La Bella durmiente del bosque

La Bella durmiente del bosque

Un cuento significativo es el de la Bella Durmiente del Bosque. Pertenece a un ciclo especial de cuentos, considerado precisamente como “el ciclo de los durmientes”, en contraposición a el ciclo de Reconocimiento, al ciclo de los “hechizados” o al de “Perdidos” (como Pulgarcito).

Por supuesto comienza con “Había una vez” y el velo mágico se descorre. Existen en este cuento, una reina y un rey, la Luna y el Sol, la oscuridad y la luz mística sagrada, padres cósmicos que desean un hijo.

El primero pertenece al ciclo de los durmientes. La Bella durmiente, que comienza con el “Había una vez tradicional” Y naturalmente, hay un rey y una reina, el Sol y la Luna, los padres cósmicos, que esperan un hijo con gran ansiedad. Dios los premia con una hermosa princesa, que es recibida con alborozo por toda la corte. Se disponen rápidamente a invitar a todas las hadas a un tradicional banquete. Las hadas según una versión, son siete, según otra versión son 12. Sin embargo, por alguna razón, una de ellas, no es invitada, y esta omisión trae las consecuencias que desarrollarán la acción del cuento: muy enojada, el hada “supernumeraria” aparece cuando casi todas sus hermanas han regalado bendiciones a la recién nacida. Se acerca a la cuna de la princesa y lanza un terrible maleficio, según el cual, la princesa al cumplir catorce años, sería pinchada por el huso de una rueca, y moriría al instante. Sus terribles palabras sobrecogen a los presentes, pero cuando el hada se retira, aparece desde un rincón, una de las hadas que aún no había dado su bendición. Ésta se acerca a la niña y vaticina que, si bien a los catorce años, en efecto la princesita se pinchará con un huso, hechizo éste que no puede anular – como el Karma – sin embargo sólo quedará dormida por cien años.

El rey, deseando evitar este destino, ordena quemar todas las ruecas del reino, y la vida transcurre tranquila y apacible durante catorce años. Sin embargo, el mismo día de su cumpleaños número 14, la princesa queda sola en el pasillo. Interesada en todo lo que ve y curiosa, pasea, sube y baja por interminables escaleras de caracol – otra versión de los laberintos – y encuentra en una alta torre, a una anciana que hila una rueca. Sea esta anciana el hada disfrazada, o simplemente una viejecita que según algunas versiones “ no había escuchado el decreto del rey”, lo cierto es que es representativa de Saturno, los ancianos, el Karma, el límite. La viejecita la invita a hilar, y la princesa, muy curiosa, toca el huso, con el cual se infiere una herida. Cae de inmediato, dormida, al suelo. Se desencadena el desastre creado por su ingenuidad, desconocimiento y humana curiosidad: Con ella se congelan el tiempo, el castillo y la corte entera. Alrededor del castillo se levanta un seto de espinas, y un espeso bosque lo separa del resto de la tierra. Pero al cabo de 100 años, aparece el elegido, el príncipe que lleno de ardor y pasión, traspasará el bosque y las espinas como en un andar iniciático, y despertará a la bella con un beso. Hasta aquí el cuento: veamos ahora la singularidad de este cuento y su profunda simbología.

En primer lugar, el título. Es muy sugestivo, que en francés se lo denomine “la bella del bosque durmiente”, porque no es sólo la princesa que duerme, es su vida entera que se aletarga cuando la llama interior se adormece. La bella no tiene nombre, pues es arquetipo y por lo tanto, muy pisciana, es dueña de casa astrológica número XII, de hecho está aprisionada en el ensueño. Es una Venus en casa XII. Porque es allí en donde están todos los reyes, todas las princesas y todos los mendigos.

 

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