CIEN RAZONES PARA NO VIVIR CON TU PAREJA

Cien razones para no vivir con tu pareja


No puedes Un manifiesto de Laura Kipnis

No puedes salir de casa sin decir adónde vas.
No puedes dejar de decir a qué hora volverás.
No puedes quedarte afuera pasada la medianoche o la hora de la cena o no volver a casa inmediatamente después del trabajo.
No puedes salir cuando la otra persona tiene ganas de quedarse en casa.
No puedes ir a fiestas solo.
No puedes salir por salir, porque no puedes ser desconsiderado ante la preocupación de la otra persona acerca de dónde te encuentras, ante su natural inseguridad al no saber si estás donde deberías estar o donde podrías estar.
No debes hacer planes sin consultar a la otra persona (sobre todo si son planes para las noches o los fines de semana) ni tomar decisiones sobre el empleo del tiempo libre sin consultar.
No puedes ser un desaliñado.
No puedes hacer menos del cincuenta por ciento del trabajo casero, aun si la otra persona quiere hacer cien o doscientos por ciento más limpieza que la que tú consideras necesaria o incluso razonable.
No puedes dejar (selecciona uno) tus libros, pañuelos, zapatos, maquillaje, correspondencia, ropa interior, trabajo, tejidos o pornografía tirados por la casa.
No puedes fumar. O no puedes fumar en la casa, y no puedes dejar colillas dentro de las tazas.
No puedes acumular más cachivaches que los que la otra persona encuentre tolerables (sea parafernalia deportiva, recipientes plásticos o artículos de colección del Pato Lucas).
No puedes dejar la vajilla sucia para más tarde, lavar mal los platos, no usar detergente, beber directamente de la botella, dejar migajas sin sacudirlas (ahora mismo, no luego) ni poner la vajilla en el lavaplatos del modo que te resulte más sensato.
No puedes usar platos directamente del lavaplatos sin haberlo vaciado antes por completo.
No puedes guardar cosas que piensas poder usar algún día si la otra persona piensa que nunca lo harás.
No puedes dejar de percatarte si la casa está ordenada o desordenada.
No puedes hacerte responsable sobre las decisiones domésticas que la otra persona haya tomado, que sobrellevaste por amabilidad pero que realmente no te importan.
No puedes contratar a una persona para asear la casa porque tu pareja es socialista y no soporta la idea.
No puedes dejar la puerta del baño abierta: es ofensivo. No puedes dejar la puerta del baño cerrada, el otro también quiere entrar.
No puedes entrar sin golpear la puerta.
No puedes dejar el asiento del inodoro levantado.
No puedes quedarte leyendo en el baño sin que tu pareja haga comentarios.
No puedes dejar cosas ensangrentadas en la papelera del baño.
No puedes dejar productos de higiene femenina a la vista. No puedes lavarte las manos sucias en el lavadero de la cocina.
No se te permite dejar de prestar atención a cosas que preferirías ignorar: el pelo en tu nariz, el vello en tus axilas o las uñas de tus pies.
No puedes dejar la cama desarreglada.
No puedes dejar de expresar tu agradecimiento cuando la otra persona hace la cama aún si el hecho no te parece tan relevante.
No puedes dormir separado, no puedes acostarte a horas distintas, no puedes quedarte dormido en el sofá sin que te despierten para ir a la cama.
No puedes comer en la cama.
No puedes levantarte de la cama inmediatamente después de tener sexo.
No puedes sufrir de insomnio sin ser acribillado con preguntas acerca de lo que realmente te tiene preocupado. No puedes poner el aire acondicionado tan fuerte como quisieras.
No puedes acostarte tarde si la otra persona debe levantarse temprano, o no puedes dormir hasta tarde porque es un signo de debacle moral.

 

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