UN CUENTO DE TIERRA ADENTRO


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Publicado por
@ZARACHO

23/04/2007#N15130

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Durante los primeros años de la década del 50, en un pequeño pueblo de Cerro Largo, Uruguay, solía parar en el almacén del Sr. Gadea para comprar productos frescos de granja. La omida y el dinero faltaban y el trueque se usaba mucho. Un día en particular, el Sr. Gadea me estaba empaquetando unas papas. De repente me fijé en un niño pequeño, delicado de cuerpo y aspecto, con ropa roída pero limpia que miraba atentamente un cajón de arvejas frescas maravillosas. Pagué mis papas pero también me sentí atraído por el aspecto de las arvejas. Me encanta la crema de arvejas y las papas frescas!. Admirando las arvejas, no pude evitar escuchar la conversación entre el
Sr. Gadea y el niño:

- Hola Marcelo, como estás hoy?
- Hola Sr. Gadea. Estoy bien, gracias. Sólo admiraba las arvejas.. se ven muy bien.
- Sí, son muy buenas. ¿Cómo está tu mamá?
- Bien. Cada vez más fuerte.
- Bien. Hay algo en que te pueda ayudar?
- No Señor. Sólo admiraba las arvejas.
- Te gustaría llevar algunas a casa?
- No Señor. No tengo con que pagarlas.
- Bueno, qué tenés para cambiar por ellas?
- Lo único que tengo es esto, mi bolita más valiosa.
- De veras? Me la dejas ver?
- Acá está. Es una joya!
- Ya lo veo. Mmmm... el único problema es que ésta es azul y a mí me gustan las rojas. ¿Tenés alguna como esta, pero roja, en casa?
- No exactamente, pero casi.
- Hagamos una cosa: Llevate esta bolsa de arvejas a casa y la próxima vez que vengas mostrame la bolita roja que tenés.
- Desde ya gracias, Sr. Gadea!
La Sra. Gadea se me acercó a atenderme y con una sonrisa me dijo:
- Hay dos niños más como él en nuestro pueblo, todos en situación muy pobre. A Juan le encanta hacer trueque con ellos por arvejas, manzanas, tomates, o lo que sea. Cuando vuelven con las bolitas rojas, y siempre lo hacen, él decide que en realidad no le gusta tanto el rojo, y los manda a casa con otra bolsa de mercadería y la promesa de traer una bolita color
naranja o verde tal vez. Me fui del negocio sonriendo e impresionado con este hombre. Un tiempo después me mudé a Mercedes pero nunca me olvidé de este hombre, los niños y los trueques entre ellos. Varios años pasaron, cada uno más rápidamente que el anterior. Y es así que un día tuve la oportunidad de visitar a unos amigos en ese pueblo de Cerro
Largo. Mientras estuve allí, me enteré que el Sr. Gadea había muerto. Esa noche sería su velorio y sabiendo que mis amigos querían ir, acepté acompañarlos. Al llegar a la funeraria, nos pusimos en fila para conocer a los parientes del difunto y para ofrecer nuestro pésame. Delante nuestro, en la fila, había tres hombres jóvenes. Uno tenía puesto un uniforme militar y los otros dos unos lindos trajes oscuros con camisas blancas. Parecían profesionales. Se acercaron a la Sra. Gadea quien se
encontraba al lado de su difunto esposo, tranquila y sonriendo.
Cada uno de los hombres la abrazó, la besó, conversó
brevemente con ella y luego se acercaron al ataúd. Los ojos azules llenos de lágrimas de la Sra.Gadea los siguió uno por uno mientras cada uno tocaba con su mano cálida la mano fría dentro del ataúd. Cada uno se retiró de la funeraria limpiándose los ojos. Llegó nuestro turno y al acercarme a la Sra. Gadea le dije quién era y le recordé lo que me había contado años atrás sobre las bolitas. Con los ojos brillando, me tomó de la mano y me condujo al ataúd. - Esos tres jóvenes que se acaban de ir son los tres chicos de los cuales te hablé. Me acaban de decir cuánto agradecían los «trueques» de Juan.
Ahora que Juan no podía cambiar de parecer sobre el tamaño o color de las
bolitas, vinieron a pagar su deuda. Nunca hemos tenido riqueza -me confió- pero ahora Juan se consideraría el hombre más rico del mundo. Con una ternura amorosa levantó los dedos sin vida de su esposo. Debajo de ellos había tres bolitas rojas exquisitamente brillantes.

Moraleja:
No seremos recordados por nuestras palabras, sino por nuestras acciones. La vida no se mide por cada aliento que tomamos sino por las cosas que nos quitan el aliento. Hoy te deseo un día de milagros comunes, tal como una cafetera de café
fresco que otro te preparó, una llamada inesperada de un viejo amigo, semáforos verdes camino al trabajo.
Te deseo un día de cosas pequeñas de las cuales estar agradecido: la fila más rápida en el supermercado, una canción favorita en la radio, encontrar tus llaves justo donde buscás, que alguien haya hecho algo por vos o te haya ayudado con su presencia a solucionar algo, cualquier cosa, pero te haya ayudado. Te deseo un día de felicidad y perfección; pequeños trozos de perfección que te hagan sentir que estás sonriendo, porque sos alguien especial y único.

Te deseo un día de paz, felicidad y dicha. Dicen que toma un minuto encontrar a una persona especial, una hora para
apreciarla y un día para amarla, pero una vida entera para olvidarla.

Manda esto a personas que nunca olvidarás. Es un mensaje breve para hacerles saber que nunca los olvidarás.

No olvides que sólo tenés en tus manos este momento. El ayer ya se fue y el mañana quién sabe si llegará. Que cada día que vivas sea tu mejor día. Hay un tiempo para dejar que sucedan las cosas, y un tiempo para hacer que las cosas sucedan.

 

Comentarios

@ARLT

23/04/2007

Gracias Jaime por cargarlo, lo habia escuchado hace un par de años, en una noche larga despues de un asado, alla por Colonia Valdense contado como solo los viejos contadores de historias lo saben hacer ... Se me volvio a nublar la vista como aquella madrugada. Pero he crecido algo y ahora no le voy a hechar la culpa al humo del fogón!