ANIMEMOSNOS A QUITARNOS LAS MASCARAS


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Publicado por
@SILMAB

10/11/2006#N12374

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Hay dos denominadores infaltables (sin perjuicio de otros) a la hora de crear, en el instante que mágicamente se enciende la mente de un poeta.
Uno , es el dolor que deja el sabor amargo de la soledad, aún en compañía, naturalmente.
El otro es la antípoda invariable en la vida de una persona: el Amor, tanto en presencia física del amado / a, o tan sólo por haber descubierto la existencia de un ser querido.
Y el pensamiento casi sagrado de un poeta enamorado, me obligó a preguntarme, si realmente tenemos la capacidad para amar, pero de verdad.
¿Cuál es el límite que normalmente cada uno se impone, para que ese elevado sentimiento que todo lo puede, que todo lo mueve, sea realmente la correspondencia a aquello que recibimos, o bien la iniciativa de brindarlo plenamente, sin límites, sin preguntas, sin condiciones, sin reproches ?.
No podemos desconocer, que vivimos insertos en una sociedad dividida, en los tiempos que corren.
Hasta hace algunos años, sin dudas la sociedad “machista” llevaba la delantera en cuanto a la soberbia y abusos de sus tradiciones.
Luego el “feminismo”, se ocupó de poner coto a tantos siglos del predominio de mentalidades dominantes, retrógradas, egoístas.
(No aludiré a aspectos religiosos, por que no es mi tema)
Me quito en este instante la máscara, como más de uno / a tal vez debería hacerlo, y me pregunto: ¿ de qué categoría de amor entonces estuvimos hablando en tiempos pasados, y de cuál lo hacemos ahora?
Pues resulta que la mujer, la hembra dominante en su nueva etapa, la que ha roto las cadenas según la doctrina mencionada, puede contrarrestar severamente esa anacrónica hipocresía.
¿Tal vez estamos en presencia de nuevas hipocresías?
Sin diferencia de sexos, deberíamos revisar nuestra escala de valores, que poco la conocemos mayormente, para enunciar la pirámide de su composición sin titubeos.
¿ Qué o quién está antes que el YO, o el MI, en vez del NOSOTROS, el NUESTRO ?.
Y una vez más podemos observar el ejemplo que nos brindan nuestros hermanos, los animales.
No aludiré a los hipocampos, hablaré de una leona, que en el medio de la jungla, mientras emprendía su mortal carrera de cazadora implacable, encontró desorientado y perdido a un ternero, perteneciente a la manada contra la que ella arremetía ferozmente, para saciar su hambre acumulado, ya desde hacía tres días.
Su instinto maternal, al ver indefenso al animalito, increíblemente, ante la cámara del programa documentalista que lo registró con asombro, la llevó a acercarse lentamente, como si fuera uno de sus cachorros, y lo adoptó como suyo, con una mirada de infinita ternura, brindándole cuidados.
Bueno, lógico es que para hablar del amor materno, en realidad debería editar una entrada aparte, diferenciada de estos planteamientos.
Pero fuera específicamente de ese ser humano maravilloso que nos da la vida, ¿ cuántas veces fuimos capaces de soportar tanto sacrificio, por amor hacia quien nos acompaña ?
¿Tuvimos la dignidad de perdonar un error grave, pero sin caer en la agresividad inconducente ?
¿ Puede el otro sentirse orgulloso de que nos haya elegido como compañero /a de ruta para siempre ?
Es que hay determinados momentos en que la vida nos pone a prueba, y tal vez no exista otra oportunidad, para demostrar que el llevar bien puesta la hombría, no significa ser golpeador; el que grita e insulta más, o el campeón sexual del barrio, sino el jugarse entero, asumiendo determinadas conductas; dar hasta el último aliento; tener actitudes ejemplares, dignificantes hacia la mujer y hacia uno mismo.
Y la catadura moral de una dama, tampoco se puede medir por su éxitos personales, su independencia económica; su look sofisticado y seductor; su personalidad avasallante, sino por la condición de verdadera compañera, de aquél que se siente alguna vez sin un rumbo fijo, por que las cosas en su vida no le han ido tan bien, para dar un ejemplo.
Coincidiremos entonces, que si el respeto no es recíproco, algo no está en su debido lugar.
Ahora podríamos reflexionar, desde luego reconociendo la cantidad de detalles, de diversas circunstancias que podríamos agregar a estos pensamientos, y tan sólo me pregunto: ¿valió la pena sacarnos las máscaras, y asumir la “mea culpa” si correspondía, o en realidad nos resulta más cómodo seguir llevándola puesta?
Desde luego, cada uno tendrá su propia respuesta.

FERNANDO ANGEL, EL NAVEGANTE DE MARES RIOS Y SUEÑOS. . . octubre 06, 2006

 

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