Todo pasa por la FE


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Publicado por
@ANSOGUAT

20/03/2013#N42998

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Les transcribo a continuación una nota de Luis Novaresio, publicada en el día de hoy en INFOBAE, me pareció de una claridad y sentido comun excelentes

No creo en Dios. Sí en él

 

 

 

No creo en Dios. Diría que no creo, casi a mi pesar. Si fuera un mero acto de voluntad, ningún agnóstico que se respete dejaría pasar la oportunidad de poder creer que el origen y el sentido de la existencia es algo más que la duda del desconocimiento o la incertidumbre de la falta de respuestas. Pero el “don” de la fe, como mera revelación de los sentimientos, no me fue concedido. Y uno respeta y tributa a su razón. 

No creo en las jerarquías eclesiásticas que por mera invocación burocrática se sienten como dueños de la balanza del bien y del mal moral de sus feligreses y no trepidan al repartir amenazas terrenales o del más allá con infiernos de terror irredimibles para los que osen no creer. A ellos, sobre todo. Y, de esos, “habemos y hubimos” muchos por estas pampas. 

Me molesta la opulencia de los patriarcas. No la de los irrepetibles museos y riquezas que son tesoros del mundo bien custodiados para todos, sino la de la irrefrenable verborragia para montarse en el comando mayor de una iglesia (no, muchas veces, en sus bases) que optó por los pobres hace 2000 años y hoy vive en la frivolidad exterior de sus mayores responsables. O que supo verse beneficiada por ese peso público para ocultar atrocidades tan históricas como sus nombramientos. 

Con todo eso, no debería alegrarme el Papa Francisco. Muchos menos emocionarme o, definitivamente, no debería creerle. Si no se cree en lo más, el Creador, para nada en lo menos, uno de sus Pastores. 

Y, sin embargo, la llegada al trono del Vaticano de Jorge Mario, me alegra. Me emociona. Y le creo. 

¿Cómo no alegrarse de que un conciudadano de la patria chica sea el primero entre sus pares de todo el mundo? Sólo una miopía reaccionaria y conservadora (y de derecha) puede haber titubeado como lo hizo el sector que despreció con adjetivos increíbles, como “imperialista al servicio del mal del continente” y otros tantos disparates, al cardenal Bergoglio o levantó el dedo tan recurrente para hablarle desde el atril de las admoniciones de los césares locales. Sólo Francisco, que pidió no tener rencor ni memoria de desprecio, podrá hacer olvidar las torpezas de los que ahora pegan afiches o twitean algarabías apenas la fumata fue blanca. 

Impacta que este hombre sea el primer Papa no europeo, latinoamericano y argentino. Sin embargo, en lo personal, me emociona mucho más que (¿por primera vez en la historia?) sea el Jefe de este culto el que puede hablar sin reproches a los que no creemos. “Como muchos de ustedes no pertenecen a la Iglesia Católica”, dijo el Pontífice, “e incluso otros no son creyentes, de corazón doy esta bendición, respetando la conciencia de cada uno”. Emociona pensar que semejante gesto, tan natural como infrecuente desde Roma por años y años, puede ser el principio de una revolución verdadera que sepulte para siempre las hogueras (las reales y las virtuales como la discriminación) que persigue al distinto, al diferente, al disidente e incluso al opositor. 

Y genera credibilidad. Porque quien hoy vive su primer día de Pontificado reina, más allá de la tumba de Pedro, desde la historia contada por los hombres que nos trae a un profeta muerto injustamente a los 33 años que predicó el amor. Y no cualquiera, por descarte o con reticencias: sino el amor al otro como a uno mismo. Que dijo que nadie tiene el derecho de arrojar la primera piedra ni dejar de ofrecer la otra mejilla, aún cuando la ofensa parezca insoportable. El mismo que eligió, dicen los que creen, ser en primera persona  la metáfora más humana y desgarradora, la vida de un hijo sacrificada, simplemente para que le crean. 

A los emocionados agnósticos no nos hace falta semejante ofrenda. Nos basta con ver que quien ejerce un poder terrenal puede despojarse de riquezas personales, del oro y de las auto atribuidas superioridades (¡tan autoritarias!) para contagiar a todos: a los que afirman honrarlo en el cotidiano y real hacer del día a día; a los príncipes y gobernantes temporales y temporarios que se resisten a serlo; pero esencialmente a los ciudadanos de a pie, creyentes o no, que merecemos ser bienaventurados en estos tiempos de mucha soberbia e injusticia. Francisco fue una alegría

ADHIERO TOTALMENTE

 

Comentarios

Hola Ric, esto que recibì por correo, tiene una caracterìstica similar a lo que transcribiste´...: 

Carta de un ateo a Francisco

Por Marcelo A. Moreno

 

20/03/13



No soy un agnóstico -alguien que duda sobre la existencia de un dios- sino un ateo: alguien que no sólo no cree en ninguna divinidad sino que piensa que, en general, el papel de las religiones en la historia ha sido, con excepciones, nefasto. Algunos de los peores genocidios se han producido en nombre de “la verdadera fe”, entre ellos el de herejes y paganos.

Pero si no creo en dios alguno, no puedo dejar de creer en que usted sí existe. Y que es el primer americano y el primer argentino que llega a liderar a 1.200 millones de católicos. Una novedad que ha conmovido a toda nuestra sociedad, más allá de las creencias, los oportunismos veloces y ciertas pavorosas miserias.

Desdeñoso, una vez el dictador ruso Stalin le preguntó con cuántas divisiones contaba el Papa a uno de sus aliados en la Segunda Guerra que lo instaba a tratar bien a los católicos. No pasó ni medio siglo para que las invisibles divisiones de Wojtyla, entre otros factores, derribaran su imperio soviético.

En resumen, usted hoy es el argentino más poderoso de la Tierra, además del más célebre. Y que se siente en el Trono de Pedro le otorga a la Argentina una visibilidad en el mundo que jamás tuvo. Porque su designación consiste, probablemente, en la noticia más importante que nuestro país le ha dado al planeta. Y sólo eso significa una oportunidad única para él.

Eso no implica que usted distraiga sus energías en ayudar a resolver los muchos problemas que padece nuestra sociedad.

Pero con ese poder usted puede hacer muchas cosas. Y ya ha dado signos de buscar utilizarlo para bien. Cuando dice que querría “una Iglesia de los pobres y para los pobres” va en esa dirección. Y cuando, en su homilía de asunción, pide que seamos “custodios de la Creación, del designio de Dios inscrito en la naturaleza, guardianes del otro, del medio ambiente” envía un mensaje contundente contra los depredadores del planeta. Y en ese discurso insiste en custodiar “especialmente a los pobres”.

Con esas poderosas pero mansas palabras y los signos a repetición de menosprecio por el boato, usted ha mostrado en poquísimos días que quiere cambiar la dirección del Vaticano -hace mucho alejado de los desamparados- y ponerlo al servicio de los que necesitan todo mientras observan el espectáculo en continuado del derroche y la ostentación.

Su misma foto con la doctora de Kirchner -su primera audiencia- fue todo un símbolo: la reunión entre un hombre casi sin bienes materiales con una millonaria dada a declamar sobre la inclusión social.

Pero en un planeta gobernado por las leyes del mercado, a las que se subordinan hasta los totalitarismos más fanáticos y revolucionado por la tecnología, en el que campea desigualdad más aberrante, usted no la tendrá nada fácil.

Sobre todo porque los mismos pasillos del Vaticano son trajinados por altos dignatarios empeñados en dejar todo como está.

Quizá por eso machaca con que recen por usted. Los religiosos creen, claro, en el poder de la milagroso oración. No sé de cielos, pero probablemente de milagros requerirá usted para lidiar con el impiadoso reino de este mundo.
 
 
@SIL_VANA

21/03/2013



 Adhiero Totalmente !!!!!!!!

Digno de ser leìdo y sentido . Gracias por compartirlo y al al vos leerlo,  haber pensado en todos nosotros .       Silvana   
@BETITA

21/03/2013

Qué buena nota !!
Adhiero . Emoción compartida.
Betita.
 
@MARIO

21/03/2013



bien Marìa!!!  
@ANSOGUAT

21/03/2013



A los emocionados agnósticos no nos hace falta semejante ofrenda. Nos basta con ver que quien ejerce un poder terrenal puede despojarse de riquezas personales, del oro y de las auto atribuidas superioridades (¡tan autoritarias!) para contagiar a todos: a los que afirman honrarlo en el cotidiano y real hacer del día a día; a los príncipes y gobernantes temporales y temporarios que se resisten a serlo; pero esencialmente a los ciudadanos de a pie, creyentes o no, que merecemos ser bienaventurados en estos tiempos de mucha soberbia e injusticia. Francisco fue una alegría