se legaliza la droga? ¿Acaso no es, como
el aborto, un tema de salud pública? Y el país
que más drogadictos contiene, ¿qué autoridad
moral tiene para condenar a quienes abastecen su
demanda? ¿Y por qué los grandes medios de
comunicación, tan consagrados a la guerra contra
el flagelo de la droga, jamás dicen que proviene
de Afganistán casi toda la heroína que se consume
en el mundo? ¿Quién manda en Afganistán? ¿No es
ese un país militarmente ocupado por el mesiánico
país que se atribuye la misión de salvarnos a todos?
¿Por qué no se legalizan las drogas de una buena
vez? ¿No será porque brindan el mejor pretexto
para las invasiones militares, además de brindar
las más jugosas ganancias a los grandes bancos
que en las noches trabajan como lavanderías?
Ahora el mundo está triste porque se venden menos
autos. Una de las consecuencias de la crisis
mundial es la caída de la próspera industria del
automóvil. Si tuviéramos algún resto de sentido
común, y alguito de sentido de la justicia ¿no
tendríamos que celebrar esa buena noticia? ¿O
acaso la disminución de los automóviles no es una
buena noticia, desde el punto de vista de la
naturaleza, que estará un poquito menos
envenenada, y de los peatones, que morirán un poquito menos?
Según Lewis Carroll,
cómo funciona la justicia en el país de las maravillas:
–Ahí lo tienes –dijo
la cárcel, cumpliendo su condena; pero el juicio
no empezará hasta el próximo miércoles. Y por
supuesto, el crimen será cometido al final.
En El Salvador, el arzobispo Oscar Arnulfo Romero
comprobó que la justicia, como la serpiente, sólo
muerde a los descalzos. El murió a balazos, por
denunciar que en su país los descalzos nacían de
antemano condenados, por delito de nacimiento.
El resultado de las recientes elecciones en El
Salvador, ¿no es de alguna manera un homenaje?
¿Un homenaje al arzobispo Romero y a los miles
que como él murieron luchando por una justicia
justa en el reino de la injusticia?
A veces terminan mal las historias de
Historia
Cuando dice adiós, dice hasta luego.
Tomado de:
http://www.pagina12 .com.ar/diario/ contratapa/ 13-124547- 2009-05-08. html
Comentarios
26/10/2010
Buenisimo Alicia , gracias por subirlo , Galeano dice las palabras justas , yo creo que las cuenta y las recuenta mentalmente antes de escribirlas , nunca hay una de más ni una de menos ...
Saludos
Sergio
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