LA ISLA DE LOS SENTIMIENTOS.
Publicado por
@BEATRICEZ
La isla de los sentimientos (Bucay)
Hubo una vez, una isla donde habitaban todas las emociones y todos los sentimientos humanos que existen. ConvivÃan por supuesto, el temor, la sabidurÃa, el amor, la angustia, la envidia, el odio... Todos estaban allÃ. A pesar de los roces naturales de la convivencia, la vida era sumamente tranquila e incluso previsible. A veces la Rutina hacÃa que el Aburrimiento se quedara dormido o el Impulso armaba algún escándalo, pero muchas veces la Constancia lograba aquietar el Descontento.
Un dÃa, inesperadamente para todos los habitantes de la isla, el Conocimiento convocó una reunión. Cuando la Distracción se dio por enterada y la Pereza llegó al lugar de encuentro, todos estuvieron presentes. Entonces el Conocimiento dijo:- Tengo una mala noticia que darles, la isla se hunde. Todas las emociones que vivÃan en la isla dijeron:-¡No, cómo puede ser! ¡Si nosotros vivimos aquà desde siempre! El Conocimiento repitió:- La isla se hunde. -¡Pero no puede ser! ¡Quizá estás equivocado! – el Conocimiento casi nunca se equivoca – dijo la Conciencia dándose cuenta de la verdad-. Si él dice que se hunde, debe ser porque se hunde. -¿Pero que vamos hacer ahora?- Se preguntaron los demás. Entonces el Conocimiento contestó: -Por supuesto, cada uno puede hacer lo que quiera, pero yo les sugiero que busquen la manera de dejar la isla... Construyan un barco, un bote, una balsa o algo que les permita irse, porque el que permanezca en la isla desaparecerá con ella. -¿No podrÃas ayudarnos? – Preguntaron todos, porque confiaban en su capacidad. – No- dijo el Conocimiento-, la Previsión y yo hemos construido un avión y en cuanto termine de decirles esto volaremos hasta la isla mas cercana.
Las emociones dijeron:- ¡No! ¡Pero, no! ¿Qué será de nosotras? Dicho esto, el Conocimiento se subió al avión con su socia y llevando de polizón al Miedo, que como no es tonto ya se habÃa escondido en el motor, dejaron la isla. Todas las emociones, en efecto, se dedicaron a construir un bote, un barco, en velero...Todas...salvo el Amor.
Porque el Amor estaba tan relacionado con cada cosa de la isla que dijo:- Dejar esta isla...después de todo lo que vivà aquÃ...¿Cómo podrÃa yo dejar este arbolito, por ejemplo? Ahh...compartimos tantas cosas...
Y mientras las emociones se dedicaban a fabricar el medio para irse, el Amor se subió a cada árbol, olió cada rosa, se fue hasta la playa y se revolcó en la arena como solÃa hacerlo en otros tiempos. Tocó cada piedra...y acarició cada rama...Al llegar a la playa, exactamente desde donde el sol salÃa, su lugar favorito, quiso pensar con esa ingenuidad que tiene el amor.
-Quizá la isla se hunda por un ratito...y después resurja...¿Por qué no?- Y se quedo dÃas y dÃas midiendo la altura de la marea para revisar si el proceso de hundimiento no era reversible...
La isla se hundÃa cada vez mas...sin embargo el Amor no podÃa pensar en construir, porque estaba tan dolorido que solo era capaz de llorar y gemir por lo que perderÃa. Se le ocurrió entonces que la isla era muy grande y que aun cuando se hundiera un poco, siempre él podrÃa refugiarse en la zona mas alta...cualquier cosa era mejor que tener que irse. Una pequeña renuncia nunca habÃa sido un problema para él. Asà que, una vez mas, tocó las piedrecitas de la orilla...y se arrastró por la arena...y otra vez se mojó los pies en la pequeña playa que antes fue enorme...
Luego, sin darse demasiado cuenta de su renuncia, caminó hacia la parte norte de la isla, que si bien no era la que mas le gustaba, era la mas elevada...
Y la isla se hundÃa cada dÃa un poco más...y el Amor se refugiaba cada dÃa en un espacio más pequeño...- después de tantas cosas que pasamos juntos- le reprochó a la isla.
Hasta que, finalmente sólo quedó una minúscula porción de suelo firme, el resto habÃa sido tapado completamente por el agua. Justo en ese momento el Amor se dio cuenta de que la isla se estaba hundiendo de verdad. Comprendió que, si no dejaba la isla, el amor desaparecerÃa para siempre de la faz de la tierra...
Caminando entre senderos anegados y saltando enormes charcos de agua, el Amor se dirigió a la bahÃa.
Ya no habÃa posibilidad de construirse una salida como la de todos, habÃa perdido demasiado tiempo en negar lo que perdÃa y en llorar lo que desaparecÃa poco a poco ante sus ojos.
Desde allà podrÃa ver pasar a sus compañeros en las embarcaciones. TenÃa la esperanza de explicar su situación y de que alguno de sus compañeros le comprendiera y le llevara.
Observando el mar, vio venir el barco de la riqueza y le hizo señas. La Riqueza se acercó un poquito a la bahÃa. –Riqueza, tu que tienes un barco tan grande, ¿no me llevarÃas hasta la isla vecina? Yo sufrà tanto la desaparición de esta isla que no pude fabricarme un bote...y la Riqueza le contesto:- estoy tan cargada de dinero, de joyas y de piedras preciosas, que no tengo lugar para ti, lo siento...-y siguió su camino sin mirar atrás.
El Amor siguió observando, y vio venir a la Vanidad en un barco hermoso, lleno de adornos y florecitas de todos los colores. Llamaba muchÃsimo la atención. El Amor se estiró un poco y gritó:- ¡Vanidad...Vanidad...llévame contigo! La Vanidad miró al Amor y le dijo:- me encantarÃa llevarte, pero...¡Tienes un aspecto!¡Estás tan desagradable! tan sucio y tan desaliñado, perdón pero creo que afearÃas mi barco- y se fue.
Y asà el Amor pidió ayuda a cada una de las embarcaciones. A la Constancia, a la Sensualidad, a los Celos, a la Indignación y hasta al Odio. Y cuando pensó que ya nadie más pasarÃa, vio acercarse un barco muy pequeño, el último, el de la Tristeza.
Tristeza, hermana- le dijo- tu que me conoces tanto, tú no me abandonarás aquÃ, eres tan sensible como yo..¿Me llevarás contigo?
Y la Tristeza le contestó: - Yo te llevarÃa, te lo aseguro, pero estoy taaaaan triste...que prefiero estar sola- y sin decir más, se alejó.
Y el Amor, pobrecito, se dio cuenta de que por haberse quedado ligado a esas cosas que tanto amaba, él i la isla iban a hundirse en el mar hasta desaparecer. Entonces se sentó en el último pedacito que quedaba de su isla a esperar el final...
De pronto el Amor escuchó que alguien chistaba:- chst, chst, chst...
Era un desconocido viejito que le hacÃa señales desde un bote de remos. El Amor se sorprendió:- ¿A mi?- preguntó, llevándose una mano al pecho. –Si,si- dijo el viejito-, a ti. Ven conmigo, súbete a mi bote y rema conmigo, yo te salvo. El Amor le miró y quiso darle explicaciones:- Lo que pasó fue que yo me quedé...- Entiendo- dijo el viejito sin dejarle terminar la frase-, sube.
El Amor subió al bote y juntos empezaron a remar para alejarse de la isla. No pasó mucho tiempo antes de ver como el último centÃmetro que quedaba a flote terminó de hundirse y la isla desaparecÃa para siempre.
Nunca volverá a existir una isla como esta – murmuró el Amor, quizá esperando que el viejito le contradijera y le diera alguna esperanza. – No- dijo el viejo, como esta, nunca.
Cuando llegaron a la isla vecina, el Amor comprendió que seguÃa vivo. Se dio cuenta de que iba a seguir existiendo. Giró sobre sus pies para agradecerle al viejecito, pero este, sin decir una palabra, se habÃa marchado tan misteriosamente como habÃa aparecido. Entonces, el Amor, muy intrigado, fue en busca de la SabidurÃa para preguntarle:- ¿Cómo puede ser? Yo no lo conozco y él me salvó... Nadie comprendÃa que me hubiera quedado sin embarcación, pero él me ayudó, él me salvó y yo ni siquiera se quien es...La SabidurÃa lo miró a los ojos un buen rato y dijo:- Él es el único capaz de conseguir que el amor sobreviva cuando el dolor de una perdida le hace creer que es imposible seguir adelante. El único capaz de darle una nueva oportunidad al amor cuando parece extinguirse. El que te salvó, Amor, es el Tiempo.
Jorge Bucay
Hubo una vez, una isla donde habitaban todas las emociones y todos los sentimientos humanos que existen. ConvivÃan por supuesto, el temor, la sabidurÃa, el amor, la angustia, la envidia, el odio... Todos estaban allÃ. A pesar de los roces naturales de la convivencia, la vida era sumamente tranquila e incluso previsible. A veces la Rutina hacÃa que el Aburrimiento se quedara dormido o el Impulso armaba algún escándalo, pero muchas veces la Constancia lograba aquietar el Descontento.
Un dÃa, inesperadamente para todos los habitantes de la isla, el Conocimiento convocó una reunión. Cuando la Distracción se dio por enterada y la Pereza llegó al lugar de encuentro, todos estuvieron presentes. Entonces el Conocimiento dijo:- Tengo una mala noticia que darles, la isla se hunde. Todas las emociones que vivÃan en la isla dijeron:-¡No, cómo puede ser! ¡Si nosotros vivimos aquà desde siempre! El Conocimiento repitió:- La isla se hunde. -¡Pero no puede ser! ¡Quizá estás equivocado! – el Conocimiento casi nunca se equivoca – dijo la Conciencia dándose cuenta de la verdad-. Si él dice que se hunde, debe ser porque se hunde. -¿Pero que vamos hacer ahora?- Se preguntaron los demás. Entonces el Conocimiento contestó: -Por supuesto, cada uno puede hacer lo que quiera, pero yo les sugiero que busquen la manera de dejar la isla... Construyan un barco, un bote, una balsa o algo que les permita irse, porque el que permanezca en la isla desaparecerá con ella. -¿No podrÃas ayudarnos? – Preguntaron todos, porque confiaban en su capacidad. – No- dijo el Conocimiento-, la Previsión y yo hemos construido un avión y en cuanto termine de decirles esto volaremos hasta la isla mas cercana.
Las emociones dijeron:- ¡No! ¡Pero, no! ¿Qué será de nosotras? Dicho esto, el Conocimiento se subió al avión con su socia y llevando de polizón al Miedo, que como no es tonto ya se habÃa escondido en el motor, dejaron la isla. Todas las emociones, en efecto, se dedicaron a construir un bote, un barco, en velero...Todas...salvo el Amor.
Porque el Amor estaba tan relacionado con cada cosa de la isla que dijo:- Dejar esta isla...después de todo lo que vivà aquÃ...¿Cómo podrÃa yo dejar este arbolito, por ejemplo? Ahh...compartimos tantas cosas...
Y mientras las emociones se dedicaban a fabricar el medio para irse, el Amor se subió a cada árbol, olió cada rosa, se fue hasta la playa y se revolcó en la arena como solÃa hacerlo en otros tiempos. Tocó cada piedra...y acarició cada rama...Al llegar a la playa, exactamente desde donde el sol salÃa, su lugar favorito, quiso pensar con esa ingenuidad que tiene el amor.
-Quizá la isla se hunda por un ratito...y después resurja...¿Por qué no?- Y se quedo dÃas y dÃas midiendo la altura de la marea para revisar si el proceso de hundimiento no era reversible...
La isla se hundÃa cada vez mas...sin embargo el Amor no podÃa pensar en construir, porque estaba tan dolorido que solo era capaz de llorar y gemir por lo que perderÃa. Se le ocurrió entonces que la isla era muy grande y que aun cuando se hundiera un poco, siempre él podrÃa refugiarse en la zona mas alta...cualquier cosa era mejor que tener que irse. Una pequeña renuncia nunca habÃa sido un problema para él. Asà que, una vez mas, tocó las piedrecitas de la orilla...y se arrastró por la arena...y otra vez se mojó los pies en la pequeña playa que antes fue enorme...
Luego, sin darse demasiado cuenta de su renuncia, caminó hacia la parte norte de la isla, que si bien no era la que mas le gustaba, era la mas elevada...
Y la isla se hundÃa cada dÃa un poco más...y el Amor se refugiaba cada dÃa en un espacio más pequeño...- después de tantas cosas que pasamos juntos- le reprochó a la isla.
Hasta que, finalmente sólo quedó una minúscula porción de suelo firme, el resto habÃa sido tapado completamente por el agua. Justo en ese momento el Amor se dio cuenta de que la isla se estaba hundiendo de verdad. Comprendió que, si no dejaba la isla, el amor desaparecerÃa para siempre de la faz de la tierra...
Caminando entre senderos anegados y saltando enormes charcos de agua, el Amor se dirigió a la bahÃa.
Ya no habÃa posibilidad de construirse una salida como la de todos, habÃa perdido demasiado tiempo en negar lo que perdÃa y en llorar lo que desaparecÃa poco a poco ante sus ojos.
Desde allà podrÃa ver pasar a sus compañeros en las embarcaciones. TenÃa la esperanza de explicar su situación y de que alguno de sus compañeros le comprendiera y le llevara.
Observando el mar, vio venir el barco de la riqueza y le hizo señas. La Riqueza se acercó un poquito a la bahÃa. –Riqueza, tu que tienes un barco tan grande, ¿no me llevarÃas hasta la isla vecina? Yo sufrà tanto la desaparición de esta isla que no pude fabricarme un bote...y la Riqueza le contesto:- estoy tan cargada de dinero, de joyas y de piedras preciosas, que no tengo lugar para ti, lo siento...-y siguió su camino sin mirar atrás.
El Amor siguió observando, y vio venir a la Vanidad en un barco hermoso, lleno de adornos y florecitas de todos los colores. Llamaba muchÃsimo la atención. El Amor se estiró un poco y gritó:- ¡Vanidad...Vanidad...llévame contigo! La Vanidad miró al Amor y le dijo:- me encantarÃa llevarte, pero...¡Tienes un aspecto!¡Estás tan desagradable! tan sucio y tan desaliñado, perdón pero creo que afearÃas mi barco- y se fue.
Y asà el Amor pidió ayuda a cada una de las embarcaciones. A la Constancia, a la Sensualidad, a los Celos, a la Indignación y hasta al Odio. Y cuando pensó que ya nadie más pasarÃa, vio acercarse un barco muy pequeño, el último, el de la Tristeza.
Tristeza, hermana- le dijo- tu que me conoces tanto, tú no me abandonarás aquÃ, eres tan sensible como yo..¿Me llevarás contigo?
Y la Tristeza le contestó: - Yo te llevarÃa, te lo aseguro, pero estoy taaaaan triste...que prefiero estar sola- y sin decir más, se alejó.
Y el Amor, pobrecito, se dio cuenta de que por haberse quedado ligado a esas cosas que tanto amaba, él i la isla iban a hundirse en el mar hasta desaparecer. Entonces se sentó en el último pedacito que quedaba de su isla a esperar el final...
De pronto el Amor escuchó que alguien chistaba:- chst, chst, chst...
Era un desconocido viejito que le hacÃa señales desde un bote de remos. El Amor se sorprendió:- ¿A mi?- preguntó, llevándose una mano al pecho. –Si,si- dijo el viejito-, a ti. Ven conmigo, súbete a mi bote y rema conmigo, yo te salvo. El Amor le miró y quiso darle explicaciones:- Lo que pasó fue que yo me quedé...- Entiendo- dijo el viejito sin dejarle terminar la frase-, sube.
El Amor subió al bote y juntos empezaron a remar para alejarse de la isla. No pasó mucho tiempo antes de ver como el último centÃmetro que quedaba a flote terminó de hundirse y la isla desaparecÃa para siempre.
Nunca volverá a existir una isla como esta – murmuró el Amor, quizá esperando que el viejito le contradijera y le diera alguna esperanza. – No- dijo el viejo, como esta, nunca.
Cuando llegaron a la isla vecina, el Amor comprendió que seguÃa vivo. Se dio cuenta de que iba a seguir existiendo. Giró sobre sus pies para agradecerle al viejecito, pero este, sin decir una palabra, se habÃa marchado tan misteriosamente como habÃa aparecido. Entonces, el Amor, muy intrigado, fue en busca de la SabidurÃa para preguntarle:- ¿Cómo puede ser? Yo no lo conozco y él me salvó... Nadie comprendÃa que me hubiera quedado sin embarcación, pero él me ayudó, él me salvó y yo ni siquiera se quien es...La SabidurÃa lo miró a los ojos un buen rato y dijo:- Él es el único capaz de conseguir que el amor sobreviva cuando el dolor de una perdida le hace creer que es imposible seguir adelante. El único capaz de darle una nueva oportunidad al amor cuando parece extinguirse. El que te salvó, Amor, es el Tiempo.
Jorge Bucay
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