El ruiseñor y la rosa............


Registrate en Encontrarse y empezá a conocer gente ya

Publicado por
@VALTERINA

14/09/2005#N6633

0 Actividad semanal
486 Visitas totales


Registrate en Encontrarse y empezá a conocer gente ya
EL RUISEÑOR Y LA ROSA

- Dijo que bailaría conmigo si le llevaba rosas rojas, ¡exclamó el joven
estudiante!; pero no hay ni una sola rosa roja en todo mi jardín.
Desde su nido en la encina le oyó el ruiseñor, y miró a través de las
hojas y se quedó extrañado.
- Ni una sola rosa roja en todo mi jardín -exclamó el estudiante; y sus
hermosos ojos se llenaron de lágrimas -. ¡Ah, de qué cosas tan pequeñas
depende la felicidad! He leído todo lo que han escrito los sabios, y son
míos todos los secretos de la filosofía; sin embargo, por no tener una rosa
roja, mi vida se ha vuelto desdichada.
- He aquí por fin un verdadero enamorado -dijo el ruiseñor-. Noche tras
noche le he cantado, aunque no le conocía; noche tras noche contado su
historia a las estrellas, y ahora le estoy viendo. Tiene el cabello oscuro
como la flor del jacinto y los labios tan rojos como la rosa de sus deseos;
pero la pasión ha hecho que su rostro parezca de pálido marfil, y el dolor
le ha puesto su sello sobre la frente.
-El príncipe da un baile mañana por la noche -musitó el estudiante-, y
mi amada estará entre los invitados. Si le llevo una rosa roja, bailará
conmino hasta el alba. Si le llevo una rosa roja, la tendré entre mis brazos
y reclinará la cabeza en mi hombro, y su mano estará prisionera en la mía.
Pero no hay ni una sola rosa roja en mi jardín, así es que estaré sentado
solo, y ella pasará desdeñándome. No me prestará atención alguna y se me
romperá el corazón.
-He aquí ciertamente el verdadero enamorado -dijo el ruiseñor-. Lo que
yo canto, él lo sufre; lo que es para mí alegría es dolor para él. En
verdad el amor es maravilloso; es más precioso que las esmeraldas y más
costoso que los finos ópalos. No se pueden comprar con perlas ni con
granates, ni está a la venta en el mercado, no lo pueden comprar los
mercaderes, ni se puede pesar en la balanza a peso de oro.
-Los músicos estarán sentados en su estrado -dijo el joven estudiante-,
y tocarán sus instrumentos de cuerda y mi amada danzará al son del arpa y
del violín. Danzará tan ligera que sus pies no rozarán el suelo, y los
caballeros de la corte, con sus trajes alegres, estarán todos rodeándola.
Pero conmigo no bailará, pues no tengo una rosa roja para darle.
Y se arrojó sobre la hierba, y ocultó el rostro entre las manos y lloró.
¿Por qué llora? -preguntó una lagartija verde, cuando pasaba corriendo
junto a él con el rabo en el aire.
-Eso ¿por qué? -dijo una mariposa que revoloteaba persiguiendo a un rayo
de sol.
-Sí, ¿por qué? -susurró una margarita a su vecina, con una voz suave y
baja.
-Está llorando por una rosa roja -dijo el ruiseñor.
-¡Por una rosa roja! -exclamaron-; ¡qué ridículo!.
Y la lagartija, que era algo cínica, se rió abiertamente.
Pero el ruiseñor comprendía el secreto de la pena del estudiante, y
permaneció posado silencioso en la encina, y pensó en el misterio del amor.
De pronto desplegó sus alas pardas para emprender el vuelo y hendió los
aires. Pasó por la arboleda como una sombra, y como una sombra voló a través
del jardín.
En el medio del césped crecía un hermoso rosal, y al verlo voló hacia él
y se posó sobre una rama.
-Dame una rosa roja -exclamó-, y te cantaré mi más dulce canción.
Pero el rosal negó con la cabeza.
-Mis rosas son blancas -respondió-; tan blancas como la espuma de mar, y
más blancas que la nieve de la montaña. Pero ve a ver a mi hermano, el que
trepa alrededor del viejo reloj de sol y te dará tal vez lo que deseas.
Así es que el ruiseñor se fue volando hasta el rosal que crecía en torno
al viejo reloj de sol.
-Dame una rosa roja -exclamó-, y te cantaré mi más dulce canción.
Pero el rosal negó con la cabeza.
-Mis rosas son amarillas -respondió-; tan amarillas como el cabello de
la sirena que se sienta en un trono de ámbar y más amarillas que el narciso
que florece en el prado antes de que llegue el segador con su guadaña. Pero
ve a ver a mi hermano, el que crece al pie de la ventana del estudiante, y
te dará tal vez lo que deseas.
Así es que el ruiseñor se fue volando hasta el rosal que crecía al pie
de la ventana del estudiante.
-Dame una rosa roja -exclamó-, y te cantaré mi más dulce canción.
Pero el arbusto negó con la cabeza.
-Mis rosas son rojas -respondió-; tan rojas como los pies de la tórtola
y más rojas que los grandes abanicos de coral que se mecen y mecen en la
cima del océano; pero el invierno me ha congelado las venas, y la escarcha
me ha helado los capullos, y la tormenta me ha roto las ramas, y no tendré
rosas este año.
-Una rosa roja es todo lo que necesito -exclamó el ruiseñor-, ¡sólo una
rosa roja! ¿No hay ningún medio por el que pueda conseguirla?
-Hay un medio -respondió el rosal-, pero es tan terrible que no me
atrevo a decírtelo.
-Dímelo -dijo el ruiseñor-, no tengo miedo.
-Si quieres una rosa roja -dijo el rosal-, tienes que hacerla con
música, a la luz de la luna, y teñirla con la sangre de tu propio corazón.
Debes cantar para mí con el pecho apoyado en una de mis espinas. A lo largo
de toda la noche has de cantar para mí, y la espina tiene que atravesarte el
corazón, y la sangre que te da la vida debe fluir por mis venas y ser mía.
-La muerte es un alto precio para pagar una rosa roja -exclamó el
ruiseñor-, y la vida nos es muy querida a todos. Es grato posarse en el
bosque verde, y contemplar al sol en su carro de oro y a la luna en su carro
de perla. Dulce es la fragancia del espino, y dulces son las campanillas
azules que se esconden en el valle y el brazo que el viento hace ondear en
la colina.
Sin embargo, el amor es mejor que la vida, ¿y qué es el corazón de un
pájaro comparado con el corazón de un hombre?
Así es que desplegó las alas pardas para emprender el vuelo y hendió los
aires. Pasó veloz sobre el jardín como una sombra, y como una sombra
atravesó volando la arboleda. El joven estudiante todavía estaba echado en la hierba, donde le había
dejado, y las lágrimas aún no se habían secado en sus hermosos ojos.
-¡Sé feliz! -exclamó el ruiseñor-; ¡sé feliz!; tendrás tu rosa roja. Te
la haré de música a la luz de la luna y la teñiré con la sangre de mi propio
corazón.
Todo lo que te pido a cambio es que seas un verdadero enamorado, pues el
amor es más sabio que la filosofía, por sabia que ésta sea, y más fuerte que
el poder, por potente que sea éste. Del color de la llama son sus alas, y de
color de llama tiene el cuerpo. Sus labios son dulces como la miel y su
aliento es como el incienso.
El estudiante alzó los ojos de la hierba y escuchó, mas no pudo entender
lo que estaba diciendo el ruiseñor, pues sólo sabía las cosas que están
escritas en los libros.
Pero la encina comprendió y se puso triste, porque quería mucho al
pequeño ruiseñor que había hecho su nido entre sus ramas.
-Cántame una última canción -musitó-; me sentiré muy sola cuando te
hayas ido.
Así es que el ruiseñor cantó para la encina, y su voz era como el agua
que sale a borbotones de una jarra de plata.
Cuando hubo terminado su canción, el estudiante se levantó, y sacó un
cuaderno y un lápiz de su bolsillo.
-Ella tiene estilo -dijo para sí, mientras caminaba a través de la
arboleda-, eso no se le puede negar, pero ¿tiene sentimientos? Me temo que
no. De hecho, es como la mayoría de los artistas, en todo estilo, sin
ninguna sinceridad. No se sacrificaría por los demás.
Piensa tan sólo en la música, y todo el mundo sabe que las artes son
egoístas. Sin embargo, es preciso admitir que hay notas hermosas en su voz.
¡Qué lástima que no signifiquen nada, ni tengan ninguna utilidad práctica!
Y entró en su habitación y se echó sobre el pequeño jergón, y se puso a
pensar en su amor, y al cabo de un tiempo se quedó dormido.
Y cuando la luna brilló en el cielo, fue volando al rosal el ruiseñor y
puso su pecho contra la espina. Cantó toda la noche con el pecho contra la
espina, y la luna de frío cristal se asomó para escuchar. A lo largo de
toda la noche estuvo cantando, y la espina penetraba más y más
profundamente en su pecho, y la sangre que era su vida, fluía fuera de él.
Cantó primero el nacimiento del amor en el corazón de un adolescente y
de una muchacha. Y en la rama más alta del rosal floreció una rosa
admirable, pétalo a pétalo, a medida que una canción seguía a otra canción.
Pálida era al principio, como la bruma suspendida sobre el río; pálida como
los pies de la mañana, y la plata, como las alas de la aurora. Como la
sombra de una rosa en un espejo de plata, como la sombra de una rosa en el
estanque, así era la rosa que florecía en la rama más alta del rosal.
Pero el rosal gritó al ruiseñor que se apretara más contra la espina.
¡Apriétate más, pequeño ruiseñor! -gritaba el rosal-, o llegará el día
antes de que esté terminada la rosa!
Así es que el ruiseñor se apretó más contra la espina, y su canto se
hizo cada vez más sonoro, pues cantaba el nacimiento de la pasión en el
alma de un hombre y una doncella.
Y un delicado arrebol rosado vino a los pétalos de la rosa, como el
rubor del rostro del novio cuando besa los labios de la novia. Pero la
espina no había llegado aún al corazón del pájaro, así que el corazón de la
rosa seguía siendo blando, pues sólo la sangre del corazón de un ruiseñor
puede teñir de carmesí el corazón de una rosa.
Y el rosal gritó al ruiseñor que se apretara más contra la espina.
-Apriétate más, pequeño ruiseñor -gritaba el rosal-, o llegará el día
antes de que esté terminada la rosa!
Así es que el ruiseñor se apretó más contra la espina, y la espina tocó
su corazón, y sintió que le atravesaba una intensa punzada de dolor. Amargo,
amargo era el dolor, y más y más salvaje se elevó su canto, pues cantaba el
amor que se hace perfecto por la muerte, al amor que no muere en la tumba.
Y la rosa admirable se volvió carmesí, como la rosa del cielo en el
oriente. Carmesí era el ceñidor de pétalos, y carmesí como un rubí era su
corazón.
Pero la voz del ruiseñor se volvió más débil, y su pequeñas alas
empezaron a batir, y un velo le cubrió los ojos. Más y más débil se tornó su
canto, y sintió que algo le ahogaba en la garganta.
Moduló entonces un último arpegio musical. La luna blanca lo oyó, y se
olvidó del alba, y se quedó rezagada en el cielo. La rosa roja lo oyó, y
tembló toda de arrobamiento, y abrió sus pétalos al aire frío de la mañana.
El eco se lo llevó a su caverna púrpura de las colinas, y despertó de sus
sueños a los pastores dormidos. Flotó a través de los juncos del río, y
ellos llevaron su mensaje al mar.
-¡Mira, mira! -gritó el rosal-. ¡La rosa ya está terminada!

Pero el ruiseñor no respondió, pues yacía muerto en la hierba alta, con
la espina en el corazón.
Y al mediodía el estudiante abrió la ventana y se asomó.
-¡Mira!, ¡qué suerte tan maravillosa! -exclamó-, ¡he aquí una rosa roja!
No había visto en mi vida una rosa semejante, Es tan bella que estoy seguro
que tiene un largo nombre latino.
Y se inclinó y la arrancó.
Se puso luego el sombrero y se fue corriendo a casa del profesor con la
rosa en la mano.
La hija del profesor estaba sentada en el umbral, devanando seda azul de
un carrete, con su perrito echado a sus pies.
-Dijiste que bailarías conmigo si te traía una rosa roja -exclamó el
estudiante-. He aquí la rosa más roja del mundo entero. La llevarás prendida
esta noche cerca de tu corazón, y cuando bailemos juntos ella te dirá cuánto
te quiero.
Pero la muchacha frunció el ceño.
-Temo que no me vaya bien con el vestido -respondió-, y, además, el
sobrino del chamberlán me ha enviado joyas auténticas, y todo el mundo sabe
que las joyas cuestan mucho más que las flores.
-¡Bien, a fe mía que eres una ingrata! -dijo el estudiante muy enfadado.
Y arrojó la rosa a la calle, donde cayó en el arroyo, y la rueda de un
carro pasó por encima de ella.
-¿Ingrata? -dijo la muchacha-. Y yo te digo que tu eres un grosero, y,
después de todo, ¿quién eres tú?. Sólo un estudiante. ¡Cómo!, no creo que
tengas ni siquiera hebillas de plata para los zapatos, como tiene el sobrino
del chamberlán.
Y se levantó de la silla y entró en la casa.
-¡Qué cosa tan necia es el amor! -se dijo el estudiante mientras se
marchaba-. No es ni la mitad de útil que la lógica, pues no prueba nada, y
siempre nos dice cosas que no van a suceder, y nos hace creer cosas que no
son ciertas. De hecho, es muy poco práctico, y como en estos tiempos ser
práctico lo es todo, me volveré a la filosofía y estudiaré metafísica.
Así es que volvió a su habitación, sacó un gran libro polvoriento, y se
puso a leer.


 

Comentarios

Aún no hay comentarios. Iniciá una conversación acerca de este tema.


ARG

ARG

MUJER de 53 en Caballito

Me gusta leer , mirar películas o series ,caminar y la vida al aire libre. Hace

¿CONOCERLA?

NO

Más Mujeres
ARG

ARG

HOMBRE de 54 en Lanus

SOY UNA PERSONA HONESTA, TRABAJADORA, AL QUE LE GUSTAN LOS DEPORTES, LOS JUEGOS

¿CONOCERLO?

NO

Más Hombres

Salidas Grupales

Ver Todas

Últimas notas

Ver NUE+COMEN
Registrate y comenzá a conocer gente linda