La verdad, es como que, de pronto.....

25 ENERO 2005

LA VERDAD, ES COMO QUE, DE PRONTO,...

Por el Sr. Horacio Avalos


Mientras escucho una de las principales radios del país, es tal el cúmulo de barbaridades que expresan los locutores, conductores, cronistas, noteros, movileros (claro está, todos "artistas", "críticos", "especialistas" y "periodistas") que ello me sugiere cambiar el dial para observar si el fenómeno es privativo de esa emisora o se trata de condición universal; lamentablemente, es esto último. "Vuelvo a reiterar", "es como que", "de pronto", escucho (es decir, presto atención con el sentido del oído, para interpretar lo que oigo) y voy anotando algunos de esos disparates. Por ejemplo, acabo de oír a un Licenciado (desconozco la disciplina en la que logró su licenciatura), quien dice que "habría que hacer las "meas culpas" (es decir, algo así como "orinas culpas") ; acaso trató de decir las mea culpa del caso. Y así entonces, dijo otro "de que" (le sobra el de) la salsa demí gláce (acento en la i y acento en la a; si demí, le sobraba el acento en la a de gláce; y le pongo el acento a ésta última para repetir el error fonético. Pero el disparate continúa: se habla de restaurantes "gourmet", con mucha t final, ignorando que en francés la t final no se pronuncia. No se les pueden disculpar estos errores, pues no se trata de pretenderlos políglotas, pero hablamos de cuestiones de cultura elemental. ¿Cuánto y qué habrán leído?

Pienso de que –tal vez- Osvaldo Loudet, José A. Oría (quien presidiera la Academia Argentina de Letras), Leocadio Delfín Garasa, Garcés Castiella, Juan S. Valmaggia (quien fuera Secretario de Redacción de La Nación), Jorge Rivarola y otros maestros ilustres estaban absolutamente equivocados cuando enseñaban el amor por la lectura, en castellano (porque de la lengua se estudiaba en la facultad de medicina) y nos enseñaban a apreciar y a amar también el estudio del latín, del francés y del inglés. En ocasiones nos leían párrafos en griego, alemán y ruso. La verdad, vuelvo a repetir, ya no me sorprende oír hablar a un méitre, (así suena como lo dice) quien afirma llevar más de 18 años como gastronómico y hoy trabajando en un establecimiento muy conocido y vuelve a repetir que un méitre... Corrija, señor periodista!, corrija y cumpla con su inexcusable rol docente.

Y aparecen los nuevos y más baratos números vivos de la radiofonía argentina: son gratis y apenas cuestan pulsos telefónicos; son los que llaman a las emisoras, alentados por los "conductores" de turno, para opinar de los más diversos temas, tanto como exhibir su desconocimiento de los mismos. La verdad, generalmente haciendo gala de su supina ignorancia, tanto como de su muy limitada capacidad para opinar con amplitud de criterio, pobreza idiomática, lenguaje elemental y claros indicios de una condición socio cultural que los hace especialmente vulnerables a la manipulación del "periodista", aunque, –felizmente y pese a que se pretenda lo contrario,- no sean representativos de nuestra sociedad en su conjunto. Empero, si no ponemos coto a esta situación vamos en camino de acentuar lo que me animo a definir como un verdadero proceso de involución cultural. No obstante, entre los disparates (conceptuales y por el lenguaje empleado por los actores de la radiofonía interactiva) de los comunicadores y las opiniones de los oyentes que llaman a los programas, el resto de la audiencia se va intoxicando en el aire. Se mide el rating apenas cuantitativamente y así entonces resultan consagrados los programas "más populares". Seguramente, si se los midiera según el target, según el perfil de la audiencia, no lucirían de la mejor manera. Acaso, la calidad sea inversamente proporcional a la cantidad, mas ello, evidentemente, no importa a la hora de calcular el costo per cápita de los mensajes publicitarios destinados a vender un jabón o una cerveza. ¿Es necesario que lo masivo se corresponda con lo más vulgar y ordinario? ¿Lo procaz es más "simpático"? Basta de igualar para abajo


CENRA XXI

 

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