oscuridad total


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@RICHI56

29/03/2011#N35607

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Se acercaba el concurso de cuentos en la isla. Era un evento anual original y prestigioso donde los escritores incipientes nacionales y residentes se daban cita para mostrar sus trabajos... y no era cualquier cosa. Desde que se inició en 1998 los premios fueron creciendo y este año eran tan jugosos que atrajeron varios centenares de escritores noveles. El jurado era ecléctico y confiable, aunque se sabía que tras de bastidores la última palabra era ¡ay! de Mario Natera, propietario y director del principal diario local, el "Correo de Margarita".
Las letras no eran precisamente el fuerte de Armando Ferreira Texeira. Con veleidades artísticas, había participado en todos los concursos posibles pero jamás obtuvo ni siquiera un reconocimiento de consolación. En realidad, Armando era un "bueno para nada". Desde que llegó desde su Brasil natal siendo apenas una "crianca", medio-cantaba, medio declamaba, medio-actuaba y medio-pintaba. Pero aparte de tímidas felicitaciones... nada más recibía. -Casi lo logras, Armandito- le decían sus amigos. Casi, casi. Y "Casi-Casi" se quedó. ¡Pobre Armandito! A sus 35 años no había podido ni siquiera iniciar su sueño de ser "millonario antes de los 40" en este país de oportunidades. El año pasado participó en una licitación del mismo diario local, que buscaba un caricaturista. Al llegar al palaciego despacho del patrón a presentar sus muestras, el director, con fama de ser un ogro, le apaciguó el píloro estudiando las obras con delicadeza y consideración. Casi-Casi no cabía en sí de gozo cuando el jefe le preguntó (sin su acostumbrado ceño fruncido) cuánto dinero aspiraría, por caricatura, si resultaba favorecido. Con el corazón en la boca pero ya preparado para no titubear en el momento crucial, Ferreira se lo dijo. Don Mario explotó en improperios y de vaina no le pegó. Después de bufar varios minutos sermones y experiencias, propuso pagarle un tercio de lo aspirado, advirtiéndole muy docto y con el índice levantado "si acaso resultares favorecido" ("Paneleiro" -pensó Armando- "Filho du sacana"). Pero necesitaba el dinero y accedió.
Para empezar y todavía como prueba, el viejo le encargó que realizara una caricatura de una foto que sacó de su lujosísimo escritorio. -Mi esposa Ivana y yo (aclaró). A ver qué haces allí. (Lo que me faltaba -pensó Ferreira-... ¡Dos figuras y para colmo... son los patrones! ¿A quién se le ocurre caricaturizar a los jefes? ¡Filho de...!)
Después de trabajar como un castor y dar lo mejor de su talento artístico, Casi-Casi acudió a entregar la obra encargada. Captó de inmediato que el Sr. Mario estaba de pocas pulgas. Miró el dibujo unos segundos e inexpresivamente tomó la carpeta y sin decir una palabra se abrió paso hacia el salón de al lado donde presumiblemente estaba su esposa. En unos minutos estaba de regreso. -No nos sirve, amigo, (expresó). -Tome sus reales y buenas tardes.
Casi-Casi sintió ganas de matar. Haciendo de tripas corazón, tomó el dinero y salió sin despedirse. Al pasar por el salón contiguo levantó la cabeza y miró fijamente al frente. Percibió de reojo las risitas y comentarios de Ivana y sus empleados.
-(¿Y este es el desgraciado que vá a calificar los cuentos? -pensó- ¡No tengo la mas mínima posibilidad!)

Mario Natera era estricto en todo. Quizás esa era la razón principal de su éxito empresarial. como era de esperarse, era controversial. Querido y odiado por igual. Muy culto, don Mario también pintaba en sus escasos ratos libres y escribía densos artículos variados. Era sabido que acostumbraba quedarse algunas noches absolutamente solo en el inmenso palacio. Criticaba implacablemente la literatura contemporánea. -¡Quiero un cuento romántico que me haga llorar! (Decía)... como los de antes. (Y agregaba) -Con los cuentos de misterio se temblaba de miedo... ¡Y las aventuras!... Tan exquisitamente narradas que uno de verdad creía que un mordisco de ballena partía un buque en dos, ¡qué emoción!. Don Mario también publicaba sus elucubraciones: -¿El "BOOM latinoamericano? ¡Hasta cuándo!... Eso está muerto y enterrado. El Gabo está decrépito. ¡Mira que declarar que hay que jubilar la ortografía... Está más loco que el Pájaro Carpintero... Lo clásico... LO CLÁSICO... hay que volver atrás!!!

Armando Ferreira Texeira pasó varios días rumiando su fracaso, pero al final decidió concursar. Tenía varias semanas por delante y podía madurar su cuento desde ahora. Sería de misterio. Original, sombrío y aterrador. Internándose en el enigma del Más Allá sin describir mucho para permitir que el lector se espante con lo desconocido. Destacó la banalidad de los bienes materiales en este "tránsito infinitesimal por la vida", la ridiculez de los títulos nobiliarioa y sociales, el misterio de la Transición Final. Se regodeó en el sepulcro oscuro y frío, lo espantoso de la soledad del cuerpo y el tránsito espiritual pavoroso, misterioso y terrible. ¿De qué sirven en estas condiciones la arrogancia, la soberbia y la altivez?... Ahí tenemos al gran señor con la boca llena de tierra y las cuencas oculares vacías. En fin, una obra maestra de escatológico terror.
Pero, ¡Dios!, su escrito tendría que pasar por el filtro de la desgracia. Seguro que ni lo leería. Al mirar su firma, lo descartaría sin más. Pero no. Los cuentos van con seudónimo. No había forma de conocer su autor anticipadamente.
Con odio profundo pero inconfeso hacia el hombre que podía hundirlo o catapultarlo a la fama, Casi-Casi terminó su relato. Lo tituló "Para qué Más" en alusión subliminal a los confusos sentimientos hacia su mecenas. ("Mecenas, me desayunas y me almuerzas".) Realizó los trámites necesarios y lo consignó en la sede del periódico donde lo humillaran.

El 1ro. de septiembre se iniciaron en Margarita las festividades del aniversario de la Vírgen del Valle, patrona de la isla. La ciudad de Porlamar, caribeña ella, retumbaba desde la madrugada con fuegos artificiales, cañones y cornetas de autos. Era también el día escogido por la organización para anunciar los finalistas del gran concurso anual de cuentos cortos. Coincidencialmente, a media noche en medio de una gran tempestad eléctrica, falló el alumbrado público tanto el nacional como el de la planta Luisa Cáceres que abastece la isla. En la mañana, al ser restituído el servicio, Ferreira, agotado y molesto durmió hasta bien entrada la tarde. Cuando se levantó, en verdad no se acordaba de que era un día trascendental. Y vaya si lo fué. Al pasar por el quiosco de periódicos de Miguelito, en la Calle Igualdad, leyó grandes titulares en "El Carajazo" un vespertino amarillista: "EL FORENSE CONFIRMA QUE EL EDITOR MURIÓ DE PÁNICO" "El Dr. Tortabú, ratifica que el Licenciado Natera murió de un ataque fulminante de terror" (y continúa el reportero) "Los vigilantes del edificio lo encontraron esta mañana en su estudio, completamente a oscuras. En sus manos crispadas sostenía el cuento que calificaba, titulado "¿Para qué más?"

 



 

 

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